Sin duda ni resentimiento me subí al barco del capitán. Al enigmático Jolly Roger.
Era realmente raro... flotaba. Como si tuviera unas cuerdas que lo ataran al cielo. Pero no había cuerdas, claro. Y tomando en cuenta todo lo que pasaba, esto era muy normal y cotidiano.
Es decir: primero, un niño se coló a mi ventana; segundo, una extraña familia son mis nuevos vecinos; tercero, un hada más pequeña que el cerebro de mi hermano me pellizca; cuarto, un hombre con un garfio me vigila dormida, y ahora estoy en su barco. Parecería un sueño, pero no lo es... Es real.
Realmente loco.
—Y dime... ¿Que no estabas muerto? —pregunté a Garfio. Que, otra vez, arreglaba su garfio. Parecía que o no lo sabía usar, o ya se había acostumbrado a estar arreglándolo—. ¿Qué? ¿El cocodrilo no soportó tu olor a metal vencido y te vomitó?
—¿Te he dicho que me agradas?
—Sí pero no me has dicho la razón de que revivieras.
—Eso es porque no reviví. En realidad, soy el sobrino de Garfio.
—¿Garfio tiene un sobrino?
—No lo sé. Por lo menos eso cree la tripulación.
—¿Y a ti también te cortó la mano Peter?
Hizo un gesto con su cabeza, pensativo.
—En efecto.
—Deberían cambiar la rutina. Además, ¿sabes que Garfio pierde, cierto?
—Lo sé, pero no soy Garfio.
En realidad, no tenía respuesta o pregunta para eso. Esta historia estaba un poco cambiada. Es decir, es pleno siglo veintiuno y llevo ositos dibujados en la pijama.
—A ti también te persigue el cocodrilo, me supongo.
—Es cierto. Y el cocodrilo se comió mi mano y se llevó mi reloj y todo lo que quieras creer que pasó.
—¿Como que te persigue el tiempo?
—Sí. ¿Podrías dejar de hacer tantas preguntas?
—Sí... Podría... Pero no quiero.
Garfio bufó, hastiado. Yo alcé los brazos en son de paz, aunque indignada.
—Bien, cálmate. Yo voy a molestar a Smee.
Me alejé entonces del capitán extraño. Él solo manejaba el timón sin despegar la viste del frente, y hasta donde sabía, pronto llegaríamos a Nunca Jamás.
Por mi parte, ni la menor idea de la ubicación de Smee. Solo veía a los piratas de aquí a allá y más allá que aquí. Algunos bajaban a la bodega. Quizás a beber de la bodega. Y es que, después de unas miradas poco disimuladas, lo confirmé; en efecto, eso hacían, allí bebían.
Uno de ellos estiró una jarra hacia mí cuando entré a la oscura habitación que olía bastante feo.
—No gracias, no bebo. Ni pienso beber.
El hombre rió, me dio la espalda y siguió en sus cosas.
Todos reían y hablaban.
Risas horrosas, si puedo agregar.
Risas de hombre anciano y borracho...
Ew. Como en las fiestas de cumpleaños del abuelo Hank. Y esa no era una imagen que quería para asimilar mi aventura, así que me mantuve centrada.
—¿Han visto a Smee? —pregunté.
Un grupo de hombres —debería empezar a llamarlos piratas—, señaló a Smee en la esquina, al parecer bailando. No tenía caso.
Me quedé ahí parada por un buen rato, así como pensando. Pasaron al menos un par de minutos antes de que terminase aferrándome con mi vida a una mesa vacía que yacía de cabeza para no salir volando con la vuelta que dio el barco.
—¡Nunca Jamás! —Se oyó en cubierta. La inconfundible voz de Garfio.
—Llegamos... —susurré, e intenté al menos dos veces antes de lograr levantarme con éxito.
Tan pronto me acomodé el cabello, todos brindaron, chispeándome cerveza a montones. Ush.
Pero yo tranquila, como si nada. Me fundí con la manada y marché cantando. Así salimos a cubierta, contemplando aquella tierra desconocida para mí, por lo menos.
Se veía una playa, e imaginé que desembarcaríamos allí. Era hermoso: El cielo de colores, las sirenas que saltaban. Todo maravilloso. Pero debía acordarme que no era un viaje turístico, era una misión. ¿Para que? Ni la menor idea. Pero esto iba a ser divertido...
Y turístico, ¿por qué no?
Estaba en mi aventura.
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Peter Pan, el chico en mi ventana
FanfictionVera es una jovencita soñadora que a pesar de no decirlo en voz alta, desea crecer antes de tiempo. Crecer de la manera aburrida: Trabajar, no jugar. Sumar y restar, no dibujar. Dejar la niñez atrás, muy atrás... O eso al menos hasta que un día, mi...