Capítulo 1

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-Pagarás por esto, maldito- Habló entre dientes una mujer con un tono amenazante y rabioso, su aspecto místico y tétrico daba la sensación de que practicaba artes oscuras, lo cual era un hecho.

-Lo hubieran pensado bien antes de atacar mi aldea- Respondió con dureza el atacante apuntando su espada contra la garganta de la mujer.

El fuego a su alrededor producía un estrepitoso ruido mientras consumía todo a su paso, las ardientes llamas se encargaban de destruir casas y reducir a cenizas los cadáveres que habían desparramados por todo el poblado. Aquel ejército invasor había arrasado con todo del Reino enemigo, el cuál en algún momento fue próspero y ahora simplemente había quedado reducido a ruinas.

La mujer con las fuerzas que le quedaban llevó sus manos a su rostro, fuertemente apretó sus puntiagudas uñas debajo de sus ojos, las enterró hasta romper su piel y las deslizó por sus mejillas hasta el final de su cara dejando heridas profundas y sangrantes. Posteriormente y con rapidez, la bruja atrapó la espada del guerrero, quien quedó atónito con el actuar de la mujer, lastimándose en el acto con el filo pero sin tomarle importancia tiró del arma para atraer al castaño contra ella y así tenerle bien de frente a escasos centímetros.

-Sé quién eres, conozco todo de ti hijo de Hércules- Habló con cínica diversión. -El guerrero más fuerte que cualquier ejército desearía tener por su gran poder heredado de los dioses- Colocó las yemas de sus dedos sobre el líquido carmesí que salía de sus mejillas y una vez sus manos estuvieron manchadas con su propia sangre, estampó sus palmas a cada lado del rostro anonadado del castaño. -¡Yo te maldigo, hijo de Hércules! Aparte de tener que vivir con tu inmortalidad, pasarás toda tu eternidad sufriendo la pérdida de tus allegados ¡Te maldigo con el dolor de ver morir a todos tus seres queridos! No podrás volver a descansar tranquilo ¡El recuerdo de sus muertes y tu incapacidad para salvarlos te perseguirá toda tu vida!-

El hombre castaño simplemente quedó paralizado, las palabras desquiciadas de la mujer y su accionar lo habían dejado completamente congelado. La que parecía practicar hechicería comenzó a reír escandalosamente a la vez que continuaba manchando de sangre al guerrero.

-Será mejor que corras, al parecer los médicos de tu aldea no son lo suficientemente buenos- Canturreó la mujer enterrando sus filosas uñas en los grandes brazos del castaño.

Aquello pareció despertar al guerrero, que rápidamente retomó su actitud de batalla y afianzó su agarre en su espada para terminar con aquella situación que le dejaba los bellos de punta, finalizando por decapitar a la bruja.

Respiró hondo un par de veces para tranquilizarse, tomó parte de la tela de su ropa debajo de su armadura e intentó limpiar la sangre que la mujer había desparramado por su cara y brazos, aquello había sido asqueroso e inquietante a la vez.

-¡Horacio!- Llamó uno de sus compañeros del ejército acercándose a él, era su mejor amigo. -Lo has hecho de nuevo ¡Eres imparable!- Felicitó golpeando suavemente la ancha espalda del castaño. -Vámonos, hay que regresar. Recuerda que los doctores están cuidándola, debes volver con ella-

Nuevamente el guerrero se quedaba de piedra en su lugar. Ella... Ella después de que atacaran su aldea había terminado gravemente herida, quedando en la casa de una pareja de médicos que la tratarían mientras él se encargaba de luchar junto al ejército y cobrar venganza. Sus ojos se abrieron enormemente al escuchar otra vez la voz de la bruja dar vueltas en su cabeza "Será mejor que corras, al parecer los médicos de tu aldea no son lo suficientemente buenos", esas fueron sus últimas palabras dichas con rencor y malicia.

Su cerebro conectó las ideas y entonces lo entendió.

Se echó a correr hasta donde había dejado su caballo sin hacer caso al exaltado llamado de su amigo, dio un corto y distinguido silbido que a los segundos fue respondido con el relinchar de un equino y provocó que el animal se acercara corriendo hasta él. Sin dejar que el cuadrúpedo se detuviera por completo, subió inmediatamente y agitó las riendas dando la orden de que iniciara un rápido tropel hacia sus tierras, debía llegar a su pequeña aldea lo más pronto posible.

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