Capítulo 18

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Cerró sus párpados con fuerza e impotencia, por primera vez dudaba de su capacidad para proteger a alguien porque estaba seguro de que a la mínima de que utilizara su fuerza, aquel extraño collar de serpiente se apretaría contra su garganta para asfixiarlo, provocando que cayera inconsciente.

Nuevamente perdería a alguien frente a sus ojos. 

Un fugaz recuerdo de su amada llegó a su mente, acompañado de un suave toque en su rostro que lo obligó abrir enormemente sus párpados, chocando sus bicolores con unos penetrantes azules.

-Ge...- Balbuceó cortándose a sí mismo al analizar que se trataba del joven castaño observándole con preocupación y a poca distancia, con sus manos una a cada lado del rostro del guerrero para mantener la mirada heterocromática en la azulina suya.

Los músculos del pelinegro se tensaron, por el rabillo del ojo vio movimiento como si los fueran a atacar otra vez, entonces intentó actuar rápidamente removiéndose pero las manos en sus mejillas mantuvieron su rostro fijo encarando al castaño. 

-Concéntrate en mí, Horacio- Habló con un tono sereno para transmitirle tranquilidad al contrario. -Lo que sea que estés viendo, no es real- 

-¿No puedes verlos?- Murmuro sobresaltándose cada vez que veía a los enormes cíclopes avanzar contra ellos.

-Solo estamos tu y yo- Le respondió con paciencia acariciando levemente su rostro. -Venga que hay que salir de aquí ¿Confías en mí?- Le sonrió con amabilidad, una que llenó de paz su alma como hace tiempo no sucedía. 

El pelinegro no respondió, se quedó unos segundos mirándole fijamente para posteriormente cerrar sus ojos relajando sus facciones, estiró levemente una de sus manos hacia el frente con la intención de que el mas bajo la tomara y le guiara. El castaño comprendió que el mayor intentaba con eso dar a entender que depositaba su confianza en él para sacarlos a salvo de allí, así que con alegría por la fe otorgada, tomó la mano ajena, agarró la antorcha que había soltado para tranquilizar al guerrero y se reincorporó para empezar a caminar. 

Para el pelinegro fue casi unos minutos para salir de allí gracias a la ayuda del castaño, se sorprendió de escuchar al poco rato como el joven le decía que podía abrir sus ojos y al hacer caso sus palabras pudo contemplar la naturaleza frente suyo, giró un poco su cabeza y vio la entrada del laberinto a sus espaldas. Por fin estaba fuera de esas extrañas ruinas.

-¿Lo ves? Puedes confiar en mi- Inclinó un poco su cabeza frente al guerrero para atraer su atención.

El pelinegro se vio contagiado por la sonrisa del mas bajo, iba a devolver el gesto pero sus facciones se volvieron completamente serias y su cuerpo se mantuvo alerta, reaccionando de inmediato cuando se percató de que los ojos azulinos se cerraron y su figura comenzó a caer sin resistencia contra el piso. Afortunadamente, Horacio fue capaz de atrapar a Gustabo justo a tiempo.

Inspeccionó su rostro notando que había perdido el conocimiento, tensó sus músculos por la inquietud tan repentina. No estaban solos.

-¿Qué quieres?- Pronunció con dureza en su voz, girando su visión a donde sus sentidos le indicaban que estaba aquella tercera presencia, fijando sus centellantes bicolores en una silueta escondida entre las sombras de algunos arboles.

-Tranquilo Horacio, solo vine a saludar- Respondió una voz femenina avanzando unos pasos para dejar al descubierto su identidad. 

Los bicolores se mantuvieron brillando hostiles hasta que descubrió de quien se trataba, recién ahí dejó su estado amenazantes pero aún así se mantuvo alerta.

-Supongo que has venido a recuperar esto ¿No?- Con el castaño aún entre sus brazos, pateó la antorcha que había caído cuando el joven ojiazul se desmayó, llegando hasta los pies de la mujer.

-Podrías ser más cuidadoso con las pertenencias ajenas, después de todo se la presté para que pudieras escapar- Comentó haciendo que una extraña neblina elevara la antorcha, provocando que desapareciera misteriosamente.

-¿Todo esto fue obra tuya?- Interrogó el guerrero sin rodeos, alzando mejor al de cabello marrón para cargarlo de una forma más cómoda.

-¿Qué te hace pensar eso, Horacio?- Preguntó con diversión, no pudiendo contener una risita ante el disgusto en el rostro del nombrado.

-Las flechas estaban envenenadas, tu sabes perfectamente que cualquier veneno tarda en surtir efecto en mis sistemas, pero curiosamente éste actuó de manera eficaz a los pocos segundos- Comentó mirándola con su ceño fruncido. -Solo sé que tú eres capaz de hacer algo que pueda tener esa reacción rápida en mi inusual sistema- 

-Sé lo que estás pensando, tienes razón, pero déjame decirte que no tengo nada en contra tuya- Borró su sonrisa para dejar de lado las bromas y hablar más seriamente. -Simplemente tenía curiosidad- 

-¿Curiosidad?- Enarcó una de sus cejas con intriga.

-Sí, curiosidad de ver que era capaz ese humano con tal de estar contigo- Contestó con simpleza. -Sinceramente me sorprendió su determinación, no esperaba que alguien quisiera volver a ser compañero del solitario y amargado guerrero milenario- Rió cuando el mencionado refunfuñó por lo bajo.

La mujer terminó por acortar la distancia, colocó su mano sobre la frente del castaño y dio un paso atrás cuando el joven comenzó a despertar.

-Oh, hola- Sonrió de una manera que parecía ser coqueta cuando lo primero que sus oceánicos ojos vieron fue el rostro del pelinegro cerca suyo.    

Ante el recupero de consciencia del joven de hebras marrones, le bajó despacio hasta que pudo mantener el equilibrio por si mismo. El de orbes zafiros le miraba con un peculiar brillo en sus pupilas, aunque abruptamente sus gestos cambiaron al percatarse de la presencia de la sonriente y extraña mujer frente a ellos.

-¡Tu!- Le señaló con sorpresa, intercalando su vista entre el guerrero y la mujer que dejaron de mirarle a él para seguir con su conversación.

-Entonces...- Intentó hablar el pelinegro pero la fémina le cortó.

-Ya te he dicho que no puedo hacer nada sobre tu condición, es una de las pocas cosas que me superan- Le contestó sabiendo lo que le preguntaría. -Pero hay otra cosa que puedo hacer por ti- 

Después de pronunciar aquellas palabras, la de cabello azabache cortó la distancia con el guerrero, posó sus manos sobre el artefacto parecido a una serpiente en su cuello y acercó su rostro, susurrando algunas palabras contra la curtida piel donde el collar se afianzaba, aflojándose casi al instante y cayendo de golpe contra la tierra.

-Listo- Aún sin alejarse mucho la mujer le sonrió y el guerrero asintió levemente como agradecimiento.

Aunque no pasaron mucho tiempo con aquella cercanía ya que a los pocos segundos el castaño carraspeó para llamar la atención del par, consiguiendo las miradas fueran hacia él. La extraña mujer no pudo contener su diversión, riendo ante el ceño fruncido y la mueca de molestia sobre las facciones del joven.

-Será mejor que me marche, no duden en buscarme si necesitan que les guie a sus respuestas- Se despidió la pelinegra desapareciendo entre la naturaleza.

-Esa fue la mujer de la que te hablé- Informó a los minutos el castaño con un toque enfadado en su voz. -Te dije que era extraña-

-Lo sé- 

-¿Ustedes ya se conocían? Porque su atrevimiento fue muy descarado- Refunfuñó y cruzó sus brazos sin ocultar su evidente molestia.

-Ella me ayudó algunas veces en el pasado- Respondió, caminando hasta los arboles que habían alrededor.

-Ah. Pero aún así fue muy atrevido de su parte, no me agrada- Habló deteniéndose de golpe al notar la mirada fija del mas alto sobre él. 

-Pues a ella le agradaste bastante como para ayudarte- Le dijo dibujando una pequeña sonrisa ante las muecas del mas bajo. -Deberías estar contento de tener la gracia de Hécate de tu lado-

-¿Eh?-








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