Capítulo 8: Tu beso...

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   ¿Conocer a los Niños Perdidos?

   ¡Conocer a los Niños Perdidos!

   Conocer a los Niños Perdidos...

   Suena bien. Es decir, todo a Peter le suena bien. Dios mío, este niño despierta mis hormonas...

— Estaban ansiosos por conocerte —empezó Peter—. Se habían desilusionado un poco.

— ¿Por Wendy?

— Eso creo. Les había dicho que tú vendrías, y trajé a Wendy.

— ¿Y me esperaban a mí?

   Peter asintió.

   A todas estas... ¿Dónde estaba Campanilla? Quizás... ¡Convenciendo a los niños Perdidos de lanzarle flechas a Wendy! Tentadora la idea de no entrometerme...

— Allí —señaló.

   Era el Árbol del Ahorcado. La casa de los Niños Perdidos. La casa de Peter Pan. Y se podía notar que los niños estaban allí porque risas y más risas se oían, provenientes desde el interior. Peter dio un grito (un llamado, para especificar). Ése debía ser el grito de guerra, o algo así. En fin, el ruido cesó. Cerré los ojos; un impulso, quizá.

   Pude sentir como cuatro brazos me rodeaban. Abrí los ojos lentamente: eran los Gemelos, vestidos con aquellos trajes de mapache.

— ¡Mamá!

   Ni idea del porqué, pero eso se oyó raro...

   Detrás se acerco Osezno, quien me dio un abrazo. Un muy asfixiante abrazo. Su abundante masa corporal tenía una fuerza considerable.

— ¡Cuidado le caes encima y la plastas, gordito! —bromeó Zorrillo.

   Zorrillo vino y tomó mi mano y la besó. Era un chico alto, muy alto, y guapo. No como Peter, claro, pero puedo asegurar que no estaba para nada mal.

— Un gusto, conocerla, señorita. Zorrillo, a la orden.

   ¿Dónde y cuándo había oído yo algo como eso?

— Sí... ¿igual? —pude responder.

— Hola —dijo Conejo, alzando tímidamente su mano. Apareció detrás de Zorrillo, e intenté evitar gemir de ternura pero fue imposible: era muy, muy tierno. La clase de ternura que los chicos odian pero que a mí me hace querer gritar de la emoción.

   Mofeta solo me dio la mano y sonrió. Se le veía de poca palabras y muchas acciones, ya que asintió con decisión y se alejó.

   Poco después, todos se posicionaron en una fila detrás de Peter. Luego caminaron, o marcharon, mejor dicho, al árbol.

— ¡Comida! —gritó Osezno.

— El amor de tu vida, ya lo sabemos... —añadió Zorrillo.

   Entré detrás de ellos. ¿Yo? No, yo sí caminaba. Me parece tonto eso de marchar, si no eres un soldado, claro.

   Wendy, John y Michael, marchaban y reían...

— Si no puedes con ellos... Úneteles.

   Empecé a levantar un pie detrás del otro, y resultó algo divertido. Reí e instantáneamente me tapé la boca con las manos. De verdad era divertido. Sólo moví a cabeza y seguí marchando.

 — ¡Garfio odia un Tic-Tac...! —cantó Peter.

— ¡Garfio odia un Tic-Tac...! —siguieron todos.

Peter Pan, el chico en mi ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora