26 ⤖ ❝La ejecución❞

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Todos, incluso el rey, estaban a la espera de que ambos guardias llegaran con el prisionero para finalmente acabar con esto. El cielo gris soltaba algunas gotas encima de ellos y los truenos resonaban por todo el lugar. Se venía una fea tormenta.

Louis temblaba. Estaba asustado, no podía despegarse de Anne, que estaba incluso peor que él. No puede llegar a imaginar el dolor que siente ella al perder a la única persona que no la abandonó. Todos estaban asustados, confundidos, porque no podían creer que a quien colgarían sería Harry. Harry Styles, el chico más amado en el pueblo. El joven de pelo rizado que le agradaba a todos y no se metía en ningún problema.

De repente Louis recordó lo que Adam había dicho, y cuando desvió la mirada hacia las montañas, el Sol apenas se distinguía detrás de las nubes. Estaba a diez minutos de desaparecer tras ellas, y no supo por qué, pero tuvo la necesidad de ir allí cuanto antes.

—¿Por qué se tardan tanto? —preguntó una mujer. Y en ese momento un guardia bajó por la colina, corriendo rápidamente y casi cayendo al final.

—¡Su Majestad, desapareció! —gritó, tomando su cabeza con fuerza.

—¡¿Qué?!

—¡Ya no está!

Louis ya había entendido.

Y entre la confusión del público y la desesperación de sus padres, corrió silenciosamente hasta el pueblo.

Diez minutos antes.

Un estruendo lo ensordeció y vio a continuación a... ¿Marianne?

Marianne sostenía una sárten, y ahora Harry a sus pies veía al guardia desmayado.

—¿Qué...?

—¡Ya no hay tiempo! —Marianne lo tomó del brazo y lo condujo por unas puertas que lo llevaron a una salida trasera del castillo. Adam los seguía unos pasos detrás, vigilando de que nadie se apareciera y arruinara los planes—. Por aquí.

—¡Espera, espera! ¿Qué están haciendo?

—Salvándote la vida, ¿que no es obvio? —Marianne procuró de que no hubiera nadie a la vista cuando llegaron al pueblo, y entre los callejones pequeños que separaban las casas del pueblo, caminaron hacia una en especial.

—Sí, pero... Yo creí que Louis te gustaba.

—Pero a Louis le gustas tú —dijo—. Y no pienso estar el resto de mi vida con un hombre que no siente nada por mí, no soy estúpida.

—Pero...

—Mejor cierra la boca —susurró—, que alguien podría seguir por aquí.

Antes de doblar en un pasillo, una sombra apareció en el suelo, que fue aumentando y aumentando. Harry se echó hacia atrás y permaneció quieto, intentando aferrarse a Adam como si lo pudiera proteger de todos los guardias que probablemente ya estaban buscándolo.

Le pareció extraordinario y deprimente ver hasta donde había llegado... por amar. Algo que debería ser precioso, una experiencia divina, se convirtió en su más gran tortura. Algo entre él y Louis que era tan mágico, perdió todo el color y la felicidad. Cada vez que pensaba en él, era capaz de recordar los últimos días, no los días felices. Les habían arrebatado lo único bueno en su vida, y no pudo evitar llorar silenciosamente.

La sombra finalmente llegó a donde ellos. Harry se sorprendió.

—¿Qué hacen aquí? ¡Los estamos esperando hace más de diez minutos! —Reg tomó del brazo a Harry, dándole una sonrisa reconfortante. Lo guió rápidamente hasta la casa del señor Miles, Marianne y Adam siguiéndolos detrás—. Estás demasiado flaco. Suerte que allá hay mucha comida.

—No tengo hambre...

—Eso no me interesa. Tienes que comer. Come en agradecimiento de que te hayamos salvado la vida —entraron por la puerta trasera. El señor Miles estaba allí, terminando de preparar varios sándwiches y le dirigió a Harry una débil sonrisa.

—Tú y tu amigo el príncipe están locos. De no haber sido por los cientos de favores que les debía a ambos, no me hubiera prestado a formar parte de esta locura —señaló una silla—. Siéntate y come. Hay que esperar que venga alguien más.

Harry comió en silencio, disfrutando del rico sabor de la comida realmente comestible, algo que no le habían dado ese tiempo estando prisionero. De repente recordó a su madre. ¿Qué pensará ella de él? Probablemente lo odiaba profundamente, seguramente estaba anhelando por su muerte por haber nacido "enfermo".

No quería ni siquiera pensarlo, pero los pensamiento se le aparecían involuntariamente, uno tras otro, como si en esas semanas encerrados no hubiera tenido la capacidad para pensar. Si la tenía pero no había hecho nada más que pensar en Louis, en el amor de toda su vida, la única persona a la que había querido a tal punto de... de volverse loco.

Y en un abrir y cerrar de ojos, la puerta se abrió bruscamente.

¿Se esperaban eso de Marianne?

No olviden dejar su voto antes de irse, gracias por leer.

La sensación de correr bajo la lluvia - [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora