Capitulo 4

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Una mujer hermosa sentada en un sofá negro acariciaba el cabello de una bella joven que al parecer estaba dormida.

La mujer era la muerte, todos creían que su apariencia era de una calavera vestida con una túnica negra y una Oz, que ilusos. Ella podía tomar la apariencia que deseará. No por nada era una deidad.

La muerte no tenía sentimientos o eso creían, ella los tenía, ella alguna vez hace mucho, mucho tiempo fue una bella jovencita, enamorada de la vida y dichosa de su familia, pequeña y humilde, vivió feliz en torno a su padre y sus hermanas menores, su madre ya no estaba a su lado. Los años pasaron y la belleza de la joven se hizo mas notoria y los pretendientes la cortejaban y ella alagada aceptaba los cortejos, pero llegaron dos hombres, uno humilde como ella y el otro rico, ella se enamoro del humilde, rechazo al rico, ese fue su mayor delito.

Fue feliz en los brazos de su enamorado, pero todo se acabo, una noche luego de una caminada a la luz de la luna con su prometido, su vida se volvió un infierno, aquel hombre rico, les robó la dicha a sus hermanas para luego matarlas, su padre murió de tristeza por sus niñas y ella, ella fue brutalmente violada y asesinada, su vida, sus sueños, anhelos. Todo se fueron a la basura, recordaba como la luz se extinguió y una voz grotesca le ofreció la venganza a cambió de su alma, ella tontamente aceptó y selló su maldita existencia en la oscuridad.

Se vengó, mato aquel mal nacido, pero no volvió a la vida, solo fue engañada, obligada a seguir matando y separando familias, eso le dolía pero no tenía opción. No tenia salida, ella era la oscuridad en el mundo y su amado era la luz, ¡Que extraño era el karma!, su amado creaba vida y ella la destruía.

El bien y el mal, el día y la noche, la vida y la muerte. Incapaces de estar completamente juntos pero destinados a estar uno al lado del otro.

-¿Por qué lloras?- susurro la joven de ojos verdes, que la miraba adormilada desde sus piernas.

-Despertaste pequeña- la muerte seco sus lágrimas y sonrió con dulzura a la morena.

-¿Por qué llorabas?- repitió ignorando lo dicho por la mujer y enderezándose con cuidado de la posición en al que estaba.

-Solo recordaba el pasado, mi pasado- la voz de la mayor se quebró y las lágrimas traicioneras se desbordaban por sus mejillas.

La morena menor totalmente asombrada y aterrada la abrazó, colocó la cabeza de la llorosa mujer en su pecho y acaricio su pelo, empezó a tararear una melodía, que Petunia le cantaba a su hijo en su más tierna infancia.

"Calla mi vida,
no hay que llorar,
duerme y sueña feliz.
Siempre tú debes
mi arrullo llevar,
así yo estaré junto a ti."

La nueva voz de Potter ayudaba mucho a cantar, era melodiosa y dulce. La muerte se fue relajando hasta dormirse aun con lágrimas en sus mejillas, pero la de ojos verde no dejo de cantar una y otra vez y acariciar el cabello de la llorosa mujer, ninguna de las dos fue consiente de que un hombre de ojos ámbar y cabello rubio miraba con lágrimas en los ojos a la dama que dormía en los brazos de la joven. No fueron conscientes cuando el cansancio y el millar de sensaciones hizo que la menor se durmiera y este extraño y misterioso caballero las cubriera con una manta blanca, ni tampoco fueron conscientes del delicado beso depositado en la frente de ambas por parte de hombre y mucho menos de que él dejo una llave de oro macizo y piedras preciosas que la adornaban, junto a una carta.

-Duerme mi amada Celeste, descansa pequeña guerrera, mañana el sol les traerá un hermoso día, duerman y sueñen mis hermosas damas, mientras yo velo sus sueños. Aunque ustedes no sabrán que lo hice, velaré por ustedes eternamente, mis hermosas gemas- el misterioso hombre sonrió con suavidad -Estaremos juntos muy pronto y seremos esa familia que tanto necesitas mi pequeña fierecilla de esmeralda-.

La noche cubrió la mansión y el primer día como mujer de Harry Potter se fue, junto con la emociones y dudas, ambas mujeres durmieron abrazadas, protegidas por un caballero que las miraba desde la ventana con amor y esperanza en la mirada.

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