Capítulo 24

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Delgados y pálidos dedos se enredaron entre las blancas sabanas del colchón, se deslizaron con pereza hasta el extremo contrario consiguiendo llegar al borde de la cama sin que ningún obstáculo se lo impidiera, algo que ocasionó que el ceño de la persona que dormitaba se frunciera. Lentamente retrajo su mano devuelta cerca de su cuerpo y de manera perezosa comenzó a pestañear para obligarse a despertar mientras se sentaba sobre el colchón con lentitud. Un gran bostezo escapó de su boca y rascó su revuelto cabello castaño observando en total silencio el lugar, consiguiendo desperezarse del todo cuando se dio cuenta de que estaba totalmente solo en la habitación.

-¿Horacio?- Preguntó en un murmullo suave sin recibir respuesta alguna.

Un extraño frío se apoderó de su pecho ante el hecho de sentirse de nuevo totalmente solo. Intentando alejar los malos pensamientos de abandono, decidió por levantarse y bajar al piso inferior donde se encontraba la taberna. Al llegar al final de la escalera se topó con el dueño junto a su esposa limpiando las mesas y los vasos cerveceros.

-¿Habéis visto a Horacio?- Preguntó en voz baja y con un tono que demostraba un deje de timidez.  

-Veo que ya despertaste, te traeré tu comida- La fémina le sonrió con calidez para después desaparecer por el umbral que llevaba hacia la cocina.     

 -Ven, siéntate muchacho- Le indicó el hombre para después ir detrás de la barra y sacar una botella con agua con la intención de servírsela al ojiazul. Regresó sobre sus pasos a la mesa donde el castaño estaba sentado esperando y colocó otra silla enfrente del extranjero para poder mantener una conversación con él. -Espero que tu estancia esté siendo agradable-

-Sí, gracias- Contestó en voz baja, tomando el vaso con agua que el dueño le ofrecía.

-Vaya, no parecías tan tímido la otra noche- Comentó con tono burlón ocasionando que el de orbes zafiro se encogiera más en su lugar.

-Cuantas veces debo decirte que no molestes a los huéspedes- Reprendió la mujer llegando con una gran bandeja de madera entre sus manos y apoyándola sobre la mesa, dejando a la vista un gran plato con comida. -Buen provecho-

El joven de cabello marrón agradeció y con cautela comenzó a comer, mirando de vez en cuando la puerta de salida de la taberna.

-¿Qué pasa muchacho? ¿Tienes miedo?- Interrogó el hombre con una sonrisa burlona de medio lado.

-¡William!- Reprendió la mujer a su esposo al percatarse de lo incómodo que se veía el joven viajero. -Deja de molestarlo, le prometiste a Horacio que lo cuidarías-

Ante la mención del guerrero, como una reacción instantánea la cabeza de Gustabo se levantó de golpe agitando su cabello y encarando con su oceánica mirada al matrimonio.

-¿Sabéis dónde está Horacio?-

-Vaya, tal parece que le volvió el ánimo- Soltó una corta risa y posteriormente carraspeó al recibir una mirada de reproche por parte de su esposa. -Se fue-

-¿Se fue?- Repitió con duda en su voz y un ligero tembleque en sus palabras. -¿Sabéis a dónde ha ido?-

Una mueca denotando preocupación se instaló en el rostro de la dueña de la taberna al distinguir el tono de voz temeroso y el casi imperceptible miedo en aquellos orbes zafiros, que en ese instante parecían albergar un océano tempestuoso por el sentimiento atemorizante y desilusionado que se sembró dentro del castaño.

-Salió temprano por la madrugada y al regresar dijo que tenía algo importante que hacer- Informó la fémina con un tono de voz suave, como si quisiera apaciguar el intranquilo latir del corazón del ojiazul. -Pero no nos dijo a dónde iría-

-Pero no debes preocuparte muchacho- Tomó la palabra el hombre, levantándose de su lugar para atender a los nuevos clientes que ingresaban. -Nos ha pedido que te cuidemos por él-

Ni una sola palabra volvió a salir de los labios del castaño, simplemente guardó silencio y posó su mirada desconcertada sobre las líneas rústicas de la madera de la mesa. El apetito súbitamente desapareció, dejando espacio libre a que se instalara una pesada angustia que oscureció su mirada llena de tristeza.

-Se fue...- Murmuró para si mismo con pesadez en su voz.

Con lentitud se levantó de su asiento y caminó con pesadez hasta la puerta que daba a la salida del establecimiento, pero su mirada denotaba que estaba perdido en sus pensamientos y su cuerpo actuaba por su cuenta sin ser consciente de ello.

-Gustavo- Llamó la dueña de la taberna recogiendo la bandeja de la mesa con la comida del castaño. -¿Se encuentra bien?- Interrogó volteando a verle con preocupación.

-Sí, solo... Solo saldré a dar un paseo- Respondió en automático y procedió a salir como se lo proponía.

Sus piernas caminando por inercia lo guiaron a un paso calmado hasta las afueras del pueblo, recién se dio cuenta que estaba algo lejos de la aldea al sentir la agradable brisa bajo las sombras de un par de frondosos árboles que daban la bienvenida a un apacible y pequeño bosquecito.

Sin desear alejarse más del poblado de lo que ya había lo hecho, se acercó hasta el tronco de uno de los árboles que se alzaban con majestuosidad por su gran tamaño. La espalda del joven castaño se apoyó contra la fuerte madera y se deslizó despacio hasta caer sentado en la tierra, llevó sus manos hacia abajo acariciando la suave yerba bajo sus pálidos dedos.

Los iris oceánicos se cerraron y un pesado suspiro se escapó de entre sus labios al sentir como su mente volvía a hundirse cómo una piedra en el mar con aquellos amargos pensamientos pesimistas sobre su actual situación.

Ante la quietud del joven, algunos pequeños animalitos rondaban cerca y otros acortaban la distancia con curiosidad por la nueva presencia. Gustavo decidió concentrase en el sonido de la naturaleza, que llegaba hasta sus oídos como una reconfortante anestesia a sus indeseados malos sentimientos. Tanta fue la calma que su respiración se volvió apacible al estar apunto de caer rendido ante los brazos de Morfeo, pero el abrupto ruido de entre las copas de los árboles rompió con su burbuja de tranquilidad.

El sueño se esfumó y abrió rápidamente sus ojos para observar a su alrededor en un estado alerta, porque ninguno de los animalitos que pasaban por allí hacían ese tipo de ruido tan brusco y fuerte.

Entonces recién ahí fue consciente de que no era solo él y la naturaleza, no estaba solo con los pequeños animales del bosquecito.

No era la única persona allí presente.








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Buenas!

Primero que nada Feliz Navidad y espero que hayan pasado una hermosa noche buena ✨

Sé que estoy demorándome con la actualización pero me está costando volver a tomarle el ritmo, disculpen por todo el retraso y muchas gracias por la paciencia 💕

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