Madness [Itachi Uchiha].

Capítulo 26.

Las mujeres van y vienen cuando se trata de la mafia, mucho más desfilan cuando eres el heredero del imperio. Un poco más si tu familia es dueña de muchos prostíbulos, a los cuales las mujeres de tus clientes van a trabajar, como forma de saldar alguna deuda.

La noche que conocí a la señora de mis sueños y pesadillas, ella solo tenía 18 años y recién se había apuntado en el prostíbulo. Parecía un animalillo asustado esperando por su destino final, sus ojos observaban todo el lugar y sus manos se mantenían entretenidas con su cabello. Quizá por miedo, o por nervios.

— ¿Cuánto cobra la pequeña de allí? — cuestioné a la señora de recepción.

Su cara palideció y balbuceó algo similar a un saludo. Lo que menos me importaba en ese momento era su cortesía, no cuando un deseo primario rugía en mi interior mientras observaba la pelinegra.

—Es recién llegada señor— contestó.

—Eso no responde a mi pregunta— dije.

Luego, busqué en mi bolsillo mi billetera para poder sacar todas las papeletas que estuvieran en esta. No importaba la tarifa que ella cobrara, me encargaría de pagar generosamente por el servicio de aquella joven.

—Señor Itac- Uchiha. La cantidad que me ofrece excede el pago asignado a la criatura— explicó la señora.

Agité mi mano para hacer que se callara.

La pequeña se encontraba ya charlando con uno de los que, suponía, formaba parte del grupo regular en el prostíbulo. Aquel señor tenía hambre en su mirada, y casi podía ver su dinero saltar de su billetera para pagar el servicio de la joven frente a él.

— ¡Niña! ya tienes tu primer cliente— exclamó la mujer de la recepción.

Aquellas palabras captaron la atención de la pequeña, la cual se acercó a nosotros.

—Él es Itachi Uchiha. Será tu cliente de esta noche— estableció la señora.

—Entiendo. Buenas noches señor, mi nombre es-

—No tienes que decirle tu nombre. Es lo último que le interesa saber a tu cliente, solo dale el servicio y ya está— exigió la mujer.

Tal parece que se olvidó que yo estaba presente. Y que soy su jefe.

—Me parece que tu comentario está fuera de lugar— dije —, el jefe aquí soy yo. Quién pagó por el servicio, y de paso lo recibirá, seré yo. Tú no tienes una sola palabra más en el asunto, desde el instante en que diste por terminado mi pago— concluí.

Ella permaneció en silencio con un ligero rubor en sus mejillas ante la corrección educada que le había hecho, por querer abarcar más cosas de las que le corresponden en su puesto.

—Su habitación es la siguiente— respondió en un susurro.

La joven a mi lado parecía bastante divertida con la situación, y sonrió en dirección a su jefa mientras caminaba a mi lado.