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Recosté su cuerpo sobre la cama y comencé a limpiar la sangre que escurría de su cráneo, peiné su cabello rizado y también le cambié la ropa. Le puse su vestido favorito, el que mi padre le había regalado en su primer aniversario de bodas.

Bajé a la cochera y tomé los garrafones de gasolina que mi padre guardaba en caso de que su auto se quedara sin ella. Subí de nuevo a la habitación y comencé a esparcirla por todo el lugar. Cuando terminé, caminé hasta donde se encontraba el cuerpo de mi madre y le besé la frente —Adiós— susurré en su oído. Salí de la habitación y encendí un fósforo, lo dejé caer para que se prendiera la gasolina y cerré la puerta.

Fui a donde Erick me esperaba —¿Está todo bien?— preguntó dándome un abrazo.
Contuve las lágrimas y me zafé de él —Vámonos— comencé a caminar —Tenemos que encontrar ese refugio.

Ambos comenzamos a caminar hasta llegar a la salida de la ciudad, en donde nos encontramos con unos letreros grandes que decían: “Refugio a cinco kilómetros, por favor siga los señalamientos”, acompañado de una línea que señalaba hacia la carretera.

—Continuemos— seguí caminando, pero Erick se detuvo.

—Hay que descansar, no hemos parado desde que salimos de tu casa.

Me detuve y me giré, él se había sentado en el suelo, pero yo no pararía hasta encontrar a su madre y mi familia. —¿Acaso no quieres encontrar a tu madre?— lo miré.

—Si, pero yo estoy cansado y tengo sed.
—Ya falta poco para llegar, cuando lleguemos ahí podrás beber y comer todo lo que quieras.

—Está bien— se levantó desanimado y comenzó a caminar para poder alcanzarme.

Un pequeño grupo de hombres se interpuso en nuestro camino, estos traían ametralladoras y a simple vista parecían bandidos —Mira nada más, que hermosa mujer— habló el hombre más intimidante.
—Ponte detrás de mí— Erick me tomó de la mano y se puso delante de mí.

—La chica es mía— un hombre me tomó de los hombros y se acercó a mi cuello.

—Suéltame— me solté de él y en un veloz movimiento saqué la pistola de mi padre y le apunté.

El hombre comenzó a reír y miró al resto de hombres que venían con él —Que estúpida, ¿Acaso no vez la posición en la que te encuentras?

Mire hacia los demás hombres, mismos que apuntaban con sus armas hacia nosotros. —¿Qué es lo que quieren de nosotros?

—Nada en especial— sonríe mientras se acerca a mí.

—Entonces, solo déjanos ir. Tenemos que llegar al refugio.

—Solo queremos conversar.

—Pero nosotros tenemos prisa— tomé la mano de Erick y comencé a caminar.

—¿A dónde crees que vas?— el hombre me tomó el cabello y me jaló hacia atrás —Yo no he dicho que pueden irse.

El hombre me aventó al suelo y luego los demás que lo acompañaban comenzaron a golpearme.

—¡SUELTENLA!— escuché a Erick gritar y seguido de eso recibí un golpe en la cabeza que me dejó inconsciente.

Después de algún tiempo, desperté. El lugar en el que me encontraba estaba húmedo. Intenté zafarme, pero me habían atado las manos y los pies. —¿Erick?— lo llamé, no podía ver nada ya que tenía los ojos vendados y no sabía si se encontraba aquí conmigo.

Solo se podía escuchar un silencio sofocante, me sentía ansiosa. Quería soltarme las manos y encontrar a Erick lo mas pronto posible para poder escapar de estos criminales.

—Veo que al fin despiertas— uno de los hombres me descubrió los ojos y fue en ese entonces que visualice con mas detalle en donde me encontraba.

Estaba amarrada a un pilar del centro comercial —¿Dónde está él?— lo miré seriamente.

—Tranquila, él se encuentra bien— se acercó a mi oído —Por ahora— susurró y comenzó a reír.

—Suéltame, necesito verlo y saber que en verdad no le hiciste nada— comencé a forcejear.

—Detente— me sostuvo las piernas.

—¡CLARÍS!— escuché la voz de Erick, un tanto lejos de donde me encontraba yo.

—¡ESTOY AQUÍ!— grité también. Quería que supiera que nada malo mi había pasado y que me encontraba bien para que no se preocupara.

—Cállate— el hombre me golpeo el estómago fuertemente. Yo solo me quejé de dolor. El hombre se puso de pie y comenzó a caminar en dirección a donde provenía la voz de Erick.

Minutos después, él y todos sus hombres regresaron. Uno de ellos traía a Erick sujetado de los brazos y, en cuanto llegaron a donde me encontraba, el hombre arrojó a Erick al suelo en frente de mí.

Erick también tenia los brazos atados y su cara estaba llena de golpes —descuida, todo estará bien— susurró y sonrió.

—Ahora jugaremos un juego llamado: “bebe la medicina”— el hombre que lideraba se colocó en cuclillas y nos miró a ambos. Otro hombre le acercó una botella de agua y un frasco de pastillas —¿Por quién comenzamos?— dio pequeños pasos y se acercó a Erick.

—Yo— susurré. —Yo jugare tu juego— no permitiría que nada malo le pasara a Erick.

El hombre se giró y se levantó. Comenzó a caminar hacia mi, mientras aplaudía lentamente. Luego, cuando estuvo a dos pasos de mí, volvió a sentarse en cuclillas y se acercó a mi oído. —¿En serio vas a arriesgar tu vida por otra persona?

—Haría lo que fuera por un amigo y estoy segura de que él haría lo mismo por mi— miré a Erick y sonreí.

—No, Clarís, detente.

—Vaya, vaya— el hombre abrió el frasco y sacó dos pastillas de dentro. Luego me las metió a la boca y me hizo darle un trago de agua a la botella.

Las pastillas eran color amarillo, casi idénticas al MDMA y el hombre me hizo tragarlas. Sentía como resbalaban por mi garganta y en cuestión de minutos estas comenzaron a hacer efecto. Mi vista comenzó a volverse borrosa y entre mi delirio pude escuchar la risa de mi madre en el oído.

Sentía que mi cabeza estallaba, que explotaría en cualquier momento. Volteé a ver a Erick, el cual gritaba algo que no podía entender. Lo único que escuchaba era a mi madre, llamándome por mi nombre, una y otra vez.

—¿Mamá?— yo también la llamaba. Cuando cerré los ojos y volví a abrirlos el escenario cambió.

Me encontraba en mi casa, sentada en el sofá al lado de mi madre, mientras mirábamos TV. Esta solo emitía el mismo comunicado que había escuchado con Erick.

La sensación era tan acogedora que era casi imposible regresar. Aquí tenia a mi madre. —Clarís— mi madre me llamó. Volteé a verla —Tienes que despertar— me dio una de las sonrisas que me gustaba ver en su rostro.

—No quiero— susurré.

Ella me tomó de los hombros y luego me jaló hacia ella —Tienes que hacerlo, cariño. Tienes que protegerlo.

—Pero, si lo hago, no volveré a verte.

—Yo estaré siempre presente. Aquí— me separó de ella y me tomó el pecho. Me miró y luego sonrió —Adiós— susurró.

—Clarís— la voz de Erick me llamaba.
Poco a poco volvía a la realidad, mi vista aun estaba nublada, pero podía ver la preocupación de Erick. —¿Qué…?—. Intenté hablar, pero el me puso la mano en la boca y me levantó del suelo.

Ambos comenzamos a caminar, miré a mi alrededor y pude apreciar claramente como los hombres que nos atacaron se encontraban en el suelo mientras que los infectados se los comían en masa.

Mi mente aun se encontraba fuera de mi, entonces sentía como algo dentro de mi gruñía como ellos. Se daba tirones de cabello mientras que se retorcía en el suelo. Estaba sufriendo y podía sentirlo.

Ya no podía mantenerme despierta, mi cuerpo quería desvanecerse y mis ojos cada vez estaban más cerrados. En un momento simplemente me dejé vencer y me desmayé.

NACIÓN Z      [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora