-Capítulo 18: Por primera vez

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Me quedé bastante tiempo sintiendo ese abrazo que había llegado en el instante perfecto. Se sentía bien tener la convicción de que alguien llamado Dios siempre va a estar allí para consolarte y brindarte su amor.

Y pensar que aún no puedo cantar… lo anhelo tanto…

Suspiré.

Si sigo diciendo que no puedo entonces realmente nunca podré.

Sí puedo.

Dios está conmigo.

No hay por qué temer.

Lo hago para Dios y no para los hombres.

En ese momento Ruth estaba tocando la guitarra sin cantar. Todos a mí alrededor adoraban al Padre. Comencé a orar en alto y a decirle a Jesús cuán importante es para mí… Luego tarareé una canción desconocida, simplemente lo que mi corazón me dictaba, un cántico nuevo a Jesús así como lo hicieron los israelitas al cruzar el Mar Rojo. Hay tantas razones para adorar al Señor nuestro Dios. Pero yo no me conformo con ese simple tarareo, yo quiero más, necesito más.

Lágrimas brotaron por mis ojos. Podía sentir la presencia de Dios en mi vida, restaurando, sanando mis heridas, llenándome con su presencia, saciándome con su Espíritu Santo.

Ruth comenzó a cantar “Me amaste a mí”, otra de  mis favoritas… la melodía resonaba en mi mente…

-No olvidaré,
Aún recuerdo,
Cuando tu gracia,
Llegó a mi encuentro…- entonaba Ruth

Seguía el sonido en mis pensamientos. Conocía esa canción. La he escuchado miles de veces, es hermosa, habla sobre ese amor precioso del Señor hacia sus hijos, de cómo nos restaura con su gracia…

-Mi corazón ahora es tuyo,
Tengo amor solo porque me amaste a mí…

No podía creer lo que sucedía, estaba cantando. Yo Esther, cantando, después de tantos años, luego de tanto llanto, había esperado anhelante ese momento y nada me lo iba a arrebatar.

Estaba cantando, otra vez…

 

EstherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora