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NARRADOR



El disparo resonó por todo el lugar, anunciando a los infectados que la chica se encontraba ahí. Ella cayó al suelo y los infectados se concentraron alrededor de su cuerpo muerto.


Los infectados permanecieron estáticos, mirando como el cuerpo de la chica cambiaba. Clarís se retorcía en el suelo, mientras que la infección recorría todo su ser.


Cuando el virus consumió su cuerpo completamente, se levantó del suelo. Ahora ya no como humana, sino como un infectado más, sin el raciocinio y con un solo objetivo: comer carne humana.


El virus la hizo vagar, al lado de los demás infectados que se encontraban a su alrededor. Logró recuperar el raciocinio gracias a lo que comió, pero no fue la carne de un animal, había comido carne humana, pero ella no lo sabía.


Poco a poco volvía a tener razón de ella y cuando despertó de su larga pesadilla se encontraba en una habitación que no logró reconocer.


Sus manos estaban atadas a la cama y pudo observar que la puerta estaba cerrada para impedir que ella saliera.


-¿Hay alguien allá afuera?- cuestionó mientras forcejeaba para liberarse y descubrir si ese era el cielo o el infierno. -¿Hola?- volvió a llamar.


Del otro lado de la habitación se escucharon pasos de una persona que se movía de un lugar a otro. Después la puerta, que al parecer era de la entrada, se abrió.


En un breve tiempo dos hombres entraron a la habitación en la que Clarís se encontraba y se acercaron, uno de ellos con un arma, apuntando en todo momento a la chica y manteniéndose alerta en caso de que ella atacara.


-¿Dónde estoy?- preguntó Clarís.


-En nuestra casa- respondió el hombre más joven, el que aparentaba tener unos quince años.


-¿Cómo es que terminaste tumbada en el suelo?- preguntó el mayor.


-Yo... ¿Dónde me encontraba?


-Cerca de aquí- respondió el menor -Aunque tus ropas estaban empapadas en sangre y tu aspecto si que era el de un verdadero vagabundo.


-La ubicación- Clarís miró intimidante ya que comenzaba a sentirse atacada -¿En que lugar del estado nos encontramos?


-Las grutas mineras- respondió el mayor.


-No- la frustración comenzó a formarse en su rostro -Estamos muy lejos del lugar en el que yo...- se calló. -Mienten- los miró -No podemos estar en las grutas mineras porque prácticamente está del otro lado del estado.


-Pero no mentimos- alegó el mayor -Tú en serio estabas inconsciente cerca de aquí.


Clarís cerró los ojos y tragó saliva. -¿Por qué me tienen atada?.


-Había una cicatriz en tu costado, era de una mordida- respondió el mayor -Creímos que podías convertirte y atacarnos, pero veo que aún estás en tus cinco sentidos.


-Yo...- susurro -Morí- miró a ambos hombres -Me tire un disparo a la cabeza, le abrí paso a mis colegas porque uno de los infectados me mordió.


Al escuchar eso, el mayor comenzó a reír. -¿En serio no te golpeaste la cabeza o algo así? Tu cabeza está en perfectas condiciones y no tiene ni un solo rasguño.


-Yo se lo que hice- volvió a forcejear -Ahora suéltenme, debo volver con los míos.


-Alan debe autorizarlo primero- dijo el mayor y se giró -Debemos avisarle que despertaste- dicho eso comenzó a caminar hasta la puerta y luego el menor lo siguió.



(...)



Era de noche ya. Clarís sabía que algo estaba mal con ella. Su vista era un poco borrosa y su sentido de audición rebasaba lo normal. Cuando los hombres se encontraban ahí ella sentía la necesidad de abalanzarse y atacarlos.


Algo quedaba claro y era que el virus que obtuvo por la mordida estaba ahí y trataba de salir y hacerla perder el control.


El hombre al que llamaron Alan, entró a la habitación. La chica aún se encontraba atada y cuando lo vio sintió miedo, ya que su apariencia decía que era una mala persona.


-Matías me dijo que tú aseguras haber muerto- el hombre se acercó a donde Clarís reposaba.


-Aléjate- pidió. El virus estaba por consumirla y la obligaba a ceder. Los gruñidos salían de sus labios, indicando que pronto iba a ceder.


-Entonces es cierto- el hombre se sentó en cuclillas al lado de ella, misma que trató de morderlo -Eres un infectado, pero aún conservas ese sentimiento de humanidad, que magnífico- sonrió y después se puso de pie nuevamente -Ahora debo descubrir la manera en la cual tenerte cuerda todo el tiempo.


-Yo...- comenzó a perder el control de si misma -Tengo que volver con Erick- susurró antes de convertirse.


El hombre buscó algo que pudiera mantener a Clarís cuerda. Tardó algo de tiempo, pero finalmente lo consiguió, la única forma en la que Clarís se mantenía con razón era cuando comía carne, al principio el hombre la alimentaba con carne humana y Clarís pensó que también esa era la única forma, pero luego descubrió que la carne animal también le funcionaba, e incluso le daba más proteína que la carne humana.


Alrededor de dos meses después, la chica ya había formado parte de aquel grupo y se había vuelto cercana a Alan.


-Entonces- habló Alan y Clarís volteó a verlo para que él dijera lo que tenía en la boca -Ya me dirás ¿Quién es ese tal Erick?


Clarís sonrió -Alguien a quien aprecio- recordó aquellos buenos momentos qué pasó con él -Aunque ahora seguramente ya me olvidó.


-¿Qué te hace pensarlo?


-Nuestra relación era más de amigos que de pareja, tal vez ya se enamoró de alguien más- miró hacia el suelo -Ya que técnicamente estoy muerta él me ha dejado ir y se consiguió a alguien más.


El hombre la tomó de la mano -Puedes abrir tu corazón a alguien más. Él ya quedó en el pasado.


Clarís lo miró nuevamente -Ya lo hice- sonrió -Pero aún no aseguro mis sentimientos- miró hacia el frente y caminó más rápido para poder perderse en el corredor.


Pudo haber sido cosa del destino, o tal vez los sentimientos que Clarís tenía por Erick no eran tan fuertes como ella pensaba. El corazón de la chica ya había sido robado por alguien más, por aquel que la había salvado.


NACIÓN Z      [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora