Capítulo 19

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-¿Entonces sus dioses conviven entre ustedes?- Preguntó con curiosidad, caminando detrás del pelinegro cuando este empezó a avanzar para alejarse de las ruinas del laberinto.

-No realmente- Respondió desinteresadamente, girando un poco su cabeza para mirar de reojo al más bajo y al percatarse de que se estaba quedando atrás, disminuyó un poco su andar. -Décadas atrás solían caminar entre la gente, pero ya hace tiempo de eso. Ahora solo vienen al plano terrenal para divertirse un poco o ayudar a las personas, aunque normalmente es por la primera opción-

Después de aquella respuesta, el castaño se queda en silencio, perdido en sus pensamientos. Caminar juntos a la par hasta conseguir salir del pequeño bosque, dejándose ver frente a sus ojos un extenso campo sin ninguna señal de edificación cerca más que aquellas ruinas que dejaron atrás.

Estaban decididos a continuar con el viaje, pero un inesperado ruido ajeno a ellos llamó la atención del par, ocasionando que ambos voltearan hacia el bosque del cual habían salido. El pelinegro preparó su mano derecha cerca de la empuñadura de su espada para sacarla ante cualquier peligro, mientras por inercia el castaño se ocultaba detrás de la fornida figura del guerrero. Ninguno se movió ni un solo centímetro, simplemente esperaron a que el intruso se dejara ver, escucharon los arbustos sacudirse levemente y a los segundos el sonido parecía alejarse, entonces el de bicolores optó por tomar la iniciativa y avanza con el ojiazul pegado a su ancha espalda. Con una mano el guerrero mueve los arbustos y descubre un camino que conducía hacia un lago a un par de metros, los orbes heterocromáticos inspeccionan el sitio y se abren enormemente al descubrir que era lo que provocaba el ruido que habían escuchado anteriormente.

-¿Cómo llegaste hasta aquí?- Pregunta con suavidad abandonando su estado alerta mientras camina con seguridad hasta el equino que bebía agua tranquilamente, girando su cabeza en dirección a la voz familiar.

-La extraña mu... Hécate, ella me dijo que podía montarlo para venir hasta aquí- Se corrigió a sí mismo y se acercó al animal con intensiones de acariciarlo.

-¿Te dejó subir? ¿Fue difícil calmarle?- La curiosidad era palpable en su voz y la confusión era notoria en sus facciones.

-De hecho, fue bastante manso la verdad- Sonrió genuinamente cuando el cuadrúpedo estiró su cuello en su dirección, demostrando que estaba gustoso con el gesto.

-Que curioso... Nadie puede acercarse a Naut, solo yo y...- Comentó cortando sus palabras en un imperceptible susurro, a los segundos carraspeando y dándole la espalda al joven de hebras marrones. -Mejor sigamos-

-Tu ¿Y quién más?- Habló sin ocultar su intriga. Un fugaz pensamiento cruzó su mente y no pudo evitar pronunciar en voz alta aquella repentina idea que no sabía de dónde había salido. -Tu esposa...-

Rápidamente el pelinegro voltea a mirarle extrañado ¿Cómo sabía eso? Analizó por unos momentos al castaño, pero luego se relajó un poco al pensar en que quizás Hécate le había contado, ya que le dijo que estuvieron conversando en el pueblo. Dejando el tema de lado, por el momento, el de bicolores sube al lomo del caballo, acomodándose en la silla de montar para después tenderle la mano al ojiazul, ayudándole a subir y así empezar a cabalgar hacia ningún rumbo fijo, simplemente siguiendo el horizonte.

Ambos estaban tan cansados que el viaje fue completamente silencioso, el de heterocromía sentía el agarre del joven en su abdomen, sosteniéndose fuertemente para no caer, pero al pasar unas horas el sol comenzó a descender y el agarre en su cintura empezó a aflojarse. Volteó levemente su rostro, observando de reojo como el de orbes zafiro daba cabezadas apunto de quedarse totalmente dormido, entonces detuvo el andar del caballo y giró un poco su cuerpo, consiguiendo atrapar al castaño con sus brazos y pasarlo hacia delante suyo.

-¿Ya llegamos?- Preguntó adormilado, refregando uno de sus ojos con la intención de despertarse, pero una mano ajena, más grande que la suya, detuvo su acción.

-Todavía no, descansa un poco- Respondió con suavidad, pasando sus brazos a los costados del joven para tomar las riendas y a la vez tener asegurado al mas bajo.

Con las riendas en mano ordenó un galope suave para no perturbar el descanso del castaño, de vez en cuando observándole para verificar que estuviera bien y cuando la luna estuvo en todo lo alto, detuvo el trote del animal para descansar. Movió levemente al oji azul para despertarle, quien aún adormilado se quedó estático sobre el caballo hasta que el guerrero bajó y con sus zafiros entrecerrados por el sueño, le tendió sus brazos para que le ayudara a bajar. Sonrió levemente adormilado al escuchar una suave risita del pelinegro y sintió las manos ajenas afianzarse sobre su cintura, siendo sostenido para después sentir el suelo bajo sus pies.

-¿Qué hacemos aquí?- Preguntó confundido soltando un bostezo, observando el amplio campo deshabitado.

-Descansaremos aquí, mañana continuamos- Informó mientras le quitaba la silla de montar y las riendas a su compañero cuadrúpedo para dejarlo pastar y andar tranquilamente. -¿Tienes algo de comer?-

-Sí, ven- Se sentó sobre el pasto y abrió su bolso para sacar las provisiones y ofrecerle algunas al mas alto.

El guerrero una vez terminó con el corcel, volteó y miró al castaño, quien temblaba sutilmente, entonces caminó en su dirección y se sentó a su lado dejando un nulo espacio entre ellos.  

-¿Qué haces?- Le pregunto el de menor estatura, observando atentamente como el contrario se quitaba la parte superior de su vestimenta quedando su torso completamente expuesto y con delicadeza la colocaba sobre los hombros del castaño. -¿Pero y tu?-

-Yo estaré bien ¿No querrás morirte de frío, verdad?- Preguntó burlón, sacando una fruta del bolso y sin cuidado alguna la acercó a la boca del contrario para callarlo, ya que iba a reprochar nuevamente. -Vamos, come-

Simplemente se limitó a obedecer en silencio, pero sin despegar su vista del mayor, sin poder ocultar su asombro por algunas cicatrices que poseía el pelinegro. 

-¿Que tanto miras?- Interrogó divertido, atento a los gestos del menor.

-Mi madre me decía que es bueno comer en compañía y aún más cuando se tienen buenas vistas- Comentó sin descaro alguno, sonriendo cuando una carcajada emanó del contrario. Le encantaba escucharlo reír. 

-Venga, come así descansamos un poco para continuar mañana- Le dijo con tranquilidad. Realmente no le incomodaba los comentarios ajenos, al contrario, se le hacían muy divertidos, y a pesar de que una punzada oprimió su pecho por la calidez que hacia tiempo no disfrutaba y le advertía que no se encariñara, se deshizo de esa sensación y se dispuso a disfrutar del momento y la compañía.

-No es peligroso quedarnos aquí desprotegidos- Preguntó inocentemente, soltando otro bostezo.

Los bicolores se dirigieron a lo alto del cielo, fijando su vista en aquel luminoso astro nocturno, para posteriormente devolver su vista heterocromática a los zafiros.

-La gran Selene velará por nuestro descanso- Señaló hacia arriba, directamente a donde estaba la brillante luna. -Ahora a dormir-

Ambos terminando por dormir nuevamente juntos, ya que el de orbes oceánicos se aferraba a él por la falta de costumbre del frío de la intemperie y el pelinegro simplemente terminaba por atraparlo entre sus brazos, otorgándole ese calor que el contrario buscaba en aquella gélida noche.





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