Capitulo 9

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Devastación y guerra. Solo eso había en el campo de batalla, era una más, de las tantas guerras que los Duendes estaban teniendo.

Pero en ese lugar tan horrible. Estaba ocurriendo el milagro más hermoso, una Duende estaba escondida en una de las trincheras, callaba sus gritos de dolor, mordiendo su daga, su vientre abultado se encontraba tenso.

La guerra había durado meses y su embarazo había llegó a su terminó, en pleno campo de batalla y herida de manera mortal, la Duende se refugio para traer a su primogénito a este mundo tan despiadado.

Mordiendo su daga, sin importar cortar su boca y lengua. Se acomodó tanto como pudo y pujó. Sus gritos se perdían entre el furor de la batalla, gritó y pujó.

Negándose a morir hasta ver a su hijo, el pequeño que jamás conocería a su padre que había muerto meses atrás, por darle tiempo para escapar y su madre que moriría en poco tiempo por las heridas y el parto.

Pujó otra vez con menos fuerza, su cuerpo quería colapsar, pero su voluntad era más fuerte. Su deseó por traer a su hijo al mundo, era más fuertes que los fríos brazos de la muerte que la acunaban.

El último empujón, acompañado de un grito visceral, el milagro de la vida había concluido, el llanto estridente de su bebé, opaco por completo el infierno que se desarrollaba, la Duende, adolorida y fatigada, saco la daga de su boca y sin preámbulos corto el cordón umbilical que la única con su hijo. Se quitó con torpeza su pechera de plata y rajo su ropa, exponiendo su pecho para amamantar a su hijo.

Su vicio era brumosa, pero admiraba con devoción a su pequeño que se aferra con fiereza a su pecho, bebiendo la leche y un poco de sangre del ceno de su madre, ansioso por crecer. Por vivir.

Su corazón, latía despacio y una figura alta y oscura se alzó a su derecha, aún moribunda, levanto su daga con una mano temblosa. Mientras que con otra protegía a su hijo.

La muerte se alzaba orgullosa enfrente de ella. Vestida con ropas negras, pero sus ojos estaban llenos de un profundo pesar.

En un acto de pura desesperación maternal la Duende rogó.

-Sálvalo- sus ojos apenas estaban abiertos, su mano cayó soltando su daga. Su piel estaba pálida y a su alrededor una poza de sangre se había formado -Por piedad, hermosa dama Sombría- suplico moribunda con lágrimas de un rojo cristalino cayendo de sus cansados ojos negros -Sálvalo-.

-Descansa fuerte guerrera- arrullo la muerte, tomando al bebé que empezó a llorar. Sabiendo en su inconsciente que su madre se marchaba para nunca volver -Reúnete con tu amor, que yo protegeré su mayor tesoro-.

-Gracias- susurro el un moribundo suspiró, sus ojos negros jamás dejaron de ver a su pequeño y con lágrimas en ellos pero con una sonrisa, los cerros para ya no volverlos a abrir jamás.

La muerte se inclino sorprendida y  conmovida, jamás nadie le había dado las gracias. Siempre fue odiada y maldecida por ser la que separaba familias y desaparecía naciones enteras.

Metió una de sus manos entre su vestido y saco una moneda de plata, la beso y la dejo encima de la frente de valiente madre.

-Déjala pasar- susurro con suavidad.

La muerte se levanto y con el pequeño bebé en sus brazos, antes de marcharse. Tomo con suavidad la daga de la valiente mujer que murió en ese lugar y la guardo, se inclino ante el cuerpo antes de irse. Camino por ese infierno llevándose con ella cada alma caída en batalla

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