4. ¿Vendrías conmigo a Nunca Jamás?

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Seguí hablando con Wendy hasta hacerse tarde. Al parecer, teníamos más en común de lo que me hubiera gustado. Demasiado más.

Eso era en parte bueno, en parte malo. Ella no era mala. Llegaba a pensar que Peter era el malo aquí. Pero siempre llegaba a la conclusión de que yo era la entrometida. Yo era la desubicada, la perdida. Peter no tenía nada que ver conmigo. Yo no tenía nada que ver con Peter. Pero... ¿Por qué vino a mí de ser cierto? ¿A confundirme?

Se hacía de noche.

Me despedí de Wendy y de los Darling.

Conociéndoles un poco, eran una familia agradable. Muy atentos y cálidos. Y Wendy era buena... ¿Buena para Peter?

Llegué a mi casa. Había comido un poco en que los Darling, pero tenía hambre. Comí una hamburguesa que mi madre había hecho para mí, o eso quise creer. Luego se vería...

Miré el reloj de pared, eran las 7:00 p.m. Me tragué la comida y subí a cambiarme. Entonces, pensé... Yo me cambio de ropa a veces a las 12:00 a.m. ¿Peter me veía? No lo creo... ¿O sí? Los niños eran raros, y me dio algo de miedo, en todo caso.

Un ruido me hizo voltear.

—¿Quién es el chico? —preguntó mi hermanito.

—¿Qué chico?

—Ese que se metió a tu habitación anoche.

—Ningún chico entró a mi habitación anoche.

—¿Ah, no? Pues... era rubio o castaño, de ojos verdes y venía vestido como si viviera en el bosque.

—Tienes ocho años... ¿Ya te estás drogando con pegamento?

—Yo no...

—¿Y entonces con qué? ¿Con borradores? —interrumpí.

—Que no me...

—Mira que si es ilegal te llevan preso, eh. Hasta te puedes enfermar y...

—¡Basta! ¡Qué no me drogo!

Enojado, mi hermano se fue a su cuarto y cerró la puerta de un golpe.

¿Cómo es que me vio ayer ? Debo cerrar la puerta con seguro...

Aunque... Eso sonó raro. Nunca antes la había cerrado, porque igual no tenía nada que quisiera ocultar y... ouch. ¡No quería ocultar a Peter! Tan solo... habría sido duro de explicar. Mucho. No quería esos problemas.

Me coloqué una pijama de rosas y unas zapatillas de un tono parecido. Uno nunca sabe cuando Peter Pan lo puede llevar a Nunca Jamás.

—¿Vera?

Esa voz logró erizarme la piel. Era la voz de... ¿Campanita? Volteé a ver a la ventana y, en efecto, allí estaban Peter y Campanita.

La emocion llegó a mí. Peter, que estaba tocando el suelo y adaptándose a él, se veía tan guapo. No me contuve y lo abracé. Lo abracé fuerte y no quería soltarlo. ¡Oí su risa! Su hermosa risa de niño atontado.

Y aún con eso, con su torpeza y su falta de practica al abrazar, Peter me resultaba perfecto.

Bueno... con lo terco, vanidoso y muchas cosas que también le afectaban a uno con la edad, pero fuera de eso, perfecto. O cerca. Tampoco es que tuviese que serlo.

Ahora, dar un abrazo es algo normal, pero este era diferente. Era una sensación que no quería terminar. Pero como siempre, todo se iba al caño.

Sentí una punzada en la piel, me separé de Peter y acaricié mi brazo. ¡Ni siquiera alcancé a quejarme por la confusión!

Campanita me miraba como con ganas de lanzarme un balazo. Fue cuando recordé que Campanita era recelosa con Peter.

Y mi lado oscuro salio a la luz... ¡Vamos! ¿Molestar a Campanita? Darle celos...

—¡Ay! —Aproveché el pellizco como excusa para montarme una escenita pequeña.

—¿Qué sucede? —preguntó Peter.

—No sé... Creo que algo me ha picado...

Peter se acercó, tomó mi brazo entre sus manos y revisó cuidadosamente.

—Parece un pellizco, más que una picada.

—¿Cómo? No sé quién pudo haber sido... Fue hace solo segundos...

Él levantó la mirada, quedando a centímetros de mi rostro. Me acerqué un poco más y ya el verde de sus ojos brillaba... También tenía unas bonitas pestañas. Era divertido ver su rostro así, porque resultaba chistoso y a la vez más fácil de detallar.

No obstante, una tos resono en la sala y Peter se alejó. Campanilla río, y me resigné a suspirar medio derrotada.

—¿Vamos a leer? —pregunté.

—¿Podría pedirte algo antes?

—Claro, Peter.

—Vera —inhaló, inflándose el pecho y con los brazos bien puestos a los lados cual firme militar—, ¿vendrías conmigo a Nunca Jamás?

Peter Pan, el chico en mi ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora