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CLARÍS

Desperté después del desmayo. Esta vez me encontraba recostada sobre una dura mesa de metal. Al principio mi vista estaba nublada y mi cabeza daba vueltas, pero cuando me incorporé visualicé a cuatro muchachos, casi a la edad de Alan. Todos ellos me miraban y el pelinegro sonreía.

—¿Qué hago aquí?— pregunté tocando mi cabeza —¿Quiénes son ustedes?

—No de nuevo— susurró el chico pelinegro —Eres bastante descuidada, Cero— se acercó a donde me encontraba —tienes que dejar de arriesgarte de esa forma.

—No te acerques— levanté una mano para impedir que el chico pelinegro se acercara más a mi—Aún no contestan mis preguntas— ¿cómo es que ese chico me conocía?

—Veras— habló el chico —Tú, Sam y yo somos infectados.

—¿Qué? ¿Hay más aparte de Alan y yo?

—¿Quién es Alan, Cero?— preguntó el pelinegro.

—Estaba en el mismo laboratorio donde yo— respondí. En ese momento recordé la misión que tenía y me levanté bruscamente de la mesa y busqué la maleta con el medicamento —Lo siento— tomé la bolsa, misma que se encontraba al lado de la mesa —Tengo que llevar algo importante a alguien— me cargué la bolsa en la espalda y comencé a caminar.

—Espera, Cero— el chico pelinegro me tomó del hombro y me hizo detener —No puedes irte, tenemos que estar juntos.

—¿Por qué motivo haría eso?— pregunté —No conozco tu nombre ni nada sobre ti.
—Soy Ben— se presentó —Él es Sam— señaló al pelirrojo.

—Mucho gusto, Cero— habló el pelirrojo acercándose y estirando su mano.

—No tengo más tiempo que perder— volví a girarme —Vengan conmigo, este lugar es peligroso— comencé a caminar hasta salir de la tienda en la que nos encontrábamos.

Los cuatro chicos me siguieron el paso y caminamos juntos hasta el lugar donde había estacionado el auto. Una vez llegamos, entramos y comencé a conducir a la dirección donde quedaba Pandora.

—Dime algo, Cero— preguntó el chico pelinegro que se había sentado en el lado del copiloto.

—¿Qué cosa?— pregunté mirándolo y después volteando la vista al frente.

—¿En verdad olvidas todo cuando te expones a ellos?

—No entiendo, ¿A qué te refieres?— pregunté, ya que en verdad no lo sabía.

—Tu no puedes estar mucho tiempo rodeada de infectados porque tu sistema reacciona no muy a tu favor y comienzas a marearte y a perder el conocimiento. Según sé, el disparo que te diste en la cabeza afectó a tu sistema y cada que estás en contacto con ellos tu mente olvida todo lo que has hecho hasta ese momento.

—Supongo que es verdad— susurré, ahora sin despegar la vista del frente —No se lo que sucedió en los últimos veintiún años, solo recuerdo mi vida hasta antes del accidente. Pero supongo que tú eres como ese chico raro de Pandora.

—¿Qué chico?

—Cuando nos conocimos dijiste que eras un infectado, tú y el pelirrojo lo son, pero su color de ojos no es como el de Alan y el mío, el suyo es normal igual que el chico raro. ¿También nacieron de una mujer infectada?

—Algo así— susurró el chico del copiloto —Entonces, ¿Cómo es ahí? ¿Cómo es el lugar al que vamos?

—Es hermoso— dije con una sonrisa —Ahí podremos vivir en paz, lejos de los infectados. Es lo que quise desde un principio, Erick logró convertirlo en eso.

—¿Es seguro?— preguntó el rubio.

—Por supuesto— respondí mirando por el espejo retrovisor.

(…)

Por varias horas estuvimos en la carretera, en silencio.

Y cuando llegamos dije una última cosa —Olvide decirlo— hablé cuando vi que las enormes y resistentes puertas de Pandora se abrían —Una vez adentro los llevarán a un lugar distinto a donde voy yo— cuando las puertas estuvieron abiertas, entré con el auto y me frené.

—¿Qué pasará? ¿A dónde nos llevarán?
—Solo les harán preguntas y ustedes dos— miré al chico del copiloto —no pueden decir lo que son— abrí la puerta y salí.

Después fui a la cajuela y saqué las medicinas que la hija de Erick necesitaba. Los chicos bajaron del auto, lo cual hizo que los guardias apuntaran con sus armas.

—¿Ellos quienes son, Clarís?— preguntó uno de los chicos que bajaba rápidamente de las garitas.

—Los encontré, no creo que sean malos, así que pueden llevarlos a que Jun los interrogue— me cargué la maleta en la espalda y me fui.

Alan me detuvo por el camino —Al fin vuelves— dijo parándose frente mío —Estuve esperándote toda la tarde, creí que algo malo te había pasado.

—No te preocupes— tomé su cabeza y revolví su cabello —Nada malo me pasará— sonreí y continué caminando en dirección al hospital — Acompáñame a entregar el medicamento, después regresemos a casa.

—Está bien— asintió y se acomodó el cabello.

Nos encaminamos hasta el hospital y cuando llegamos entramos y nos dirigimos hasta la enfermera que ahí se encontraba —He traído esto— dije —Es para la hija de Erick— me quité la maleta de la espalda y se la entregué.

—Es un poco pesada— la puso en el suelo y fue a llamar a sus compañeros para que ellos la llevaran a otro sitio.

Erick entró al hospital y se acercó a donde nos encontrábamos —Me alegra que hayas vuelto— sonrió —¿Encontraste los medicamentos?— preguntó y yo asentí —Me alegra saberlo— se tocó la cabeza —Estaba desesperado y no sabía que hacer.

—Tranquilo— toqué su hombro —El hospital estaba lejos, por eso tardé en volver, pero ya estoy aquí.

—En serio, gracias.

—No hay problema, recuerda que somos amigos— volví a sonreír. —Bueno— miré a Alan —Es hora de volver a casa— dije y seguido de eso caminé hasta salir, seguida de Alan.

Solo había algo que me inquietaba en estos momentos, ¿Quiénes eran esos chicos? Y ¿Por qué razón me conocían?

NACIÓN Z      [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora