Capítulo 17

46 11 7
                                    

No sabía cómo pero de alguna forma la antorcha le guiaba por aquel laberinto, disminuyendo su flama cada vez que estaba por tomar un camino incorrecto o tomando vitalidad la llama de fuego cada vez que iba en dirección correcta. Luego de tanto andar, llegó hasta la figura del guerrero, una mueca de preocupación se instaló en el rostro del oji azul al notar el estado cansado del guerrero y al percatarse de que había una cosa extraña envuelta en el cuello ajeno, le vio ponerse en guardia pero cuando los bicolores chocaron con sus zafiros, notó como de inmediato se relajó dejándose caer sentado al suelo.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó el pelinegro con un tono realmente curioso, después de todo, lo último que esperaba era encontrarse con el joven castaño allí.

-Vine a salvarte- Le respondió simple, cruzando sus brazos y dando un par de pasos hasta el contrario.

-¿Por qué harías eso?- 

-¿Por qué me salvaste tú a mi en el pueblo?- Le devolvió la interrogante.

-No podía dejarte ahí a tu suerte, si está en mi poder ayudar, entonces lo haré- Respondió con simpleza.

-Entonces lo mismo digo, pero solo contigo y tengo una condición- Le miró fijamente terminando de acortar la distancia. Una vez estuvieron frente a frente, el castaño clavó uno de sus dedos sobre uno de los pectorales del más alto. -Te ayudaré a salir de aquí solo si me dejas acompañarte en tu viaje-  

-Creí que fui lo suficientemente claro al respecto- Bufó desviando su mirada.

-Mira, entiendo tu razón de querer estar solo, pero nadie merece pasar su vida en completa soledad- Habló con serenidad en su voz, transmitiéndole una cálida tranquilidad.

-No tienes ni idea...- Murmuró quedándose atrapado en aquel profundo mar calmo que le transmitía la mirada amable del castaño.

-Lo sé, ahora sé tu razón de querer estar solo, pero eso no es escusa de vivir en soledad- Le dijo con serenidad. -Puedo acompañarte a tu destino para cumplir tu objetivo, puedo liberarte de esta solitaria condena que te has impuesto, tan solo déjame ir contigo- Sus orbes brillaron en un ruego silencioso.

Pasaron unos minutos en silencio observándose, hasta que el mayor suspiró resignado y cerró sus párpados con rendición ante el pedido del más bajo.

-De acuerdo, tú ganas- Aceptó abriendo sus ojos para mirarle.

Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro del castaño, ocasionando que el pelinegro formara una diminuta. El joven de orbes zafiro estaba contento por conseguir lo que deseaba, y muy dentro suyo el guerrero también lo estaba, después de todo, aunque quisiera estar solo, muy en el fondo deseaba tener un compañero y volver a sentir la alegría de tener un amigo.

-¡Perfecto! Por cierto- Cambió su tono de voz animado, a la vez que posaba su palma abierta sobre el pectoral del guerrero que antes señalaba con un dedo. -Son más grandes de lo que parecen ¿Es muy tarde para añadir a mi condición dormir sobre tu pecho?-

-¿No ibas a sacarnos de aquí?- Soltó un resoplido para disimular una risita, a la vez que desviaba su mirada.

-Y eso haré, pero es que no me molestaría descansar sobre ellos- Le miró con picardía, formando una sonrisa al escuchar como el contrario reía.

-Primero sácanos de aquí y quizás me lo piense- Le contestó con diversión mientras negaba con su cabeza.

-Entonces no hay tiempo que perder, H- Le guiñó un ojo y dio media vuelta, dejando algo sorprendido al pelinegro. Hacía tiempo que no le llamaban por la inicial de su nombre, aunque solo algunos de sus antiguos amigos y compañeros de batalla lo hacían, amigos que hacía siglos había perdido. 

-Horacio-

-¿Eh?- Volteó el de baja estatura, mirando al contrario con intriga.

-Ya que seremos compañeros, al menos debes saber mi nombre ¿No?- Caminó hasta el oji azul que le miraba sorprendido. -Creo recordar que el tuyo era Gustabo ¿Verdad?- 

-Me alegra que lo recordaras- Respondió con una sonrisa apacible, dirigiendo su vista al frente. -Salgamos de aquí, Horacio-

Una gran emoción comenzó a brotar en el pecho del castaño al ver como el de bicolores empezaba a tratarle con confianza y dejaba de mostrar seriedad ante él, al contrario, sonreía aunque fuera una mueca diminuta, pero que de igualmente manera le hacía feliz.

El fornido guerrero asintió con su cabeza en señal de que avanzara, que él se mantendría detrás siguiéndolo. Observó la silueta del joven caminar hacia una dirección con tranquilidad, le vio tomar algo del suelo, asombrándose de notar que se trataba de una antorcha con una extraña llamarada.

-Espera- Le llamó provocando que volteara hacia él con una ceja enarcada. -¿Cómo llegaste hasta aquí?-

-Quizás no me creas, pero una extraña mujer en el pueblo me dio esto y de alguna forma el fuego se apaga en el camino incorrecto, pero su llama se aviva indicándome por donde debo ir- Le comentó con nerviosismo porque era consciente de que muy difícilmente el mayor le iba a creer, era algo descabellado.  

-Ya veo, entonces ella está detrás de todo esto- Pensó en voz alta, dejando intrigado al contrario. -Entonces por eso las flechas tenían un veneno tan letal como para hacerme efecto en poco tiempo- 

-¿De qué hablas?- Preguntó con clara duda.

El de heterocromía simplemente le miró en silencio, abstraído en sus pensamientos. Pero si la diosa quería hacer algo en su contra ¿Por qué enviaría al castaño para salvarle? Solo estaba seguro de una cosa, algo tramaba y esperaba que no fuera nada malo, después de todo, en todos sus años vividos nunca habían tenido problemas.

-¿Horacio?- Le llamó con preocupación por el abrupto silencio del guerrero. -¿Está todo bien?-

-Sí sí, vamos-Le animó a seguir aún debatiendo posibilidades en su mente.

Con algo de duda el castaño avanzó por entre los muros del laberinto, pero de repente sintió un tirón hacia atrás que lo hizo caer sentado contra el piso, elevó su vista viendo la ancha espalda del guerrero que se ponía en guardia.

-¿Horacio?- Los orbes azules vieron como rápidamente el pelinegro volteó en su dirección.

-Quédate cerca- Ordenó con voz baja y seria.

Los orbes bicolores miraban con alerta la figura de un enorme cíclope con una lanza en sus manos, notó que su espada descansaba en la cintura del joven oji azul, sin perder tiempo la tomó y se puso en guardia. Pero cuando estaba dispuesto a luchar contra el cíclope que tenía en frente, notó por sus sentidos que había otra presencia detrás, giró velozmente y vio como otro cíclope elevaba su brazo con un martillo de piedra en su mano y la bajaba fuertemente contra el castaño.

El de orbes azules no conseguía comprender que sucedía, solo pudo ver como en una reacción inmediata el pelinegro se quedó casi arriba de él, al permanecer todavía sentado en el suelo, y con una mano en la empuñadura y otra en el filo del arma, colocaba la espada horizontalmente por encima de su cabeza, una técnica para parar un ataque vertical.






ºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoº

  


BúsquedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora