Nuevamente aquel recuerdo invadió su sueño, estaba su familia, los amigos de su padre junto a su hija Danielle y él de pequeño. Todo transcurrió exactamente como la vez anterior, su yo pequeño conseguía ser el único en ver su figura etérea y se acercaba, pero esta vez hubo un ligero cambio, aquella extraña mujer que se había presentado la última vez volvió a aparecer, con pasos delicados se plantó frente a sus dos versiones, no podía vislumbrar nítidamente a la fémina, pero lo que sí pudo notar fue la serena y dulce sonrisa en sus labios.
-No lo abandones- Pronunció de manera fina y apacible, transmitiendo una extraña tranquilidad, tanto a su yo al actual como al infante.
El pequeño castañito frunció sus cejas, volteó a ver a su versión adulta en busca de respuestas al no comprender las palabras de la mujer, pero lo único que recibió fue una mirada de vuelta con confusión. El niño dio un paso atrás desconfiando de la fémina, quien simplemente soltó una risita, para después llevar su mano encima de su cabeza, notando que llevaba una corona de unas flores bastante peculiares y que jamás había visto, con tranquilidad sacó aquel arreglo de su cabeza y con delicadeza posó la corona de flores sobre la del pequeño, quien miró atento la acción de la mujer. Los enormes ojitos azules brillaron con emoción y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro con alegría, sean lo que sean aquellas flores le gustaban y se lo hizo saber a la desconocida cuando le sonrió con confianza, obteniendo el mismo gesto de la mujer.
La fémina volteó ligeramente su mirada a la del mayor borrando su sonrisa, plantando unas facciones de preocupación y una pizca de tristeza en su rostro.
-No permitas que esté solo- Le dijo al Gustabo que solamente ella y el niño podían ver.
-¿Quién eres?- Logró formular, sin ocultar su curiosidad.
La mujer simplemente volvió a sonreír con sus labios cerrados y todo se volvió oscuro. Sus párpados se agitaron pacíficamente al despertar, terminando por notar, cuando su visión consiguió enfocarse, que estaba todavía en la posada. Era su tercer día en aquel lugar de hospedaje, cuando en realidad iba a quedarse una noche, pero este cambio de planes se vio afectado por aquel suceso con los bandidos y el guerrero. Dos días habían pasado desde que lo vio llegar y desde que aquel grupo de maleantes se lo llevaron, dos días que estuvo en un constante debate entre intentar buscar al pelinegro o seguir con su camino tal y como el apodado hijo de Hércules había pedido.
Pero su atípico sueño llegó de golpe a su memoria, recordándole las palabras de la mujer.
Se dispuso a levantarse y alistarse para salir a comer algo, guardó dentro de su prenda de vestir superior la bolsa con monedas que le había robado a uno de los bandidos, colgó el bolso que su vieja amiga sobre su hombro y como pudo enganchó la espada del guerrero a su cinturón, no estaba acostumbrado a llevar ese tipo de peso extra, así que la incomodidad al caminar fue ligeramente notoria.
Caminó tranquilamente por las calles de tierra, observando como la gente estaba concentrada en reparar los daños que los asaltantes habían causado, su mirada azulina se mantuvo alerta en los pocos carteles que se veían hasta que dio con uno que le causó interés, comenzado a dirigir sus pasos hacia aquel establecimiento con el letrero de "Taberna".
Se adentró al sitio, encontrándose con algunas personas comiendo y bebiendo, internamente celebró haber dado con aquel sitio, su estómago rugía por alimento y allí podría saciar su hambre y sed.
Caminó hasta el mostrador donde una mujer atendía el establecimiento, sus manos se aferraron en la correa de su bolso al recibir algunas miradas desconfiadas y maliciosas de algunos clientes, respiró hondo para tranquilizarse y darse seguridad así mismo, terminando por llegar hasta la barra.
-Disculpe- Llamó la atención de la mujer quien volteó a verlo con sus ojos entrecerrados como si le estuviera analizando, para después sonreír de forma extraña, no sabía como interpretar aquel gesto pero claramente lo que menos le transmitía era maldad.
-¿Qué necesita joven?- Le habló de manera amistosa.
-Necesito...-
-Comida y algo de beber pero para llevar en tu viaje ¿Me equivoco?- Le interrumpió volteándose para sacar de uno de los muebles algo de pan y fruta.
-Sí- Respondió corto, un poco inquieto. -
Los orbes zafiros miraron atentamente como la extraña mujer dejaba los alimentos sobre la barra a su vista y luego sacaba lo que parecía ser una cantimplora echa de un resistente cuero. La mujer le hizo una seña al castaño para que abriera el bolso y guardara todo lo que le ofreció, rápidamente el oji azul hizo lo dicho y acomodó nuevamente la correa sobre su hombro.
-¿Necesita algo más, caballero?-Le preguntó la mujer con amabilidad, sin dejar de observarle de manera analítica con una sonrisa curiosa.
-Con todo está bien, gracias- Respondió sacando la pequeña bolsa de dinero para pagar por las provisiones, pero la mujer negó con su cabeza como dando a entender que no le cobraría nada.
-Si me pagas por lo que acabo de darte, te quedarás sin monedas y las necesitarás más adelante- Le comentó con desinterés en su voz, pero sin borrar esa misteriosa sonrisa de diversión.
-Creo que tengo suficiente- Refutó el castaño frunciendo ligeramente su ceño.
-Tendrías suficiente si fueran de oro, pero son monedas de plata- Habló mirando de reojo al oji azul que se dedicó a inspeccionar el interior de la bolsita de dinero. La mujer ensanchó aún más su sonrisa al ver como el castaño habría enormemente sus ojos e intercalaba su mirada entre la bolsa de dinero y la fémina.
-¿Cómo...?- Intentó formular pero no conseguía salir de su estado estupefacto, primero supo lo que necesitaba y ahora sabía lo que tenía. Dio un pequeño paso atrás con desconfianza, estaba completamente seguro de que aquella mujer era muy extraña e indudablemente practicaba hechicería.
-Me conocen por tener la llave a todas las respuestas- Respondió simple, agitando levemente su mano para restarle importancia y para que el castaño no indagara más en el tema. -Fue un placer tenerlo por aquí- Le dijo en forma de despedida. -Espero que consigas aclarar tus dudas, Gustabo- Murmuró casi imperceptiblemente, moviéndose al otro extremo de la barra para atender a otro cliente.
Nuevamente el oji azul se quedó paralizado en su sitio, definitivamente era una hechicera. A los pocos segundos consiguió despejar su mente y dio media vuelta dispuesto a salir, pero solo logró dar un par de pasos ya que una conversación a dos mesas de donde estaba llamó su atención.
-Era él, el famoso "Hache de Hércules", él estaba luchando contra los bandidos-
-Quizás está en su viaje de encontrar a su familia como dicen por ahí-
-Yo escuché hace mucho tiempo, que está en búsqueda de una hechicera que le ayude con su maldición-
El castaño escuchó atentamente cada palabra que intercambiaban aquel grupo de hombres en su mesa, después de todo, muy dentro suyo le interesaba conocer un poco más sobre su salvador. Giró su cabeza, buscando con sus azules la figura de la señora que atendía la taberna y al dar con ella obtuvo una sonrisa por su parte, una que le dio la sensación de que sabía lo que él haría y diría.
Con paso seguro, Gustabo retrocedió hasta la barra, hasta quedar frente a frente con la mística mujer.
-Dijiste que tienes las llaves a todas las respuestas- Pronunció el de iris oceánicas mirándole fijamente y con seriedad. -Dime...-
-¿Quieres saber sobre el legendario guerrero y su historia de siglos?- Le interrumpió ofreciéndole un vaso con agua e invitándolo a sentarse a las banquetas frente a la barra.
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Búsqueda
AcakSu viaje comenzó cuando decidió encontrar alguna forma de deshacer una maldición, cada vez iba aceptando más su desamparado destino hasta que una persona se cruza en su camino.