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Un frondoso bosque de pinos con un pequeño conejo blanco de ojos rojos había tomado forma en aquel lienzo frente a ambos chicos.

Izuku estaba asombrado de la capacidad creativa del rubio, pues la pintura no era para nada realista; cada brochazo sobre la gruesa tela denotaba aquella actitud insolente pero bajo perfil que el rubio cargaba por naturaleza. El escenario transmitía paz, y a la vez intriga; al igual que el ambiente que esa tarde inundó el taller de la facultad de artes.

Katsuki tenía un estilo particular de pintura, de esos que te atrapan, porque no es como algo que alguna vez con anterioridad pudiste haber visto; destacaba.

Todo en Katsuki destacaba.

Ya anochecía, y entre tranquilas charlas que increíblemente nunca antes habían podido disfrutar Izuku se enteró de que el rubio dejaría las instalaciones del campus este fin de semana, porque sus vacaciones ya comenzaban.

Era una buena oportunidad para que ambos se pudiesen conocer bien; ya que a pesar de todo lo que han vivido nunca han disfrutado de una real charla; e Izuku muere por saber más de la vida personal del chico de sus sueños.

Tenía un trabajo como barista y camarero en un café juvenil cercano a su casa en donde trabajaba todos los veranos; Katsuki estuvo al menos quince minutos explicando cuánto lo odia, pero al fin de cuentas es su obligación aportar económicamente a su hogar, al menos así podría tener dinero para si mismo, ya que sus padres por lo general andan justos.

Izuku en cambio llegaría a casa a descansar, sus veranos por lo general los pasaba junto a su madre, y de vez en cuándo salía con sus amigos. Disfrutaba acampar porque de pequeño lo hacía mucho con su padre, pero ya no lo hacía jamás, pues su papá había encontrado un cargo ejecutivo en el extranjero, y lo conseguía ver sólo en las festividades importantes.

Gracias a dios su mamá tiene diversos pasatiempos aparte de un trabajo de medio tiempo en el banco, así que a pesar de que pasa mucho tiempo sola siempre se mantiene ocupada para no deprimirse.

Katsuki le escuchó atento, algo sorprendido al notar que Izuku también era hijo único, y que apenas tenía relación con su padre; tal como él.

Desearía también tener una relación así con su madre.

Izuku acarició los nudillos de Katsuki cuándo éste se sentó a su lado. Su mano era suave, pero sus nudillos tenían la piel algo más gruesa, probablemente con los años y las golpizas sus puños se habían adaptado a sus necesidades.

''¿Tu mamá sabe que también te gustan los chicos?'' preguntó lleno de curiosidad Katsuki, aunque intentó parecer desinteresado.

''Se lo comenté antes de terminar con Ochako'' murmuró Izuku tomando finalmente la mano del rubio.

Katsuki mentiría si no dijese que el 99% de su atención se fue a la unión en sus manos en ese momento. Era tierno.

''No se lo tomó mal, pero si le sorprendió'' Izuku rio ante el recuerdo, estaba tan asustado en aquel entonces. ''Siempre estuvo acostumbrada a verme con chicas, la idea la tomó por sorpresa''

Katsuki sonrió, alegre de que las cosas le hayan resultado a Izuku, pero en el fondo también sintió algo de envidia.

A su madre le daba exactamente igual quién o que era lo que a Katsuki le gustaba, pero su padre se había vuelto ajeno a su vida desde el momento en que se enteró del noviazgo entre Tetsu y él; ni hablar después del incidente de Hanta, nunca más lo llamó hijo.

''Creo que yo siempre fui gay'' Katsuki murmuró, en un intento de quitarse el recuerdo de su padre de la cabeza.

''¿Tu primer beso fue con un chico?'' curioso Izuku lo observó atento.

El rubio de Artes // DKBKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora