24.- Libre

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 1140.

24.- Libre

—Luka...

—Juls.

Se acurrucó en la cama abrazándose las rodillas. Había pensado que hablar con Luka la ayudaría, porque su hermano tenía aquella capacidad mágica de hacerla sentir mejor con sólo unas palabras.

—¿Va todo bien?

—¿Y si me he equivocado?

—¿Hablas del grupo?

—Sí. A lo mejor no debería de haber dejado Kitty Section —murmuró triste—. Todo era más fácil en casa, aquí... no lo sé, Luka. Creo que me he equivocado.

—¿Es miedo eso que oigo?

Lo era y tener que verbalizarlo le pareció absurdo e infantil. Creía que el cambio de aires la ayudaría a encontrarse a sí misma, que la haría sentir mucho más libre, que dejaría de estar a la sombra de Rose, Luka o Jagged. Y ahora que tenía lo que quería se daba cuenta de que estar en el centro de atención la aterraba.

—Mañana tengo que ir con Marinette a Stuttgart, podemos desviarnos y hacerte una visita si quieres.

—¿Van a contratarla?

—Eso espero, hay una pequeña marca de moda que está interesada en su trabajo —explicó con orgullo—. Está un poco nerviosa, ya la conoces, así que voy a acompañarla.

—Espero que le vaya bien, de verdad.

—Mándame la dirección del hotel. Te avisaré cuando estemos por allí.

º º º

El coche de alquiler se detuvo a unos metros del hotel, en una zona de aparcamiento gratuita. Marinette bajó de un salto con una sonrisa estampada en los labios, aún estaba eufórica por la entrevista que le habían hecho, se había rendido casi por completo, creyendo que nunca volverían a contratarla, se alegraba de haberse equivocado. Luka bajó con calma aguantándose las ganas de reír.

—¿Tienes frío?

—No, estoy bien —contestó Marinette alegre. Luka, de todos modos, sacó la chaqueta del asiento trasero del coche por si más tarde refrescaba y se arrepentía—. ¿Por dónde queda el hotel?

—Es aquel edificio iluminado. Le he mandado un mensaje a Juls para que baje.

—Me muero de ganas de verla.

Caminaron juntos hasta allí, la mirada de Marinette saltaba de un edificio a otro sorprendida por la arquitectura de la ciudad. Luka adoraba la facilidad con la que se maravillaba casi con cualquier cosa que se cruzase en su camino.

—Mira, ahí está.

Marinette devolvió la vista al frente, Juleka estaba en la entrada, frotándose el brazo derecho nerviosa e insegura como cuando era una adolescente, sólo le faltaba el flequillo tapándole media cara. A Marinette la embargó la nostalgia, a veces echaba de menos la sensación de ternura que le provocaba aquella Juleka y el instinto de protegerla que le despertaba, aunque prefería a la mujer en la que se había convertido.

—Juls.

Alzó la mirada para buscar a su hermano y sonrió feliz al dar con él, caminó hasta a ellos y se dejó refugiar en un abrazo a tres cálido y agradable.

—¿Te han contratado? —preguntó en un susurro.

—Eso parece.

—¡Guay!

—¿Por qué no vamos a cenar? —sugirió Luka—. ¿Conoces algún sitio bueno por aquí?

Juleka los soltó a ambos, asintió y sonrió.

—Hay un italiano un par de calles más abajo, la pasta es increíble.

—Tú nos guías —musitó Luka, rodeó con un brazo los hombros de Marinette y con el otro la cintura de su hermana.

Las calles estaban menos transitadas que las de París, era agradable poder pasear sin tener que preocuparse por chocar con alguien. Juleka los llevó hasta la puerta de un pequeño restaurante con grandes ventanales y un cartel rojo anunciando su nombre. La bajista, con su aún torpe alemán, pidió una mesa para tres, los acomodaron en una de las mesas junto a los ventanales con el servicio perfectamente colocado y las cartas reposando en el centro. Luka ayudó a Marinette con lo que ponían en la carta e hicieron sus pedidos cuando el camarero regresó para tomarles nota.

—¿Cómo lo hiciste? —farfulló Juleka mirando a Marinette—. Te fuiste a Nueva York y te adaptaste al lugar como si nada, ¿cómo lo hiciste?

Marinette rió y sacudió la cabeza.

—No me adapté como si nada. Antes de irme estaba muerta de miedo, pensaba todo el rato en que me perdería —explicó, obviando la cantidad de horas que había pasado torturando a Tikki con ese tema—, que no sería capaz de hacer nada bien. Entonces Luka me empujó hacia el puesto de control del aeropuerto y la multitud me arrastró hasta el otro lado. Ya no hubo vuelta atrás.

—No te empujé, exactamente.

—Sí que lo hiciste.

En realidad, ella había tropezado con su propia maleta y acabó siendo arrastrada por la marea, pero prefería no poner su torpeza, de nuevo, en evidencia.

—Me subí al avión y sólo podía pensar en saltar en paracaídas para volver a casa. —Juleka soltó una carcajada al tiempo que llegaba su comida—. Pero al final me dormí y al despertarme estaba en Nueva York.

»Me encantaría decirte que todo fue fácil, que me senté en el sofá del apartamento y todo fue como en una película, perfecto, cómodo y agradable —explicó con tono amable—; pero no fue así. Me pasé la primera hora sentada en la alfombra de la entrada llorando y deseando volver a mi casa.

—¿Y cómo lo hiciste?

—Me atiborré de helado —confesó—. Después pensé si aquella oportunidad era la que tanto había querido. Lo quería. ¿Me iba a rendir sin más? ¿Dejaría escapar la oportunidad porque me daba miedo? Me levanté de la alfombra y después todo fue un poco más fácil.

Juleka asintió, aquello era lo que quería, una oportunidad para crecer como persona y en la música, ampliar su mundo, darse la oportunidad de ser mejor y demostrarse a sí misma cuánto valía.

—Tengo que levantarme de la alfombra —susurró mirando su plato de pasta.

—Al poco de llegar publicaron un artículo sobre mí —continuó Marinette. Luka y Rose le había contado lo del artículo—. Me angustiaba porque creía que ensuciaría el nombre del señor Moore, quise dejarlo y volver a casa, pero él me dijo que no lo hiciera, que si lo que decía el artículo no era cierto debía ignorarlo sin más. Lo hice y entonces todo fue mejor.

—No deberías dejar que ese artículo te haga querer huir —intervino Luka—. Juls, cuándo éramos unos críos y nos escapábamos de noche de la habitación, subíamos a la cubierta y hablábamos de lo que nos gustaría hacer cuando fuéramos mayores.

Miró sorprendida a su hermano, Marinette también parecía estarlo. Luka y ella nunca hablaban de eso, era como un secreto. Los años de pesadilla enterrados bajo una alfombra.

—Nos escaparemos de Jean y seremos libres —prosiguió con voz distante—. Nos dedicaremos a la música, nadie podrá pararnos.

—Luka...

—Ahora que Jean no está, ¿dejarás que una revista se meta en tu camino?

—No. Tienes razón. Gracias, a los dos.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Visitando Heidelberg para salvar a Juleka de sus propios miedos. Tenía ganas de llegar a esta parte para poder cerrar el círculo con el principio, la experiencia de Marinette en Nueva York y un poco del pasado de los dos hermanos.
Mañana más.

Entre mis acordes- Fictober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora