Había subido directo a mi habitación. No podía perder un segundo de ese día.
Bueno, en verdad, quería perderlos todos.
Cuanto antes fuera de noche, mejor.
Un ruido, como de un camión en movimiento me distrajo y obviamente miré hacia la ventana. Juraría que quedó el olor a Peter ahí, entre las plantas y el marco. Una sencilla mezcla de más plantas, más vivas... y arena.
Debo admitirlo, por primera vez, anhelaba poder oler arena. No la arena común, esa es rara. El mundo es raro. Quiero oler la arena de Nunca Jamás. Quiero ver sirenas. Quiero ver a Garfio. ¡Quiero ver a Peter!
Otro sonido, igual al anterior, me hizo reaccionar. Gracias al cielo, sí, que por poco besaba los bordes de la ventana.
En la casa de enfrente, bueno, de detrás (ya que mi cuarto está en la parte posterior de la casa), volviendo al tema, estaban mudándose.
¿Nuevos vecinos?
Uh, tenía que averiguar quiénes eran. Yo era súper así. No me gustaba ser descortés y, conociendo a mi madre, ya les tenía un postre preparado. ¡Perfecto! Quién quitaba que tuviesen un hijo de mi edad que fuese lindo, caballeroso e inteligente, ¡preparado para el futuro! Y bueno, ya. Soñaba demasiado y lo sé, pero nunca resultó fácil evitarlo, ¿no?
Además, ¿Peter estaría celoso? No lo digo por creer que éramos algo. Sólo lo vi una noche. La que para mí fue una eternidad y, si leí bien el cuento, Peter se enamora de Wendy al final... Y yo soy Vera, no Wendy.
Mi apellido es Wells, no Darling.
Antes de sumergirme en lamentos que no necesitaba, no del todo, bajé de nuevo las escaleras hacia la cocina. Mi madre se arreglaba el cabello.
— Hija —me llamó mi madre, ¡por sipuesto que sí!—. ¿Podrías, por favor, llevarle esto a los vecinos?
Mi madre me entregó una planta.
—Muy cliché, ¿no crees? —cuestioné.
—No peor que el cliché de que tu hermano no se ha despertado. Al parecer perderemos la función del cine. Salimos mañana, ¿bien?
—Bien, bien.
Asentí y tomé, como pude, la planta. Salí decidida a casa de los vecinos. Caminé un poco hacia el buzón de modo que pudiese dar un vistazo a qué ponía. No entraría allí sin antes saber por lo menos el apellido de la familia. Si una persona adulta y decente no lo haría, yo no lo haría tampoco.
—Bien... Así que... Se apellidan... —leí las letras marcadas en el metal del buzón, y fue algo que provocó que me estremeciera—. Darling.
Una helada sensación invadió mis venas. Recorrió todo mi cuerpo. Casi se caía la planta que traía en mis manos.
Mis ganas de desmayarme a causa de la sorpresa había aumentado al ver a tres niños saliendo de allí... Una niña, castaña clara... igual a Wendy... el niño de lentes... y el pequeñito... Sin duda eran Wendy, Michael y John. ¡Wendy, Michael y John Darling!
—¡Wendy! ¡John! ¡Michael! ¡A almorzar!
Y fueron esas las últimas palabras que oí. Luego reí, nerviosa y mi vista se apagó por completo.
Todo se sentía como si estuviera durmiendo.
Como si hubiera sido un sueño.
Entonces, abrí poco a poco los ojos: estaba borroso. Yo descansaba en un sofá. No era mi casa.
Una niña... ¡La Wendy! Estaba sentada frente a mi.
—¡Madre, la chica ha despertado! —dijo con su tono británico perfecto. Sí, sí claro. Ella lo tiene porque nació aquí, yo me mudé de América. ¿No es suficiente su tortura de llamarse Wendy Darling y tener todo para ser Wendy? ¿También debía tener el acento que he practicado durante mi vida entera? Con, bueno, resultados intermedios.
—¿Qué ha sucedido? —pregunté. Toqué la parte trasera de mi cabeza. Dolía demasiado.
—Te has desmayado, ¡pero tu planta está bien!
—Oh, bueno. La planta es un regalo de bienvenida. Para ustedes.
—¿En serio? ¡Muchas gracias! Le diré a... Espera, ¿no has comido bien?
¡Já! Si tan solo supiera que era SU culpa que yo fuera una desdichada.
—No. Pero sí tenía un buen desayuno —La haré sentir mal, ella lo hizo conmigo. Aclaré mi garganta y saqué a flote mi acento británico—. Es solo que... Estaba taaaan emocionada por conocer a mi nueva vecina, que se me ha ido el hambre y ha vuelto en este revoltijo de emociones.
—¡Oh, pues es un gusto! Yo soy Wendy Darling —dijo, visiblemente halagada, con sus mejillas de color rosa—. Muy buen gesto de tu parte... y lo siento mucho, mucho...
—No te preocupes. Fue solo un desmayo casual. Suerte que no ha sido una contusión, ¿cierto?
—Sí, una suerte. ¡Y otra vez, muchas gracias por la planta!
Solo sonreí, viéndola sostenerla en lo alto frente a ella. Se mostraba sonriente y tranquila. La chica era difícil de persuadir... Se veía agradable. Quizás demasiado... ¡Ay, no!
—Bueno... yo soy Vera. Vera Wells. ¿Y está bien si planeo que seamos las mejores amigas? Digo, no tengo amigas, en esta calle no hay muchos niños —dije un tanto sincera—. Tengo quince, casi dieciséis, ¿y tú?
—¡Quince, desde hace poco! —sonrió.
Según el cuento... Wendy tenía un año menos que Peter... ¡No era posible! ¡O sí! ¡Muy posible!
En todo caso, nos pasamos la tarde comiendo galletas y charlando. Me contó muchas cosas sobre cuentos de hadas, y hasta se ofreció a que fuéramos juntas a la biblioteca local cada tanto... Era imposible no perderse en lo agradable del momento. Como estando de vuelta al mundo normal, donde leer era lo más apasionante y fantástico que sí, ciertamente, me había pasado.
Hasta que bam. De vuelta estuvimos a la loca aventura en que al parecer acabé metida.
—¿Vera?
—¿Sí, Wendy?
—¿Puedo confiarte algo, sin que creas que estoy loca?
¡Soy todo oídos!
—Claro... —respondí.
—Mi nombre es por mi bisabuela. Wendy. Y ella... ¿sabes? Ella conoció a Peter Pan.
—¡Eso es maravilloso!
—¿No crees que estoy loca, o sí?
—Para nada. Nadita.
—Pues... mi abuela siempre me cuenta de como Wendy conoció a Peter. Y dice que aún sigue por allí. Y, según mi Abuela, Peter vendra por mí. Estoy destinada a conocerlo... Y yo... Quisiera hacer que crezca conmigo.
—Oh, bien... pues... sí... Dicen que uno no debe dejar de creer, ¿verdad?
"Lucha por tus sueños", aunque alguien más tenga mas oportunidades que tú...
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Peter Pan, el chico en mi ventana
FanfictionVera es una jovencita soñadora que a pesar de no decirlo en voz alta, desea crecer antes de tiempo. Crecer de la manera aburrida: Trabajar, no jugar. Sumar y restar, no dibujar. Dejar la niñez atrás, muy atrás... O eso al menos hasta que un día, mi...