CAPITULO 40:

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—Saldré —anunció Harry con determinación, aunque su voz temblaba ligeramente, traicionando la ansiedad que intentaba ocultar.

Hermione me lanzó una mirada de confusión y yo hice lo mismo. Sabíamos que era riesgoso; la sombra de lo ocurrido en Godric's Hollow aún nos seguía, y el temor seguía latente en nuestras mentes.

—¿A qué? —le cuestioné, tratando de mantener la seriedad en mi voz, aunque la preocupación se filtraba en cada palabra.

—Solo préstame tu varita y dame el horrocrux —ordenó, su tono firme, aunque noté un destello de incertidumbre en sus ojos—. Es mi turno de usarlo.

La duda se apoderó de mí mientras contemplaba la idea de entregarle el guardapelo. Una angustia abrumadora me invadió, consciente de que ese objeto no era solo un simple horrocrux; era el recipiente del fragmento de alma del amor de mi vida. Mi corazón latía más rápido. Había tantas cosas que podrían salir mal, tantas maneras en que esto podría terminar en desastre. Pero sabía que también era necesario.

Con una mezcla de renuencia y confianza, me acerqué lentamente hacia él.

—Ten cuidado. No vayas a buscar peligro —le susurré, mi voz un hilo tembloroso mientras le entregaba ambas cosas, sintiendo el peso del horrocrux en mis manos como un recordatorio de lo que estaba en juego. Al soltarlo, un escalofrío recorrió mi espalda, como si una parte de mí se estuviera yendo con él.

Con un último vistazo a su rostro decidido, lo vi salir, y una sensación de desasosiego se apoderó de mí. El silencio en la tienda se volvió casi ensordecedor, y me pregunté si había tomado la decisión correcta.

—¿Qué piensas? —preguntó Hermione, mirándome con una expresión perdida, como si intentara encontrar respuestas en mis ojos.

—Tú... ¿crees que las personas se enamoran de las personas equivocadas? —pregunté, desviando la mirada hacia ella.

—Posiblemente... nada es seguro —contestó, dejando caer una lágrima que brilló a la luz tenue de la habitación—. Extraño tanto a Ron.

El peso de sus palabras se instaló en el aire, y traté de evadir lo que había preguntado, sintiendo un nudo en mi pecho.

—Lo sabía —dije suavemente, sintiendo que no podía ocultar la verdad.

—¿Lo sabías? ¿Ahora de qué hablas? —se levantó de su asiento y se acercó a mi lado, la sorpresa y la vulnerabilidad en su voz.

—Que extrañas a Ron —respondí, sintiendo el eco de sus emociones. La conexión que compartíamos era más profunda de lo que a veces reconocíamos—. Te escuchamos llorar, Hermione.

Ella cerró los ojos por un momento, como si la simple mención de su nombre pudiera hacer que el dolor regresara con más fuerza. No era solo la pérdida de Ron; era todo lo que habían vivido juntos y cómo esas memorias ahora se sentían como ecos distantes.

—Me duele pensar en él —admitió, su voz temblando—. A veces me pregunto si nuestras decisiones nos han llevado a esto.

Una profunda tristeza se apoderó de mí mientras reflexionaba sobre lo que había dicho. Sabía que el amor podía ser complicado, a menudo tortuoso, y no siempre elegido con sabiduría.

Ella asintió, sus ojos se posaron en mi cuello, y tras un largo momento de análisis, la curiosidad brilló en su mirada.

—¿Tienes dos dijes? —preguntó, levantando una ceja—. Creía que solo era el de tu madre...

—Ehhhhh—respondí, buscando las palabras adecuadas—. Sí, es de mi madre y el otro...

—¿Puedo ver? —dijo Hermione, inclinándose hacia mí. Sus dedos tomaron los dijes de la parte alta, revelando el que tenía forma de "P" y el de la serpiente.

𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐑𝐄𝐀𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐄𝐈𝐑◇𝑻𝑶𝑴 𝑹𝑰𝑫𝑫𝑳𝑬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora