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—Ronny— susurré. Tomé de la mano a Erick y lo jalé hacia la puerta para salir e ir con el pequeño.

—Espera, Clarís, ellos ya vienen hacia aquí— susurra él.

Yo solo seguí caminando y entre a la habitación en donde estaba el pequeño jugando con su juguete que le había regalado la vez pasada. Erick aseguró la puerta y se acercó a donde estaba.

—¿Qué haremos ahora? Ellos entrarán aquí tarde o temprano.

—Cuida al bebé y no permitas que haga ruido— susurré poniéndome de pie —Buscaré una salida— me acerqué a la ventana.

La abrí sin hacer ruido y me asomé por ella. Al lado de la ventana había un árbol que nos serviría como nuestra ruta de escape. Sonreí al ver que no era nuestro fin, di media vuelta y fui a esculcar entre las cosas de la habitación algo con lo que pudiera cargar al pequeño y algunos suministros que nos servirían de utilidad en el futuro.

—¿Encontraste algo?— preguntó y yo solo me limité a asentir.

Cargué al bebé en mi espalda y antes de salir por la ventana escuchamos el grito de delirio del hombre que me había disparado —Recuerda nuestro juego— le susurré al bebé para que no hablara o llorara.

Cuando nos encontramos en el suelo, Erick me tomó de la mano y comenzamos a correr velozmente para poder llegar a un refugio lo más rápido posible. La herida me dolía y aún salía sangre de ella.

En cuanto llegamos a la siguiente casa fui directo a sentarme al sillón para recobrar el aliento. Baje al bebé Ronny y luego me recosté ya que estaba completamente exhausta. Cerré los ojos y me quedé dormida.

Al día siguiente, cuando desperté, Erick se encontraba en el suelo de la sala jugando con el bebé Ronny. Yo estaba cubierta con una manta. Me toqué la herida y vi que Erick la había curado mientras dormía.

Los miré por un rato mientras sonreía. Cuando Erick me miró, sonrió —despertaste, ¿dormiste bien?

—Como tronco— respondí.

—¿Adivina a quien me encontré?— Al parecer de su mirada, se había encontrado con su madre, pero preferí esperar a que me diera el nombre de la persona —Tu hermano Mateo.

Eso me hizo quitar un peso de encima. Me levanté rápidamente y eso hizo que un dolor me invadiera en el área de la herida, me quejé, pero no le di importancia —¿Dónde está?— estaba ansiosa por verlo, por abrasarlo y decirle cuanto lo quería.

—En la cocina, se ofreció a preparar el desayuno.

Rápidamente comencé a caminar hacia la cocina y al entrar lo vi de espalda. Y por el aroma, estaba preparando su especialidad. —¿Mateo?— caminé lentamente hacia él y cuando se giró corrí a abrazarlo.

—Clarís ¿Estas bien? ¿No te duele la herida?

—No, yo estoy bien— susurré, aún abrazándolo.

—Me alegro que así sea, creí que jamás te volvería a ver.

—Ahora estamos juntos. No permitiré que nadie nos separe— me solté de él y sonreí, mis ojos estaban llenos de lágrimas de felicidad. Mi hermano estaba conmigo y solo faltaba encontrar a mi padre y mi hermano Lucas.

—¿Tienes hambre? Preparé tus favoritos.
Asentí, estaba más que hambrienta. Mis tripas rugían de hambre ya que lo único que había llevado al estómago en los últimos días había sido la media lata de comida enlatada de la noche anterior.

Después de un rato de esperar, finalmente Mateo salió de la cocina con lo que había preparado en un plato. Puso el plato sobre la mesita de la sala y yo no aguanté más, me moría de hambre, así que tomé uno de esos y comencé a devorarlo.

—Mamá come muy rápido. Mamá puede ahogarse— dice el bebé y eso hizo que Mateo lo mirara y me mirara a mi.

—¿Desde cuando tienes un hijo?— preguntó y eso me hizo atragantar con la comida que tenía dentro de mi boca.

—No es mi hijo— respondí —Lo encontramos en una casa, estaba solo así que lo trajimos con nosotros para cuidarlo.

Mateo solo comenzó a reír —Ya lo sé. Erick me contó todo.

Cuando dijo eso me puse nerviosa. Tal vez Erick le contó acerca de mi madre y ahora él iba a odiarme por lo que le hice. La sonrisa que tenia en mis labios se borró y comencé a llorar —Perdóname— susurré colocando mis manos en mi cara.

—Tranquila— me tomó la espalda.

—¿Cómo quieres que me tranquilice? Yo la mate y aún me atormenta todas las noches.

—Clarís. No tienes porque culparte por su muerte. Mamá dejó de ser humana en el momento en el que se infectó, tu no la mataste ¿entiendes?

—Claro que lo hice. Nada de lo que tú o Erick digan ahora va a cambiarlo.

—Mamá— el bebé Ronny me llamó y yo volteé a verlo.

Limpié mis lágrimas —dime, cariño— sonreí.

—Quiero hacer pipí.

—Vamos, corre, vamos al baño— me levante rápidamente y lo lleve al baño para que orinara.

Cuando regresé con el bebé a la sala, Mateo se encontraba recogiendo los trastes sucios. Me acerqué a donde se encontraba para ayudarle a lavarlos, tal como lo hacíamos en casa.

—Extraño a mamá— digo queriendo romper en llanto nuevamente. —Extraño a Lucas, a papá. E incluso extraño al vecino molesto que se la pasaba todo el día en su porche.

—También los extraño. Pero pronto estaremos todos juntos.

—Si— susurré sonriendo.

Esta era la prueba viva de que aún podíamos reunirnos con nuestro padre y hermano. Que aún existía la posibilidad de estar todos juntos nuevamente. Pero eso no pasaría pronto, o al menos no el día de hoy. Teníamos que seguir movilizándonos, seguir buscándolos.

NACIÓN Z      [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora