Era aquel mi momento.
No había duda de que diría que sí.
Mi cabeza completa había pasado el día en eso, en esperar la anhelada pregunta.
Pero...
—No.
Su sonrisa se desvaneció. Se cruzó de brazos, con una cara de poquísimos amigos.
—¿Cómo que no?
—No, Peter. No iré.
Él seguía de brazos cruzados. Casi lo olvidaba, ¿no? Peter era un chico de quince años, podía ser cabezota, terco, egoísta y muy vanidoso. Igual a todos los de nuestra edad, la verdad. Así que al decirle el porqué de no querer ir, quizás no se lo tomara muy bien.
—Peter, no puedo...
— ¿O no quieres?
—¿Y si no quiero, qué?
No me habló. Se mordió la mejilla, incluso. Se veía dolorosamente adorable. ¡Quería darle un puntapié! Así apreciándole me atontaba toda.
No pude aguantarme las ganas de sacarlo de mi pecho, ¡y lo hice!
—Peter... Wendy está al lado...
—¿Wendy? —sonrió... golpe bajo, amigo.
—Sí, idiota. Wendy. ¡Ahora, vuela fuera de mi casa! ¡Te juro que llamaré a la policía aérea!
De golpe, borrando su sonrisa, Peter relajó los brazos y me miró confundido. No pude con todo eso. Si no lo sacaba de mi vista ya, iba a disculparme y retratar todo y... sí quería, ¡quería ir! ¡Pero no a costa de un malentendido!
—¡Vamos, fuera! ¡Eres un sueño! ¡Me intoxiqué con tanto polvo! ¡Sí! ¡Vete!
Al lanzarme a abrir la ventana y hacerle un ademán hacia afuera, se oyeron unas risas.
Peter se acercó, haciendo mover su cabello cerca del mío al asomarse. Casi me asfixía entre él y el marco de la puerta y le empujé, haciendo más señas hacia afuera sin dignarme a mirar. Sabía que en la ventana frente a la mía estaban Wendy y sus hermanitos.
Peter se acercó lentamente hasta estar sentado al borde la ventana. Les observó en silencio, suspiró y salió así, como si nada, volando hacia allá.
Fue cuando exploté porque, ¿por qué no?
—¡Siempre lo supe! No soy Wendy... "No me importa." "Sé que no eres Wendy." ¡Agh! ¡Garfio siempre me cayó mejor! —grité por la ventana. Luego la cerré de golpe.
Casi pudo romperse.
Casi.
Ahora, Campanilla me miró y yo la miré. Fue incómodo, pero no terrible. Parecía que ya no me odiaba tanto... Bueno, a ella no le cae muy bien Wendy al principio, yo tampoco lo hice, pero, claro, Wendy tiene más oportunidad con Peter, ¿no?
Entonces... Le caía mejor a Campanita, creo que sí. Me hizo un ademán antes de salir cuando le abrí un pequeño espacio de la ventana. Eso era bueno, de algún modo... Aunque fuese por algo que no me alegraba.
Y fue triste quedarme sola, de espaldas a donde ya podía imaginarme todas esas aventuras y toda esa magia...
—Bueno... se acabó, Vera —me dije—. Nunca iba a funcionar...
Pensar que estuve a punto de ir a Nunca Jámas en el siglo veintiuno, já. Es decir: Mi sueño, sí. Pero no era mi historia.
Quizás debí hacerme creer que todo fue un sueño. Que supongo que lo fue.
Me acosté en mi cama.
Una lágrima rodó por mi mejilla.
Cerré los ojos.
Con todo aquello, el sueño vino solo.
...
Unos pasos resonaron bruscos en mi habitación, pero el sueño era más poderoso.Además, quizás era el sonido de alguien caminando en la calle y no sé, con un amplificador en las suelas. Sonaba como botas.
Pero claro, la ventana estaba cerrada. Así era muy difícil que se oyera de tal manera, a menos que fuera un caballo de ciento cincuenta y dos kilos además del amplificador.
De modo que abrí los ojos.
Lo primero que vi fue el techo, ¿y un garfio?
Ladeé la cabeza y pude ver a un hombre que arreglaba el mango de su corbata. ¡Era Garfio! Pero... este Garfio era muchísimo más joven y apuesto. Le calculé en los veinte.
—Debe ser usted Vera, imagino —dijo, sin dejar de arreglar su manga.
—¿Tú debes ser Garfio?
—En efecto... Capitán Garfio, a su servicio, Señorita.
—Vera. No hace falta que use lenguaje formal conmigo.
Me senté en el borde de la cama y posó su mirada en mí.
—Tengo entendido que ha sido usted a la que Peter ha visitado.
—Defina visitado. Sólo vino una vez. No soy Wendy. Si quiere matarme, torturarme o usarme de esclava en su bote hasta que encuentre a Peter, vaya a la casa frente a esa ventana. Yo no le sirvo, pero la chica de allí sí.
Y es que caí bajo, bien bajo.
—¿La casa con ventana abierta sin niños, ni Peter?
—Sí, e... ¿Qué? ¿Ya se fueron a Nunca Jamás?
—Eso supongo.
—Ese idiota vestido con plantas...
Garfio rió, levemente.
—Puedo notar que el chico no le agrada.
—¿Le agradan a usted los relojes?
Garfio me fulminó con la mirada. Había tocado su punto clave, su talón de Aquiles.
—¿Cómo sabes eso?
—¿Cómo sabes que Peter me visitó?
En su rostro resaltó una guapa y malvada sonrisa. Quizás mi tono de voz lo haya hecho notar que por ahora no era amiga de Peter.
—Deseo que seas parte de mi tripulación.
—Yo deseo que Peter sea una rana, no todos tenemos lo que queremos.
—No necesariamente. Tu deseo, el mío, no son muy diferentes.
—¿Ah, no?
—Al contrario, van por el mismo camino.
Bueno, ya. Despabilé. Me lo pensé.
No en su plan, sino en que era ahora o nunca. No iba a rechazar dos personajes en la misma ocasión esperando ver a otro.
—¡Acepto! ¡Seré parte de su tripulación!
Él parecía haberse sorprendido, pero no lo dejó ver por mucho rato. Me sonrió, asintiendo.
—Me agradas, pequeña.
Él a mí no. Pero a caballo regalado no se le mira el diente.
—¡Menos charla, mano de anzuelo! ¡Camina!
Tomé una chaqueta y me la puse encima como si estuviese lista para una batalla intergaláctica. ¡Estaba decidida a ir a Nunca Jamás!
Wendy ha tenido su oportunidad muchas veces.
Sé que no es casualidad que Peter llegara a mi ventana.
Lo sé.
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Peter Pan, el chico en mi ventana
FanfictionVera es una jovencita soñadora que a pesar de no decirlo en voz alta, desea crecer antes de tiempo. Crecer de la manera aburrida: Trabajar, no jugar. Sumar y restar, no dibujar. Dejar la niñez atrás, muy atrás... O eso al menos hasta que un día, mi...