Capítulo 30.

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ADVERTENCIA: en este capítulo hay muchos pensamientos desvariados y alusión a problemas mentales, si no te gustan estos temas, por favor, no leas este capítulo.

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Estar en aquel hotel lo enfermaba. Ver a todas esas personas a su alrededor, sonriendo, creyendo que él era feliz solo porque se casaría. O quizá lo hacían por miedo a romper los lazos que tenían con su familia.

Levantarse de la cama esa mañana fue una miseria, como cada día después de lo que sucedió. Ella no estaba supuesta a estar en el hotel, ¿Cómo diablos había llegado? ¿Y ese hombre a su lado? ¿Por qué Sasuke y Naruto le habían traicionado así? ¿Qué podía hacer ahora?

Las preguntas inundaban su cabeza día y noche. ¡Y quién lo diría! El mayor de los hermanos Uchiha actuando como un niño. A este punto Sasuke debería tener más madurez emocional y mental que él.

Se estaba comportando como un niño irracional, haciendo rabietas. Podía ver esa parte de sí mismo y la odiaba, pero no hacía nada para que cesara. Le permitió que se adueñara de su cuerpo, después del dolor tan grande que significó para él la pérdida de su casi amante.

No, ella era su amante.

O lo fue, porque ahora gracias al compromiso, no era más que un recuerdo en su memoria. Uno muy doloroso. Lo consumía internamente, deseaba que aquella actividad en ese hotel no se hubiera dado nunca.

Le había permitido a su fachada infantil que se apoderara de él, como un mecanismo de defensa ante todo lo que sentía. Pero, ¿Qué podía hacer esa parte de él, más que dejarlo en vergüenza y degradar la imagen que su amada tendría de él?

Estaba mal, todo estaba muy mal.

Necesitaba ayuda, que alguien le dijera por dónde ir.

Pero otra parte de sí le decía que nadie debía guiarlo. Él era Itachi Uchiha, todos esperaban lo mejor de él, incluso él mismo.

Se mantuvo sereno, sentado en una de las mesas blancas de la playa. Era demasiado temprano para beber, pero ahí estaba él, con una copa de vino, observando las olas. Podía ver claramente a la mujer de sus sueños allí, mirando el horizonte y disfrutando de la brisa marina.

En su imaginación ella le daba la espalda. Podía verla serena, erguida y elegante. Tan lejos, y a la vez tan cerca.

Ella era la imagen de la fortaleza. Su madre traicionó a su padre, y abusó de él. Metió un indeseable a la casa. En consecuencia ella tuvo que convertirse en prostituta y tratar de pagar una deuda que ni siquiera le correspondía.

Y aún así, sonreía, se divertía y era estable. Todo lo que él no era.

Y la resentía un poco por eso. Pero el estar molesto con ella estaba mal. Demonios, sí que estaba mal.

Ella no tenía la culpa de nada. Y tampoco debía responsabilizarse de él. Pero, él la necesitaba. Esa joven se había convertido en su refugio de paz.

Pero, por más que lo deseara, tenía que ser honesto, una pareja, o lo que fueran ellos, no tiene el deber de ser terapeuta. Sus traumas y problemas le pertenecen a él.

Tan solo si ella viera lo perdido que él estaba. Su mente había entrado en este círculo tóxico donde se repetían una y otra vez los mismos pensamientos sobre amor y resentimiento.

Estaba actuando y pensando como un desquiciado.

Llevó ambas manos a su rostro, frustrado. ¿Por qué él no había tenido el suficiente valor como para mantenerse firme? ¿Por qué no era más fuerte?

Era patético.

Y se estaba perdiendo a sí mismo.

No estaba siendo racional, no estaba actuando con madurez. En lugar de eso ordenó que dispararan para evitar que ella lograra escapar de la edificación junto a ese hombre. En lugar de tratar de poner sus miserias en su lugar, golpeó a su hermano hasta hacerlo sangrar.

En lugar de ir a terapia, ahí estaba, en la playa, desvariando y bebiendo vino.

Sintió sus ojos humedecerse. Y eso lo molestó.

¿Qué tan patético lo consideraría su amada, en ese momento? ¿Y de verdad la amaba?

Le hizo pasar por tanto dolor, él mismo es el culpable de que ella crea que es un mujeriego, que la usó. Cuando no había nada más alejado de la realidad.

Ella era. . . sorprendente. Tan segura de sí misma, de lo que quería. Luchó por todo lo que tenía. No como él, que siempre tendría todo lo que quisiera, menos a ella.

—Ayuda— murmuró, cerrando los ojos.

Y ahí estaba, desvariando otra vez. Como lo había hecho en los últimos días.

Quería llorar, quizá eso le faltaba, permitirse sacar todo lo que llevaba dentro, pero. . . no podía. Las expectativas sobre sí mismo eran muy altas. En su mente resonaban las palabras dichas por las personas a medida que él fue creciendo: "Itachi nunca llora"

Pero él era un ser humano, él. . .

Tenía muchas cosas que enmendar consigo mismo, con su hermano, con la mujer que poco a poco le había robado el corazón.

Era un hijo de puta en todos los sentidos.

Suspiró y se levantó de su asiento.

Alguien le agarró del brazo, era Izumi.

Pero él estaba demasiado roto y cansado para reprochar lo que ella estaba diciendo.

Así que simplemente, se dejó arrastrar un poco más hacía la oscuridad.

Alejándose un poco más lejos de la estabilidad que tanto deseaba

Abandonándose un poco más de sí mismo.

Abandonándose un poco más de sí mismo

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Madness [Itachi Uchiha].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora