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Sero como de costumbre había llegado con algunos gramos de marihuana a la habitación de Katsuki para compartirla con su novio.

El rubio no era muy fan de las drogas en particular, pero sí consumía hierba socialmente, en especial cuándo se trataba de compartir con Sero.

Cuando lo pensaba bien comenzaba a pensar en que quizás era culpa de aquello que hace un año tenía tan mala memoria.

Sero no solía fumar cigarrillos, detestaba el aroma y la nicotina en su sistema. Pero, aunque dijese que podía dejar la hierba cuándo el quisiera todos a su alrededor sabían que eso no era más que una vil mentira. Sero tenía una adicción, y esa era la principal razón del por qué sus estirados padres lo detestaban.

Si a eso le sumaban que hace poco había admitido ser gay era peor aún.

Y si sus padres se enteraban de que había vuelto con aquel chico de artes si que se morirían.

Pero a Sero poco le importa la verdad lo que quieran sus padres, sólo intenta mantener la relación en paz porque les tiene el afecto inherente que se le puede tener a tus padres. Y obvio, también porque le conviene con creces no romper ese lazo para una vez que se especialice en Europa poder trabajar en la firma familiar.

Katsuki en cambio tenía una relación algo más compleja con sus padres. Su papá era un hombre tranquilo, pero que se encerraba en el trabajo cada vez que podía, pues no les sobraba el dinero y tenía que trabajar duro para sacar la familia adelante; al igual que su madre, que tenía una carga doble toda vez que ella se dedicaba a la crianza de Katsuki mientras trabajaba desde casa.

No sabe en qué momento su madre se transformó en la testaruda señora que era hoy en día. Era una mujer preciosa, pero extremadamente dura cuándo se trata de su propio hijo.

Sus capacidades parentales eran cuestionables, pero Katsuki nunca quiso cuestionar algo en ella, después de todo hacía lo posible por darle todo. Sólo que no de la mejor forma.

Los moretones que tenía que esconder usando camisas de mangas largas en pleno verano cuando salía con sus amigos de secundaria lo explicaban todo.

El rubio tenía muy claro a quién había sacado el carácter de mierda con el que cargaba, también aquella violencia natural que lo envolvía a menudo en sus relaciones diarias.

Katsuki siempre estuvo expuesto a la violencia, y es que no sólo fue expuesto a maltratos físicos dentro de sus procedimientos de aprendizaje, sino que también aguantó mucha violencia verbal y emocional.

Tanto de su padre que decidió ignorarlo una vez confesó ser abiertamente Homosexual como si aquello nunca hubiese ocurrido, como su madre que solía restregarle cada vez que podía el hecho de que ella hacía todo por él; que se desvivía para sacarlo adelante y que no entendía como el rubio pudo alguna vez escoger estudiar una carrera artística en vez de alguna tradicional que les diera más dinero para sobrevivir.

Katsuki a menudo se preguntaba el siquiera por qué Mitsuki alguna vez había decidido tenerlo; no es como si él hubiese escogido nacer en la miseria y en una familia disfuncional después de todo.

Al parecer sólo le traía problemas a su familia; así es como lo hacían sentir.

En más de algún punto en su vida se había cuestionado en realidad si valía la pena siquiera seguir viviendo. Pues nadie esperaba nada de él a pesar de lo duro que se esforzaba día a día.

Era común pensar en que ocurriría si alguna vez desaparecía de la faz de la tierra, ¿alguien siquiera lo notaría? Probablemente solo Denki y Jirou, probablemente para sus padres sería un alivio.

El rubio de Artes // DKBKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora