Capítulo 25: Pequeños cambios...

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    No podía dejar de pensar en ciertos detalles y cabos sueltos que noté cuando los analicé con cuidado.

   El más importante, claro, fue el hecho de que Michael no estaba con sus hermanos, John y Wendy. Y él pertenecía al cuento tanto como ellos pues también era un Darling. Michael Darling.

   Pensé en ello porque Zorrillo y Ozesno lo susurraban y comentaban y así. Hasta James se unió a la conversación en cierto momento, aunque fuera solo para pedirles que se callaran porque un pirata dormía detrás de una puerta que no fue del todo cerrado.

   Suspiré. Tenía que averiguar todavía tantas cosas antes de volver a casa. ¿Podría siquiera averiguar una pocas?

    Cada vez se disminuían más mis ganas de no irme, de quedarme y vivir las aventuras de un Niño Perdido, de Peter Pan. Y aún así, oía claramente como mi vida normal me llamaba.

   Caminamos y caminamos hasta que pisamos la sucia y maltrecha borda del Jolly Roger. ¿Hace cuánto no limpiaban allí? ¡Yo pensé que había alguien encargado de eso y todo!

   Alex bufó.

— Creo que se te olvidó limpiar eso —le dijo a James.

   James abrió los ojos, más ofendido que sorprendido por las la palabras de mi ex niñero.

— Ése era tu trabajo —se defendió, cruzando los brazoa y sacudiendo su cabeza en un movimiento leve.

   Alex dio un traspiés.

— Claro que no. Yo limpié lo horribles baños.

— Sí, bueno, fue lo único que hiciste por tu cuenta.

— Y deberías agradecerme, la cocina no se compara en nada, es allí donde empieza. Todo termina en el baño, y no es un final feliz.

   Alex también se cruzó de brazos, y le dio la espalda a James, quien le respondió haciendo lo mismo. Se veían tan infantiles y malcriados que no pude evitar reír y fastidiarme al mismo tiempo. Los gemelos hicieron lo mismo que ellos, como si James y Alex se hubiesen convertido en sus ejemplos a seguir o algo así. Conejo solo miraba y Osezno dormitaba a su lado.

   Fue Zorrillo el que se paseó entre ellos como modelo de pasarela drogada y los hizo darse la vuelta, todo con movimientos frágiles y delicados. Al chico de verdad le gustana sobreactuar, pero era divertido.

— Amigos, amigos —canturreó, haciendo bailar sus manos frente a su rostro con calma—, ¿qué,  acaso no se dan cuenta de que ya el problemilla de las amistades se solucionó? Por favor, caballeros, ¡centrados en salir de aquí!

   Esto último lo gritó tan fuerte que todos se sacudieron. Hasta Conejo dio un salto y los Gemelos cayeron sentados al suelo. Osezno, bueno, él era muy grande y pues apenas se movió.

— Como sea —dijo James. Alzó la vista para encarar a Alex y asintió—: Lo siento. Es solo que estoy muy estresado...

— Pues no liberes tu estrés conmigo.

   James rodó los ojos, exasperado. Después, de todo, él no había comenzado la pequeña discusión, fue Alex. Yo di un paso hacia adelante.

— Alex... —murmuré, alargando la «A» para hacer énfasis en cuánto me aburría la situación.

   Él vaciló, pero terminó cediendo.

— Bien, ya, ya. Yo también lo siento.

   Sonreí.

— Asunto zanjado —dije—. Ahora, niño bonito, ¿dónde rayos están Michael y Mofeta?

— Bueno... eso es interesante —Alex buscó con la mirada, pero el hecho de que volviese a mí me dejó claro que no lo encontró—. Pensé que estarían aquí.

   De nuevo, James tuvo esa reacción de molesto y asombrado. Sus ojos centellearon al juntarse con un rayo de sol, lo que lo hizo verse muy lindo. Con algo de descanso para quitarse el peso de su rostro, pensé, James sería todo un rompecorazones. Sobre todo si fuese a mi escuela.

   Mi escuela.

   No puedo decir que la extrañé, pero pensar en ella me llenó de cierta nostalgia. Creo que también necesitaba descansar un poco o iba a volverme loca...

— ¡Allí están!

   La voz que se alzó a nuestras espalda fue tan familiar que tuve que sostener mis brazos cuando me recorrió aquel escalofrío. Era él, tenía que ser él.

— ¡Peter!

   No sé quién corrió primero hacia él, si yo o Zorrillo o los Gemelos, pero lo cierto que es íbamos muy a la par.

   No pude contener la marea de emociones que sentí al ver a Peter. Él estaba allí, frente a mí, y se veía como nuevo, aseado y bien peinado.

   Algo me decía que se había salido con la suya. Peter Pan siempre podía hacerlo, él tenía esa habilidad. Esa y muchas otras, como, por ejemplo, la de hacer que todos mis sentidos se exaltasen.

   Peter los hizo a todos a un lado para abrazarme,  y yo le devolví con fuerza el abrazo. No sé en qué pensaba cuando pensé en dejarlo, pero no sé si pensaba con claridad porque ahora estaba claro que quería estar con Peter. Quería estar siempre a su lado. Quería ser Wendy. Quería ser mejor que ella. Yo de verdad quería a Peter, y es así de sencillo.

— Vera —susurró en mi oído. No pude evitarlo, y me estremecí en sus brazos. Reí porque era algo muy torpe y vengonzoso, y a él no le importó—. Me alegra que estés bien.

   Detengan todo.

   ¿Desde cuándo Peter habla así?

   Lo miré, entre extrañada y divertida, y él me soltó. Se alejó en un par de pasos al ver que Alex y James se acercaban, uno tosiendo y el otro arrastrando los pies. Los miré.

   James pensaba lo mismo que yo. Lo vi en su rostro.

   También en el de todos los otros Niños Perdidos. Sobre todo en Conejo, que, finalmente, se aventuraba a decir algo.

— Peter, ¿te encuentras bien?

   Todos miraron al chico más tímido y tierno del grupo, quien estaba centrado en escrutar a Peter. Pude ver que si yo estaba muy extrañada, él ya había superado cualquier límite entendible.

— Estoy muy bien —contestó Peter, sonriendo. Pero no sonreía con malicia o picardía, sino con amabilidad. Con elegante amabilidad. Lo cual no era muy digno de su persona.

   Fue Zorrillo quién lo preguntó.

— ¿Qué rayos te pasó, amigo?

   Peter río, lo que hizo que sus hombros se alzaran.

— Solo pequeños cambios. Nada importante, d verdad.

   Pero no, claro que importaba.

Peter Pan, el chico en mi ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora