⛧ 𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟲 ⛧

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𝑵𝒊𝒈𝒉𝒕𝒎𝒂𝒓𝒆𝒔

Nightmares

T/n Santors

Sentí como agarraban con cautela mis tobillos y me tiraban de la cama, con fuerza. Intentaba gritar pero era en vano, parecia que las palabras se habían quedado en mi garganta. Utilicé la unica alternativa, que me quedaba disponible. Patalear.

Lágrimas gruesas y calientes comenzaron a salir de mis ojos y a resbalarse por mis mejillas. Mojando todo a su paso.

Sentí como una mano tapaba mi boca con fuerza, mientras que con su otra mano recorría mi cuerpo, mis curvas, mis pechos, mis labios, mi nariz. Simplemente todo, lo que este a su disposición. 

Me sentía asqueada y asustada, sentía su duro miembro en el interior de mis muslos. Separando solo una tela, que era mi pantalón de pijama.

Nuevamente me encontraba sola, y con miedo, muchísimo miedo. El piso negro y frío, su cabello sudado tocando mi frente y ojos.

Mi respiración estaba acelerada, y la suya también. Comenzó a jugar con el elástico del pantalón rosado.

Inmediatamente, me senté en la cama respirando aceleradamente, limpié mis ojos y sorbi mi nariz, por sexta vez en la noche.

Sentí como el colchón se hundía, y al mismo tiempo como unos brazos por arriba de mis hombros, y otro por mi cuello. Estaba pegandome a él. 

De repente, deje de llorar. Por primera vez desde esta noche, me sentí segura. A salvo, protegida.

─ Oye, ¿Estás bien?

Asentí, dejando suaves caricias en su brazo.

─ Sí, solo... una pesadilla ─ mencioné mirando la ventana.

Estaba lloviendo. Las pequeñas gotas golpeando mi ventana, y algunas jugando carreras. A lo lejos se veía una pequeña lucecita naranja. De la cuál supuse que sería de un farolillo de la calle.

─ ¿Segura?

Me deslice entre las sábanas, tapandome hasta los hombros. No quería que por nada del mundo me soltase. Apoye mi cabeza en la almohada a su lado, mientras que seguía dejando caricias en su brazo.

Me acerque a él, apoyando mi barbilla en su hombro. Su camisa, con perfume. Lo único a lo que me olía a mí, era a seguridad.

─ Sabes que jamás te soltaré ─ Mencionó en un susurro. ─ Te quiero, pequeña.

Una sonrisita se formó en mis labios, bese su mejilla, dejando mis labios unos segundos mas allí. Volví a la posición anterior, acomodándome sobre él.

─ Sabes que yo también.

𝗡 𝗘 𝗫 𝗧              ☀              𝗗 𝗔 𝗬

Ya era algo habitual en mí, no querer levantarme de la cama. O siquiera, querer salir de mi cuarto. Me la pasaba acostada, o sentada llorando. Mi cabello era un desastre, al igual que mi maquillaje.  Mi ropa era toda una mierda, llevaba un pantalón de algodón gris claro, un buzo holgado lila y unas medias blancas.

Que a decir verdad, ya seguramente estaban negras, o peor marrones. No comía, cada vez que Owen o Aleix me traían la comida, la tiraba por la ventana o la escondía. Para tirarla en la noche.

Me acerque al gran espejo en mi cuarto, y me di 100 bofetadas mentales. El moretón, iba sanando — de apoco, pero lo hacía —, tenía un color amarillento, bastante feo.

Debajo de mis ojos, habían grandes bolsas negras. Estaban rojos de tanto de lo que lloré, mi rímel estaba bastante corrido.

Era un desastre, al igual que mi cuarto. Ropa tirada, por todos lados, papeles o basura en un rincón.  Las sabanas de mi cama, estaban todas arrugadas y desarregladas.

Había algunas que tocaban el piso, o otras que directamente ya estaban sobre este. Todo a mi altededor era un quilombo, incluida mi vida.

Solo quería dormir, y escuchar Olivia Rodrigo, mientras lloraba. Estaba por tirarme a mi cama, cuando golpean la puerta suavemente. 

Suspire tirando mi cabeza hacía atrás, les había dejado claro a Owen y Aleix que no quería estar con nadie. Solamente, queria estar en mi mundo llorando, sin que nadie me moleste.

Camine perezosamente hasta la puerta, tome el picaporte abriendola un poco.

─ Oigan, estoy bi...... ─ Dejé la oración en el aire, al encontrame a quién menos esperaba.

Era la primera vez que se presentaba en mi cuarto, desde ayer a la mañana cuando llegué. 

En su rostro estaba cansado, bolsas negras debajo de sus ojos. No había dormido y lo sabía. Estaba preocupado, más de lo que él quería.  Y eso me asustaba, demasiado.

No ne miró, evitó mi mirada. Instintivamente abrí la puerta de par en par. No quería dejarle pasar, pero tampoco dejarlo allí fuera.

Cuando paso, completamente al cuarto cerré la puerta, detras de él.  Parecía hipnotiza, hacía las cosas sin que me las pidiera. O aún peor, hacía las que yo no quería. 

Pude verlo bien, llevaba uno pantalones de algodón cortos azules oscuro, una camisa negra que se pega a su cuerpo perfectamente — dejando ver sus brazos perfectamentes definidos y tatuados —, y hace juego con su cabello. Y unas Converse marrones claras.

Aegan, y la maldita que te parió.

Cαsh, Cαsh, CαshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora