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Katsuki había rechazado nuevamente a Izuku, y conjunto a aquello lo hizo salir de su habitación y vida. El peliverde aquella tarde ni siquiera reclamó, el rostro de Katsuki no denotaba enojo ni molestia, sólo percibía tristeza en aquellos ojos que lo evitaban.

Katsuki estaba herido.

Y aquello hirió a Izuku.

Era loco, ya que no se sentía mal por volver a serle infiel a su novia de hace ya meses, pero sí sentía algo de culpa al notar el sentir del rubio cuándo se enteró de que seguía de novio con Ochako.

Pero Katsuki no lo entendería, el no creció con este tipo de heterosexualidad impuesta que lo vió madurar. Katsuki no tenía problemas con su sexualidad y lo envidiaba, pues él aún no sabía que hacer y se veía sólo actuando por impulsividad, dañando a quienes lo rodean de paso.

Hace aquellas cosas porque desea hacerlas, pero su cuerpo y mente se convierten en una celda de anchos barrotes metálicos que no lo dejan ver más allá de su propia nariz.

Es egoísta, pero a la vez está aterrado.

Izuku es una tormenta.

Katsuki aquella tarde dejó de lado su té de manzanilla y después de una larga ducha visitó a Sero como tenía planeado con antelación.

A pesar de que Hanta tenía una personalidad fuerte y electrizante Katsuki se encontraba distraído; ni siquiera había podido disfrutar esos ricos churros que el mayor compró para ambos.

En cambio, sólo se dedicó a presionar a Sero para que se lo llevase a la cama de una vez por todas, y es que quería despejar su mente a toda costa del idiota que había llegado a confundirlo una vez más a la puerta de su habitación.

El rubio estaba frustrado, pero aquello lo dejaría en manos de su exnovio, que era excelente a la hora de distraerlo de sus propios problemas. El sexo era su antídoto.

Podía cerrar los ojos y dejarse llevar por el alto chico, después de todo no tenía que llegar a su habitación ni tenía que inventar alguna estúpida excusa para pasar la noche con él.

A pesar de aquello Sero como el buen observador y experto en la materia que es notó al instante que la cabeza del chico de artes no estaba ahí y aquello no le traía muy buena espina.

No le negó el sexo, nunca lo hacía. Pero sí prefirió preguntar ante su extraño actuar una vez que el rubio le terminó aceptando un par de churros con un chocolate caliente casero.

Katsuki vestía una de las camisas de Sero mientras se paseaba por la habitación con su chocolate; Sero tomó una gaseosa y lo invitó a sentarse con él en el sofá que adornaba su bohemia salita de estar.

'' ¿Tienes mucho trabajo?'' Sero preguntó acariciando el pálido muslo de su exnovio a un costado del sofá.

Katsuki rio al escuchar la pregunta. ''' ¿Desde cuándo te importa?''

''Desde que te veo llegar sólo intentando ser cogido, usaste los churros como excusa.'' El mayor levantó una ceja inspeccionando al rubio que comía a gusto. Había utilizado un tono en broma, haciéndose el ofendido por la actitud del rubio.

''Eso es lo que a ti te interesa ¿No?, llevarme a la cama; para eso compraste churros ayer.'' Katsuki lo observó de vuelta, como desafiándolo ante su propia verdad.

''Me interesa, sí. Pero no me molestaría en realidad pasar toda una tarde así juntos sin coger, tengo sentimientos ¿Sabes?'' Hanta utilizó el mismo tono de antes, sacándole una divertida sonrisa al rubio en el acto.

El rubio de Artes // DKBKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora