012

27 4 0
                                    

Nos encontrábamos parados en la puerta de la colonia. Sobre ella había un enorme letrero. “Bienvenidos”, eso era lo que decía.

Cuando se dieron cuenta de nuestra presencia dos hombres armados salieron —¡IDENTIFÍQUENSE!— gritó uno de ellos.

—Yo soy Alan y ella es Cero— dijo Alan poniéndose delante de mi.

—¿Qué es lo que buscan en Pandora?— el hombre volvió a preguntar.

—Queremos quedarnos— respondí, ahora yo.

Uno de los hombres miró hacia la garita y asintió, seguido de eso un dardo tranquilizante se estampó en mi espalda y otro más se estampó en la de Alan.

Un golpe fue el que me hizo reaccionar, me encontraba atada en una silla, esta silla estaba fija al suelo y la habitación en la que me encontraba era muy pequeña.

Un hombre adulto se encontraba frente a mi y cuando me vio despertar se sentó en cuclillas y me miró directo a los ojos.

—Perdón por la forma en la que los tratamos, pero solo cuidamos de los nuestros— yo lo miré y no dije nada —Me informaron que quieren unírsenos— asentí —Bien, tienes que responder con la verdad a todas mis preguntas, ¿Esta bien?— volví a asentir. —¿Cuál es tu nombre?

—Clarís— respondí a su pregunta.

—¿Qué eras antes de los infectados?

—Una estudiante de preparatoria.

—¿Por qué quieres unirte a nosotros?
—Porque no tengo a donde ir.

—¿Dónde vivías antes de venir aquí?

—En una instalación del grupo H, o eso fue lo qué Alan me dijo.

—¿El grupo H?

—Eh, desperté de un coma hace cuatro días, no recuerdo nada de lo qué pasó después de haber…— me callé, no debía decirle que había muerto y vuelto a la vida, porque nadie creería eso, entonces, ¿Qué debía decir? —Entrado en coma.

—Ya veo— se levantó, se dio la vuelta y salió de la habitación.

Solo escuché que ordenó que me cuidaran y se marchó. Solo espero que Alan no diga cosas que no debe decir.

Después de un rato el hombre volvió con otro hombre más, la puerta se abrió y ambos hombres entraron. El segundo hombre se acercó a mi mientras que el que me interrogó se quedó parado en la puerta.

—¿Qué es de ti ese chico con el que llegaste?— preguntó intimidante.

Pensé mi respuesta, ¿Qué carajo había dicho Alan?

—Somos conocidos— respondí.

—Te lo dije— dijo el hombre detrás de el —La mujer no recuerda nada.

—El chico dice ser tu hijo ¿Es eso cierto?

—No lo sé, ya lo dije, desperté hace cuatro días.

—Bien, suponiendo que dices la verdad les haremos un par de pruebas— dio la vuelta y luego su compañero me desató.

—Adelante, camina— el que me interrogó me señalaba con un arma, estaba al pendiente de que no hiciera nada extraño.

—¿Qué tipo de pruebas haré?— pregunté al hombre mayor.

—Destreza, disparo, rendimiento físico y finalmente inteligencia— respondió.

—Y Alan ¿Dónde está?

—Haciendo su prueba— se frenó y miró al frente —Puedes verlo desde aquí.

Alan era sorprendente ,¿Qué tanto había aprendido estando en ese laboratorio? Su rendimiento, su fuerza todo rebasaba al humano normal, pero era obvio que él no era un humano normal. Entonces, ¿Yo podía hacer lo que él?

—Tu turno, Cero— el hombre mayor me miró.

—No soy Cero, soy Clarís— dije y entré a la arena.

—Suerte— dijo Alan cuando se cruzó conmigo por el camino.

—La tendré— fui a donde me harían mis pruebas.

No era por presumir, pero era excelente en combate, logré vencer a todos sacando movimientos que jamás en mi vida había hecho, los movimientos fueron fuertes y precisos. Estos eran diferentes a los de Alan pero poseían casi la misma fuerza.
Luego en la prueba de disparo ocupé las enseñanzas que el soldado nos había dado. Era algo complicado dar en el blanco, pero mi mira era precisa y casi todos los tiros di en el centro.

Las pruebas terminaron, regresé a donde Alan y los hombres, cuyos nombres desconocía, se encontraban.

—Muy bien hecho, Cero— dijo Alan acercándose a mi.

—También lo hiciste genial— sonreí.

—Entonces— Alan miró al hombre más viejo —¿Estamos dentro?

—Por supuesto que si— respondió el hombre que me interrogó —Sus capacidades nos serán de utilidad— comenzó a caminar de regreso —Vengan que les presentaré al resto del equipo— dijo animado.

—Esta bien— Alan caminó detrás de él.

Después yo caminé y el hombre mayor caminó a mi lado —Entonces, ¿Tú nombre es Clarís?— cuestionó.

—Así es— respondí —¿Puedo saber el tuyo?

—Por supuesto, permite que me presente adecuadamente. Mi nombre es Erick y soy el líder de Pandora— estiró su mano para estrecharla con la mía.

—Eso es genial, no creí que el líder de este enorme lugar nos recibiría personalmente.

—Es mi trabajo— sonrió alegre —Aparte de dirigir este enorme lugar recibo a la gente que viene a albergarse aquí.

—Ah, ya veo— mire a otra dirección y continué caminando.

Este era mi amado Erick. Si era él, había cambiado mucho, su cabello comenzaba a teñirse de blanco y algunas arrugas se asomaban en sus ojos. Pero seguía siendo igual de guapo que cuando éramos jóvenes.

—Entonces, ¿Dónde aprendiste a pelear y disparar?

—Antes de quedar en coma estuve en el ejército, cuando esto comenzó un grupo de soldados me encontró y me entrenó— mentí.

—Eso es genial.

—Si, lo es— susurré.

—Bien, aquí es— el que me interrogó se paró enfrente de la enorme puerta de acero — Aquí vivimos los del grupo de recolectores. Lo mejor de lo mejor— abrió la puerta y entramos a la enorme casa —Equipo, tenemos visitas.

Los treinta soldados se acomodaron en perfecto orden, alineados y derechos —¡SALUDEN AL JEFE!— uno de ellos gritó y se puso la mano en la frente.

—¡SEÑOR!— el resto hizo lo mismo que el hombre.

—¡DESCANSEN!— el que me interrogó gritó y caminó a través del pasillo que se había formando con los hombres.

—Ellos son nuevos integrantes en Pandora— nos señaló —Expresen sus respetos.

—¡BIENVENIDOS!— gritaron todos al unísono.

—El chico se llama Alan y la mujer Clarís.

Al escuchar mi nombre los hombres se miraron entre sí y comenzaron a murmurar cosas como: se llama igual que nuestra fundadora y cosas de mi yo anterior.

—Ahora, ustedes preséntense— ordenó a los hombres.

—Rayan— habló el primero.

—Oliver.

—Doris— dijo una voz femenina. Ella parecía un chico y la confundí.

—León.

—Green.

Todos se presentaron y al final el hombre lo hizo —Yo soy Jun—. No era cierto, ¿En serio este hombre fuerte era ese mocoso? ¿El hermano menor de Samanta? ¿El pequeñito que siempre tenía los mocos de fuera?

—Un gusto conocerlos a todos— dije con una sonrisa.

Ahora lo único que me faltaba era conocer a mi hijo, a mi bebé Ronny.

—Vengan que ahora los presentaré con los demás— hablo Jun.

Caminamos siguiéndolo y llegamos hasta el centro de la gran colonia me di cuenta de que todos los que ahí vivían convivían en armonía y unificados.

NACIÓN Z      [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora