28 ⤖ ❝Un adiós para ella❞

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—¡No Louis!

—Shhh —intentaba tranquilizarlo—. Solo... tranquilízate o nos descubriran, por favor.

—Necesito hacerlo.

—Es demasiado arriesgado —dijo Louis.

—Pero...

Hacía media hora Harry intentaba despedirse de su madre. Al menos poder decirle adiós para siempre, y que ella viva tranquilamente sabiendo que su hijo viviría felíz en algún otro lugar. Quería darle un adiós a la mujer que lo crió toda su vida, sola y siendo juzgada por todos. Ella, que nunca lo juzgó a él por lo que era.

—Lo siento, Harry. Pero podemos volver en un tiempo, si te parece bien.

—No. Louis, por favor, necesito decirle que...

—Amor, en serio lo siento —Louis acarició su cabello pero Harry se apartó bruscamente.

—¡Ella nos ayudó siempre, Lou! ¡Nos aceptó y mantuvo nuestro secreto a salvo porque nos quería! Permíteme darle la paz que se merece.

Adam, quien los había alcanzado hacía quince minutos, suspiró fuertemente y ambos desviaron la mirada hacia él. Señaló un lugar entre los árboles con el índice.

—Allá hay un lago gigante —le dió una bolsa pequeña y una linterna a Harry—. Ve a bañarte allí. Yo iré a buscar a tu madre y la llevaré a ese lugar.

Louis frunció el ceño levemente y lo miró con desconfianza. Y es que, incluso aunque los hubiera ayudado, no podía confiar en nadie más que en Harry ahora mismo.

—Gracias, Adam —Harry le dió un corto abrazo y Louis pasó el brazo tras su cabeza, perdiéndose entre los árboles y dejando la vida de ambos en manos de un guardia que podía engañarlos—. Confío en Adam.

—Lo sé, amor.

—Pero tú no lo haces.

Louis suspiró.

—No quiero morir.

—Él no nos traicionaría.

—Tú confías en él, yo confío en tí. Fin del asunto.

Llegaron al lago para el amanecer. Harry se dió el baño más corto de su vida, pues el agua estaba helada, pero aún así las manchas de suciedad en su piel habían desaparecido por completo. Se había puesto la ropa que Adam le había dado, le quedaba un poco grande pero lo protegía del frío de la mañana.

Louis no se había despegado de su lado, siempre alerta a cualquier ruido, a cualquier movimiento entre los árboles, casi parecía un paranoico. Le gustaba la forma en que lo cuidaba. Su vida ahora está en riesgo, pero prefería esto a no haberlo tenido nunca en su vida. Porque era Louis, el príncipe que pintaba su mundo de color, el que le sacaba carcajadas sin esforzarse, el que lo mimaba hasta que su llanto cesaba. Louis era su mundo entero.

Abrazando sus piernas, con la cabeza de costado apoyada en sus rodillas, lo observaba dormir. Louis siempre dormía en posiciones incómodas, era entretenido y gracioso verlo así.

Imaginar una vida sin Louis no es vida. Es como tener cientos de colores a elegir pero no verle ningún brillo a ninguno. Porque Louis le daba brillo a su vida. Podría morir por él sin ningún problema, porque haría hasta lo inimaginable para salvarlo.

Lentamente se acercó a él. Se sentó a su lado, para observarlo. Las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas y un incontrolable llanto se hizo presente de manera imprevista. No quería llorar, pero no se había dado cuenta de cuánto lo necesitaba ahora mismo. Lloró en silencio, observando al amor de su vida, hasta que dolió su cabeza, hasta que sus ojos se hincharon, hasta que... Louis despertó.

—¿Harry? —se incorporó lo más rápido posible y acarició sus rizos antes de abrazarlo lo más fuerte que podía—. Hey, amor... Shh, tranquilo, estoy aquí.

—L-lo siento... Lo lamento tanto, Louis. Lo siento... —repetía. No sabía por qué se disculpaba, pero sentía que tenía la culpa de todo lo que había pasado. De repente sintió un gran odio hacia sí mismo. Nunca quiso lastimar a Louis de esa forma—. Lo siento, lo siento... Yo... Lo s-siento...

Louis estaba sorprendido. Nunca en su corta vida había visto llorar a alguien de una forma tan desgarradora, y lo peor de todo es que no entendía el por qué. ¿Por qué Harry se disculpaba? Si él mismo había tenido la mayor culpa de todo. Y aún así, no era la culpa de ninguno.

—No es tu culpa, amor. No lo es. No es mía, ni tuya.

Harry lloraba tanto que no era capaz de pronunciar alguna palabra.

—Te amo, Harry —dijo sinceramente—. Nuestro amor no es algo que los demás deban culpar, nosotros no estamos haciendo nada ma...

—Si nos encuentran... ahora o en algún futuro... te matarán. Y no... n-no puedo dejar que te maten, así que me entregaré... y...

—¡No! ¿Estás loco?

—Es lo mejor —tomó el rostro de Louis entre sus manos y lo miró a los ojos, expresando tanta tristeza que Louis no pudo mantenerle la mirada por mucho tiempo—. Es lo mejor. Yo moriría por tí.

—Aún hay... Harry, aún hay una posibilidad de tener... nuestro final felíz —Louis había comenzado a llorar también. Sentía que su corazón dolía, que dolía en serio.

—No existe nuestro final felíz. Pero tú debes tener el tuyo.

—Mi final no será felíz si no es contigo.

—Yo no dejaré de estar a tu lado.

—¡NO! —gritó—. Harry, escucha las idioteces que dices. ¡El plan está saliendo bien! ¡Para el anochecer ya estaremos en otra ciudad, en otro país y estaremos bien! ¡No puedes rendirte ahora después de... todo lo que hemos hecho por tí! ¡Por nosotros! Maldita sea...

—Louis...

Un arbusto se movió y antes de que ambos se pusiera de pie, Anne y Adam aparecieron. Harry sintió que su corazón se encongía un poco más y corrió a sus brazos.

—Mamá...

—Ay, por Dios —lo abrazó con todas sus fuerzas—. Mi bebé... Mi hijo. Creí que... jamás podría abrazarte de nuevo, Santo Dios...

—Lo siento... Siento ser así, siento...

—No. No sientas nada —acarició su cabello—. Te extrañé tanto.

—Yo también, mamá.

Adam se sentó al lado de Louis, quién tiraba piedras al lago con brusquedad.

—¿Pasó algo?

—Quiere entregarse para salvarme a mí. Y eso es la estupidez más grande que podría haberle ocurrido.

—Sólo está... alterado por todo esto. En algún momento cambiará de opinión —Adam suspiró y se quedó observando fijo a la nada.

Louis aprovechó ese rato para calmar su llanto, y Harry para contarle todo lo que había sucedido a su madre. Le explicó que estaría en otro lugar, tan lejano que ni sería capaz de enviarle cartas, pero que no se preocupara. Y ella volvió a llorar, algo mezclado con alegría y tristeza. No quería dejar a su hijo, pero sabía que era lo mejor.

El último abrazo fue lo más difícil para ambos, pero una vez que Anne se terminó yendo, los tres hombres partieron para encontrarse con Marianne en aquél árbol de siempre. El árbol que inició todo.

La sensación de correr bajo la lluvia - [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora