-¿Por qué últimamente tienes tanto interés en el hijo de Heracles?-
-Curiosidad... Quiero presenciar cuando descubra la verdad que se niega a aceptar-
-¿Solamente se trata de eso? ¿No hay otra razón?-
-Solo eso, curiosidad-
Ambas figuras femeninas se quedan brevemente en silencio por la respuesta otorgada, observando el lúgubre panorama debajo de la Tierra donde se encontraban.
-¿Crees que consiga discernir la verdad?-
-Debería, Morfeo ha enviado señales a través de sus sueños- Finaliza el tema de conversación con una diminuta sonrisa de medio lado, mientras estira su mano para acariciar a uno de los perros infernales que se aproxima hasta ella.
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-¿Entonces soy tu primer compañero después de siglos?- Interrogó con verdadera curiosidad, girando su cabeza a un costado para poder observar de reojo al pelinegro detrás suyo.
-Correcto- Respondió con simpleza sin quitar su vista del camino frente a ellos y con sus manos sobre las riendas del corcel.
Habían acampado varios día en aquel plácido manantial que había encontrado, disfrutaron un tiempo del pacifico ambiente pero debían continuar, por lo cual en el presente se encontraban sobre el lomo del caballo del guerrero, montando tranquilamente para encontrar algún otro sitio donde abastecerse y seguir con el viaje.
-¿Y románticamente también?- Su susurro rompió el silencio que se había establecido, lamentándose a los segundos y deseando que el de orbes bicolores no escuchara su tonto murmullo.
-¿A qué te refieres, Gustabo?- Preguntó el de cabello azabache, esta vez volteando su mirada hasta los zafiros del nombrado.
-Oh ¡Mira!- Habló con nerviosismo, volteando su cabeza para que el pelinegro no pudiera ver su avergonzado rostro y rápidamente señaló hacia el frente. -¿Aquello es un poblado?-
El mayor se quedó unos minutos en silencio sin apartar su mirada escrutiñadora de la figura del castaño sentado frente a él, estuvo a punto de insistir para que respondiera su interrogante, pero decidió dejar el tema de lado y concentrarse en algo más importante, como encontrar un sitio adecuado para que el de iris oceánicas pudiera descansar en el calor de una casa, en la comodidad de una cama y no totalmente expuesto en la intemperie.
Continuaron cabalgando en un profundo silencio incómodo para el de menor estatura, en cambio para el contrario, era un mutismo que le facilitaba el perderse en sus pensamientos sobre la rara conducta del castaño, esto a su parecer.
Vieron algunas casas y graneros repartidos por el extenso campo, hasta que finalmente se toparon con un pueblo. Los aldeanos les miraban con asombro y curiosidad al recibir nuevos visitantes, aunque alguno que otro hombre se mantenía alerta en caso de que se tratarán de ladrones o algo por el estilo. Recién en la entrada de la aldea el pelinegro dio una leve orden al corcel para que se detuviera para poder bajar y una vez abajo, ayudó como de costumbre al castaño, procediendo ambos a caminar a la par para adentrarse al pueblo y dejando en total libertad al cuadrúpedo para que fuera a donde quisiera. Después de todo Naut siempre encontraba la forma de volver con Horacio.
Tranquilamente y con seguridad caminaron por la calle principal de aquel poblado, intentando en todo momento transmitir confianza a los habitantes con sus semblantes apacibles. Llegaron hasta la taberna de la aldea, o así lo hacía ver el rústico cartel de madera que colgaba por encima de la puerta. Antes de entrar, el castaño miró brevemente al pelinegro, el mayor, al notar los azules sobre él, le devolvió la mirada y le dedicó una diminuta sonrisa para asegurarle que todo estaba y estaría bien.
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Búsqueda
RandomSu viaje comenzó cuando decidió encontrar alguna forma de deshacer una maldición, cada vez iba aceptando más su desamparado destino hasta que una persona se cruza en su camino.