—Hemos llegado —dijo un orgulloso Garfio.
—¿Y qué tal si nos vamos?
Yo tenía los nervios de punta. No podía bajar del barco. Me quedé estancada en el puente.
—¿Qué? —volteó a mirarme—. ¿Te has acobardado?
—Mí ser cobarde... Mí querer irse, ¡sí
Volví a subir.
Garfio bufó. Subió el puente y me cargó en su hombro. Grité como niña pequeña.
—¡Bájame! ¡Esto es secuestro! ¡Y...!
—¿Llamarás a la policía aérea? —Me interrumpió—. Lo menos que encontrarás es un árbol, querida.
—Y Pe... ¡Olvídalo!
Me resigné a lo que venía. Después de todo, yo quise venir. Garfio no me puso un arma en la cabeza para que viniera... Aunque sospecho que lo hubiese hecho de todos modos.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
—Ahora, filibustera novata, vigilaremos al niño y sus fieles bebés.
—Peter y los Niños Perdidos, entendido.
—Tú seras el anzuelo.
—Seré el anz.... ¡No! ¡Me niego a acercarme a Peter!
—¿No quieres venganza?
En realidad no, no la quería. No es que ahora odiaba a Peter y los que estuviesen de su lado. Solo... a partir de aquí, estaría en ambos bandos, neutral. Total, era un cuento.
—Bien, ya qué mas da.
No aceptaba porque quisiera ayudar a Garfio, sino que mi mente y mi razón se habían quedado en Londres, junto con una ropa mejor. Esta pijama olía a cerveza mágica.
Garfio se detuvo en la playa, suspiró honrado y me bajó. Mis pies sintieron la arena y me dieron ganas de retorcerme. Era rarísimo. Me estremecí y sacudí la cabeza.
Garfio rió.
—¿Escorbuto?
—No, aún no tengo busto.
El pirata arqueó la ceja. Noté que lo había escuchado mal cuando salí de mi trance y puse la cabeza en la conversación. Me eché a reír.
—Dijiste escorbuto. Ignora lo que dije, lo del busto, no es nada.
De paso, un arbusto se movió.
Corrí hacia Garfio y lo usé de escudo, tirando de su abrigo con toda mi pasión de superviviente.
—¡A él! ¡A él! El sabor de metal oxidado es muy delicioso, yo no, qué asco, no me baño desde no sé cuando, en serio. Además, tengo cerveza encima, te emborracharás, eso es malo, se hace vicio.
Cerré mis ojos, apenas abriéndolos un poco para ver salir del arbusto un conejo. Garfio soltó una carcajada.
—Yo... yo...
—¡Oh, Santas Barbas! ¡Un conejo! ¡He de tener cuidado o moriré de tan peludo que es! —Se burló.
—Tic-tac...
Él se echó a un lado y gruñó. Luego siguió caminando hasta perderse en el bosque.
Ugggh. Esto era una locura. ¿Conejos en Nunca Jamás? Eso es nuevo, o no leí muy bien el libro ni me vi bien la película. No lo sé.
En fin: La isla estaba vacía. Volteé a ver el barco que se encontraba en la orilla. También vacío. El montón de hom... piratas, se habían esfumado.
—¿Dónde...? —Me abstuve de preguntar. Ya Garfio se había ido—. ¡Ay, no! ¡Debes estar jugando!
Di un paso y el sonido de un pájaro me hizo gritar. En verdad, pensaba que venir sería una aventura de esas geniales. En cambio, me dio miedo un conejo y un pájaro y una piedra.
—Sé valiente.
Lo sería.
Pero no cuando un gusano caminó por mis pies.
—¡No seas valiente! ¡Solo corre!
Y así fue... ¡Corrí como una niña asustada!
Soy una adolescente, no una niña. Pronto creceré y dejaré las tonterías de lado.
—¡Peter! ¡Garfio! —No había escapatoria—. ¡Mamá!
Corría y corría por el bosque. No sé si era inmenso o yo muy floja, pero el camino y las pérdidas de dirección se me hicieron eternas. Hice una pausa para respirar, apoyando las manos en mis rodillas.
¿Acaso Garfio se tomó un Red Bull? Por todos los cielos...
Ahora, ni bien terminé de quejarme cuando algo me golpeó. El golpe fue en la cabeza, quedé completamente dormida. Se sentía tan bien.
Tan bien...
—¡Ha despertado! —gritó Wendy.
Y oh, vaya deja vú.
—¿Wendy?
—¡Vera!
—Wendy...
—¿Vera? —Esta vez, no fue la voz de Wendy, ella no movió los labios. Era la inconfundible voz masculina y odiosa, cuyo dueño y poseedor era Peter Pan.
Me levanté con cuidado, removiendo la manta sobre la cual había estado acostada y sacudiéndola para doblarla. Era costumbre y necesidad. No quería ver a Peter a la cara todavía.
—La encontré en el bosque... —Le informó Wendy.
Peter sonrió, ¡sentí su sonrisa! Y se acercó. Me dio un abrazo.
Ya casi olvidaba como se sentía, y me derretí por completo entre sus brazos hasta que la voz de Wendy, mi querida Wendy, me devolvió a la triste realidad.
Peter se alejó. Y bien. Muy bien.
Wendy continuó explicando: —Creo que se golpeó con un árbol.
Oh, gracias... He quedado como una tonta.
Pero igual y no era mi culpa. ¡Yo no puse el árbol ahí!
Sacándome de mis pensamientos, Wendy tomó mi mano y sin más me llevó a través de una cueva en quién sabe dónde, Peter tomando mi otra mano al unirse a nosotras.
—Conocerás a los Niños Perdidos —Me informó, sonriente y esta vez, para nada pretencioso. Parecía genuinamente alegre.
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Peter Pan, el chico en mi ventana
FanfictionVera es una jovencita soñadora que a pesar de no decirlo en voz alta, desea crecer antes de tiempo. Crecer de la manera aburrida: Trabajar, no jugar. Sumar y restar, no dibujar. Dejar la niñez atrás, muy atrás... O eso al menos hasta que un día, mi...