Capítulo 10

49 14 12
                                    

Recién al segundo día de recorrer el inmenso bosque consiguieron salir de este, les tomó tiempo ya que el castaño muchas veces no conseguía seguirle el paso al guerrero y se cansaba con facilidad, algo que el pelinegro comprendió, ya que básicamente para el oji azul era la primera vez en caminar por tantas horas, contando que en los calabozos apenas y tenían movilidad. 

A pesar de la mala fama de que allí se podía encontrar bestias feroces, ellos no tuvieron inconveniente alguno, aunque por precaución, en la noche el fornido guerrero se mantuvo alerta ante cualquier peligro. Horacio al ser un viajero por muchas décadas, no tuvo inconveniente alguno en armar una pequeña fogata y recostarse sobre el piso para dormitar un poco, caso contrario a su compañero de viaje, quien observaba todo con un brillo de asombro en sus iris oceánicos. Y pese a que el guerrero se había asegurado de mantener en todo momento la llama de la hoguera encendida, eso no evitó que en mitad de la noche el castaño se acercara y se acurrucara cerca suyo en busca de calor, ya que su cuerpo no estaba acostumbrado al clima cambiante de la intemperie, ocasionando que a la mañana siguiente despertaran con el joven abrazado al más alto.

Pero ahora extensos campos les rodeaban mientras iban por un sendero de tierra marcado para los viajeros y mercaderes, recién en ese momento sintieron la verdadera libertad de no estar pensando constantemente de que los encontrarían. 

Habían conseguido escapar con éxito de aquel lugar donde los tenían cautivos. 

El pelinegro alzó su mirada al cielo y sonrió, por fin podría retomar su viaje después de librarse de aquella persona que insistía en aprisionarlo, aunque ahora le quedaba deshacerse de una que parecía muy obstinada en seguirle.

-¿A dónde vamos?- Preguntó el joven detrás suyo, ya había perdido la cuenta de cuantas veces el castaño había roto el silencio que el guerrero imponía.

Horacio no entendía como esta persona podía hablar sin parar.

Desde que habían dejado el reino de Seine e incluso desde que habían abandonado el bosque, el de orbes azules se empeñaba en seguirle y en comentar cada cosa que sucediera a su alrededor, queriendo sacar conversación de todo lo que veía, aunque era entendible que muchas cosas eran nuevas para él ya que casi toda su vida la pasó entre rejas. Pero al más alto le hubiera gustado que al menos supiera leer señales, en especial la que quería transmitir con su silencio de que no deseaba dialogar.

-¿Vamos? Tú iras por un lado y yo por el otro- Respondió con indiferencia sin voltear a verle y sin dejar de caminar. -Aquí nos dividimos, iremos por caminos separados, así que buena suerte en tu viaje- 

El castaño se detuvo por unos segundos con una mueca inconforme en su rostro, pero rápidamente la borró posando una sonrisa traviesa.

-Que bueno que desees buena suerte, así nos irá bien en nuestro camino- Soltó con un toque divertido, trotando para conseguir ir al mismo ritmo que el contrario.

-Deja de seguirme, ve por tu propia ruta- Habló con exasperación, soltando el aire por su nariz de forma sonora, dejando en claro su molestia.

-Pues mi ruta de destino está por el mismo lugar a donde tú vas- Exclamó con emoción en su voz.

Desde que abandonaron las tierras de Seine podía ver al castaño muy expresivo, movía sus manos al hablar, al igual que en su rostro acompañaba algún gesto que denotaba como se sentía. Todo lo contrario al guerrero que continuaba caminando ignorando las conversaciones que buscaba iniciar el castaño, pensó que quizás así le dejaría en claro que no quería tenerlo cerca y así se marcharía de una vez por todas. Rogaba con todas sus fuerzas porque así fuera, pero el más bajo parecía no querer rendirse en mantenerse a su lado.

BúsquedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora