(Narrador)
— Si salimos vivos de ésta, voy a matar a Vera mientras ella intenta matarme a mí. Oh, claro que lo haré.
Alex murmuraba y murmuraba palabras que James oía a la perfección, pero que fingió no escuchar en realidad. Y, al contrario de lo esperado, agudizaba su oído para no perder ni siquiera un conectivo de las oraciones de su compañero.
— Y entonces haber salidos vivos, ¡pues al ojo de los mares! Así dirían ustedes, ¿no? ¡Claro, claro! Siempre hablando raro. Me han llamado filibustero. ¡Filibustero! Por los rayos.
James asintió, su vista perdida escondiendo cierto desgrado que le provocaba el tono que su compañero empleaba. ¿Ustedes? ¿Por qué encerrarlo a él en el mismo pronombre que aquél grupo de hombres malvados? ¿No había demostrado ya que no era malo?
— ¿Y eso a qué viene? —preguntó James, cesando con el torrente de palabras de Alex. Dejó de limpiar una de las mesas para fijar la vista en la del otro, viendo con asombro como brillaba y relucía de un dorado brillante en donde Alex limpiaba con ira—. Y eso...
— ¿Qué? ¿De dónde viene el hecho de que no importa seguir vivos? ¿O es que te has enamorado de este trozo de madera? No viene de China, no lo dice en ningún lado.
— No seas idiota. Hablo de lo primero. ¿Ustedes van a irse, no?
— ¿Tú qué crees? —Alex lo hizo de nuevo, fregó con fuerza sobre la superficie oscura, que se aclaró y no sólo eso, brilló. Y era un brillo que James conocía.
— Creo en el polvo de hadas.
— Sí, y yo creo en Santa Claus.
James se detuvo, lo miró y su voz mostraba que no era precisamente un juego para conocerse mejor.
— Eso no viene al caso —dijo.
— Lo del polvo de hadas tampoco.
Alex se encogió de hombros, dispuesto a ir hacia otra de las mesas del comedor. No era que le gustara de estar allí, en esa sucia y oscura sala con hedores de toda clase. El aire húmedo y mugriento estaba a punto de hacerlo vomitar y si caía al suelo, no iban a poder verlo en esa inmensa oscuridad apenas contrastada con la leve iluminación de una lámpara de fuego.
James, por su parte, se preguntaba si era posible ser tan estúpido mientras se estaba molesto. No podía evitarlo. Literalmente, Alex tenía el polvo de hadas bajo sus narices.
Sí, se trataba del más brillante polvo de hadas. ¡Cómo pudo él no verlo! Garfio no era descuidado a la hora de tratar su barco, pero siempre exigía fregar las mesas con movimientos superpuestos, leves, sin afincarse más de lo que un perezoso de afincaría.
Alex, o no era perezoso, o en verdad estaba a punto de echar humo por las orejas. Desde que los dejaron allí se había propuesto a no hacer caso.
Hablaba de más. Gracias a Dios James persuadió a uno de los mejores guardias del capitán para vigilarlos. Sólo hizo falta decirle a ls otros que, de llegar el momento, sólo la fuerza los iba a detener en un intento de escape. Y Rugido era fuerte, muy fuerte, pero no podía oír bien y eso lo hizo perfecto.
Pero Rugido y Alex era igual de ciegos para no advertir tan brillo. Relucía con fuerza, casi iluminaba la estancia.
James se hubiera alarmado de ser otro el caso; después de todo, sólo eso le faltaba para irse. Al principio, claro, algunas cosas cambiaron y el lo supo en ese instante.
Bajó el rostro hasta fijar su mira en el suelo. Sólo una espesa niebla gris alredor de sus zapatos. Sonrió. Sonrió como no había sonreído hasta tal momento.
Era lo que buscaba. Podría irse de ese horrible lugar sin mirar atrás. Pero no lo haría solo, esa no era su prioridad.
Vera iría con él. Se prometió a sí mismo sacarla de ese desastre.
— Alex, sigue trabajando—dijo James, y no volvió a detenerse en toda la tarde.
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Peter Pan, el chico en mi ventana
FanfictionVera es una jovencita soñadora que a pesar de no decirlo en voz alta, desea crecer antes de tiempo. Crecer de la manera aburrida: Trabajar, no jugar. Sumar y restar, no dibujar. Dejar la niñez atrás, muy atrás... O eso al menos hasta que un día, mi...