12 ⤖ ❝Desaparecer...❞

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Louis esquivó a los guardias que pudo, incluso a los de afuera. Pero trastabilló y raspó su rodilla, aún así seguía corriendo colina abajo.

Debía correr. No podía estar ni un segundo más cerca de sus padres, no podía tener la cita con el psiquiatra y dejar que matasen a dos chicos a propósito. Y Louis no cree que podrían hacerlo luego de que desapareciera con Harry.

Debían escapar, irse como siempre lo tuvieron planeado en sus más locos sueños. Sus sueños se harían realidad... si los guardias no lo atrapaban primero.

Al ver atrás, no vió rastro de ellos pero no dejó de estar atento por cualquier movimiento o frenar su paso. Al llegar a casa de Harry, tocó la puerta desesperadamente.

—¡Harry! —gritó.

Anne, un tanto furiosa, abrió la puerta totalmente desconcertada. Estaba cubierta de harina, probablemente por algo que estaba cocinando. Louis ni siquiera la saludó antes de entrar y buscarlo.

—¡Harry! —entró a su habitación, lo vió allí sobre la cama leyendo un viejo libro y quiso llorar. ¿Cómo podía ser un delito quererlo? —. Nos vamos. Guarda tus cosas.

—¡¿Disculpa?! Louis, ¿qué sucede? —Anne le tomó de los hombros para tranquilizarlo, pero Louis no tenía tiempo de explicaciones.

Sí, matarían a los chicos. Pero también matarían a Harry. Lo obligarían a revelar la identidad del chico al cuál besaba, y como a su padre le importaba una mierda la gente del pueblo, lo mataría también. Y no podía permitirlo.

—¡Harry, toma una maldita bolsa, guarda tus malditas cosas y ven conmigo! —Harry estaba asustado, pero veía en los ojos de Louis que algo malo pasaba y le hizo caso.

Louis se acercó a una ventana y la tapó con la cortina, mientras procuraba que nadie pasase por el pasillo. Mientras, buscó algunas provisiones; latas de comida, agua, frutas, etc.

—¡Harry no te irás a ninguna parte! ¡¿Qué carajos pasa?!

Louis volvió a la habitación del rizado, con la bolsa llena de comida. Harry ya tenía su bolsa con su ropa, y estaban listos para irse. De repente se escucharon pasos en la calle, gritos, linternas cegadoras iluminando la oscuridad. Los estaban buscando. Y si veían a Louis allí, los matarían a los tres.

—Escucha, Anne. ¡Anne! —ahora Louis la tomó de los hombros, mientras Harry vigilaba que nadie estuviese cerca de su ventana—. Nos descubrieron.

—¡¿Qué?! —exclamó Harry.

—Sí, lo sé. Alguien nos ha visto y... y matarán a Harry si no escapamos y...

—¿Descubrieron?

—¡Besándonos, mierda! —Louis miró la expresión de Anne, pero estaba más preocupada por su hijo que por otra cosa—. Lo cuidaré bien afuera, solo serán unos días hasta que las cosas se calmen. Estaremos bien...

—¡OIGAN! —un guardia golpeó la puerta de entrada, tan fuerte que al quinto golpe logró tirarla abajo.

—Váyanse. ¡Váyanse ahora! —susurró Anne y desapareció tras la puerta. Harry ya estaba fuera. Louis antes de salir escuchó la voz temblorosa de Anne hablando con los guardias, a segundos de entrar en la habitación.

Pasó un pie y otro. Cerró la ventana lentamente para no hacer ningún tipo de ruido, pero esta se trabó por la mitad. Forcejeó un poco, pero la ventana no cedía. Y ellos estaban a milímetros de entrar allí.

—¡Déjala así! —susurró Harry, tirando de su brazo.

Desesperado dió un salto y logró cerrarla bruscamente. El vidrio se rajó y el sonido retumbó por el eco de la habitación. Y salió corriendo como nunca.

Se escondieron entre la oscuridad de los árboles, dejando atrás las luces que los buscaban y... desaparecieron.

Se recostaron en el árbol de siempre, en aquel campo donde rogaban que no los encontrasen. Louis le contó todo con lujo de detalles, tomados de las manos fuertemente, como si estuvieran a un paso de perderlo todo.

Harry lloró. Lloró como nunca, porque este no era el final triste que había planeado. Lloró porque sabía que los encontrarían y los separarían eternamente, pero no hoy. Disfrutaban viéndose, tocándose, porque aún sanos y juntos, como si estuvieran libres de cualquier problema.

El ojiverde logró dormir un rato, recostado sobre el hombro de Louis, él acariciando su cabello. Louis tenía una adoración enfermiza con los rizos de Harry, era adicto a tocarlos todo el tiempo, simplemente le encantaban.

Vió el amanecer, cantando una canción por lo bajo, sintiendo sus ojos humedecerse y el pánico que seguía en todo su cuerpo. Miraba hacia todos lados y se desesperaba con el más mínimo movimiento.
Y es que no quería que Harry fuera encontrado. Le daba totalmente igual lo que hicieran con él, pero no dejaría que tocaran a Harry... No podría vivir con la culpa si llegaban a atraparlos.

Y es que fue su culpa.

Él había comenzado ese beso, incluso sabiendo lo peligroso que era hacer algo como eso cerca del pueblo.

Un beso. Un dulce beso que le causó sensaciones infinitas... era peligroso.

Seguía sin entender qué era precisamente lo que estaba mal. Pero no era un creyente, no era una persona que resumía su vida a creer en Dios, y no lo entendería jamás.

Quizá su forma de pensar estaba mal, y la de sus padres estaba bien. No lo sabía, solo sabía que le encantaría vivir libremente como las parejas que normalmente ve en su pueblo.

Pensar que... el amor pudiera traer tantas consecuencias, solo por ser "diferente" al que se ve normalmente, es... patético. Pero él aún no podía cambiar las leyes, y estaba destinado a esto. Ahora debía desaparecer.

La sensación de correr bajo la lluvia - [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora