-Gustabo- Le llamó con tranquilidad en su voz, alcanzando a ver como el castaño ocultaba su rostro en su pecho desnudo. -Debemos levantarnos- Insistió obteniendo un quejido por parte del más bajo, quién frotó ligeramente su rostro en uno de los pectorales del guerrero y colocó una mano sobre el otro, mientras soltaba soniditos adormilados. -No me engañas, sé que estás despierto-
-No- Dijo cortito con su voz amortiguada por el pecho del mayor.
-Te vi cuando abriste los ojos y los volviste a cerrar para que no te descubra- Comentó soltando una risita por el claro sonido de queja al ser descubierto.
-¿No podemos quedarnos solo un momento más?- Preguntó, alzando su rostro para observar a la cara al pelinegro, ruborizándose un poco al notar la cercanía.
En silencio, y algo cohibido, el castaño se levantó de encima del guerrero y desvió su vista a otra dirección. A pesar de que a veces su comportamiento era algo descarado, se sintió muy intimidado al estar tan cerca de aquellos orbes bicolores que se habían vuelto su adoración. Recordó que aún vestía sobre su ropa la prenda que el contrario le había dejado en la noche, así que procedió a sacársela y devolvérsela.
-Oh, gracias- Horacio la recibió y comenzó a colocársela.
Los orbes zafiros de vez en cuando se desviaban hacia el guerrero, notando que muchas veces, desde que lo vio por primera vez, sacudía su cabeza con la intención de quitar su largo cabello azabache de su vista, pero aún así se devolvían a cubrir su rostro. Al percatarse de aquello, el ojiazul buscó dentro del bolso hasta dar con una fina y corta cuerda, no sabía cómo había llegado allí ni porque lo había buscado como si supiera que estaba ahí, pero decidió atribuirlo como que fue obra de los dioses y tomó la cuerda entre sus manos, ya que le serviría para lo que quería hacer.
-Siéntate- Le ordenó al más alto, quién obedeció sin cuestionamientos.
Entonces Gustabo se posicionó detrás del contrario y con paciencia empezó a tomar el oscuro cabello ajeno entre sus manos, acomodándolo en una especie de coleta, consiguiendo que las hebras azabaches no obstaculizaran en el rostro del guerrero.
-Listo- Comentó animadamente, satisfecho con su trabajo, inclinándose un poco al costado del mayor para verle, quedándose unos momentos paralizado en su lugar.
-Gracias Gustabo- Habló el más alto mirándole fijamente con sus heterocromáticos en los azules y ofreciéndole una ancha sonrisa.
Era la primera vez que podía ver bien la curtida cara del guerrero sin que su largo cabello estuviera obstaculizando. Se quedó asombrado al descubrir un fuerte, imponente e incluso algo de salvajismo por algunas cicatrices en su rostro que denotaba lo que había vivido, pero más que sentirse incómodo, intimidado o con temor, se sentía aliviado y a gusto. Como si estuviera frente a quien era su lugar seguro, le gustaba, le gustaba la paz que le transmitía.
-¿Teníamos que irnos, no?- Desvió su rostro con timidez al darse cuenta que estuvo bastante rato admirando las facciones del más grande.
El de mayor estatura decidió esconder una diminuta sonrisa al percatarse de un sutil sonrojo en las pálidas mejillas del castaño, pero decidió no comentar nada al respecto para no avergonzar aún más al menor.
-Por cierto ¿Qué pasó allí en el laberinto?- Preguntó el de menor estatura después de varios minutos.
-Simplemente eran alucinaciones- Respondió con tranquilidad mientras terminaba por ensillar a su compañero cuadrúpedo, dejando todo listo para partir. -Una artimaña de Hécate-
-Ah, pensé que al ser un mortal quizás yo no podía ver nada- Se acercó hasta el contrario cuando recibió una señal para que se aproximara y se dejó ayudar para subir al enorme animal.
El pelinegro tomó las riendas del caballo y comenzó a caminar a su par, pero al poco tiempo de empezar el recorrido, tuvo que tranquilizar al corcel ya que el ojiazul comenzó a moverse de manera alterada.
-Quédate quieto, vas a caerte- Acaricio el cuello del animal para tranquilizarlo, mirando con el ceño levemente fruncido al menor.
-Quiero bajar ¡Bájame!- Expresó con emoción, estirando sus brazos en su dirección.
Sin entender el pelinegro le ayudó a descender, se mantuvo en silencio solo observando expectante como apenas los pies del castaño tocaron el suelo, salió corriendo deprisa. Le siguió con la mirada, pendiente de que no le sucediera nada y enarcó una de sus cejas al verlo detenerse de golpe frente a algo. Con curiosidad caminó lentamente hasta donde estaba el más bajo y vio que su compañero estaba analizando con fascinación una solitaria y única planta en medio de aquel extenso campo.
-¿Qué sucede, Gustabo?-
-Es la primera vez que veo una flor como esta, es muy bonita- Sus zafiros brillaban emocionados y encantados.
El guerrero inspeccionó mejor aquella flor con su gran centro de un tono oscuro y sus pétalos amarillos igual que el brillo del sol. Le traían el recuerdo del sedoso cabello rubio de la que fue su amada compañera de vida.
-La descendencia de Clìtia- Susurró bajito, obteniendo un sonidito interrogante por parte del contrario. -Las personas le llaman "Girasol" porque en pocas palabras es lo que hace, girar siempre a donde está el sol- Explicó. -¿Sabías que en realidad, hace mucho tiempo atrás, el girasol fue una metamorfosis de una persona?-
-¿¡Cómo!?- Pregunto exaltando, volteando a verle sorprendido.
-Hace mucho tiempo atrás había una mujer, Clítia, que amaba a Helios, el sol-
-¿Se enamoró de vuestro dios del sol?- Su voz y sus gestos demostraban lo interesado que estaba en el tema, le intrigaba.
-De hecho no es un dios, Helios es el mismísimo sol- Señaló hacia el cielo, ocasionando que el oji azul eleve su vista con su boca abierta manifestando la sorpresa en su rostro. -Ella lo amaba secretamente y por esa razón se quedaba días y días simplemente admirándolo por su profundo amor, hasta que sus pies se convirtieron en raíces y su cuerpo se transformó en esta peculiar flor-
Una vez el pelinegro terminó de contar aquello, los iris oceánicos se quedaron fijamente sobre el girasol, una silenciosa mueca de tristeza se alojó en su rostro y suspiró.
-Es una pena- Murmuró terminando por alejarse de aquel sitio para continuar su camino, siendo seguido detrás por el fornido guerrero que aún guiaba con las riendas a su compañero de cuatro patas.
Sin dudas, si continuaba junto a Horacio en su viaje y el de bicolores en algún momento se convertía en su "Helios", definitivamente no cometería el mismo error que aquella mujer y haría todo lo posible por terminar unidos como lo fueron una vez.
-¿Qué?- Susurró el castaño para sí mismo algo desorbitado y con las mejillas ligeramente tintadas en un suave rosa por el pensamiento fugaz que cruzó en su mente.
ºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoº
Buenas!
Hace unos días encontré un juego sobre mitología que amaba de pequeña y en una parte cuentan brevemente sobre este mito de Helios y el girasol, y mi mente rápidamente conectó este mito con Gustacio. Incluso pensé en hacer un oneshot Gustacio basado en eso, pero bueno 😅
Espero que les esté gustando y gracias de corazón por leer! 💕
Nos vemos!
PD: Que tal ayer con Carlo gustacier diciendo que Gustabo era un antiguo amor de Horacio? 👀✨
ESTÁS LEYENDO
Búsqueda
RandomSu viaje comenzó cuando decidió encontrar alguna forma de deshacer una maldición, cada vez iba aceptando más su desamparado destino hasta que una persona se cruza en su camino.