CAPITULO 41:

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—¿Tienes miedo? —susurró Bellatrix, inclinándose tan cerca que su aliento helado me rozó la piel.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Sus ojos, llenos de locura, se clavaron en los míos, buscando algo más profundo que simple terror: buscaban mi completa rendición. No pestañeé, pero cada segundo era una agonía, cada latido un eco del miedo que intentaba reprimir. Sabía que cualquier atisbo de debilidad sería su deleite.

—Calma... —murmuró, deslizando su dedo sobre mi nariz con una suavidad que solo hacía más macabra la escena—. En un momento... me encargaré de ti.

El toque fue como un golpe de hielo directo a mi alma. Mis piernas temblaban y mi mente gritaba, pero mi cuerpo no respondía. Sabía lo que venía: el dolor, la tortura, el horror. Sentía cómo el aire se volvía más espeso, sofocante, mientras Bellatrix disfrutaba cada segundo de mi impotencia. Estaba atrapada en su juego, y ella no tenía prisa en acabarlo.

Bellatrix retrocedió lentamente, su rostro transformándose en una máscara de puro terror. Sus ojos, antes llenos de locura, ahora revelaban un horror profundo y real.

—¿De dónde la sacaste? —su voz era apenas un susurro, pero resonaba como una sentencia, señalando la espada de Gryffindor con una mano temblorosa mientras sus ojos buscaban a Scabior.

—La encontramos con los chicos... pero ahora es mía —respondió Scabior, esbozando una sonrisa arrogante, sin tener idea del peligro que acababa de desatar.

—¡Eres un maldito imbécil! —chilló Bellatrix, y su grito se rompió en una furia descontrolada. En un segundo, lanzó aturdidores y maldiciones a diestra y siniestra. Los carroñeros cayeron como muñecos de trapo, incapaces de reaccionar ante la tormenta de magia negra que los envolvía. El aire se volvió denso, cargado de miedo.

—¡¿Quién la obtuvo?! —exigió saber, volviéndose hacia Hermione, su voz ahora un rugido ensordecedor.

Hermione negó frenéticamente, lágrimas de puro terror escapando de sus ojos mientras Bellatrix la observaba, como un depredador a su presa.

—Bien... —Bellatrix se calmó, pero solo exteriormente. Su voz era suave, pero estaba teñida de una amenaza indescriptible—. Entonces tendremos una plática de chicas.

Se acercó a nosotras, sus ojos brillando con un placer enfermizo, su risa baja y escalofriante mientras extendía sus dedos hacia nuestras caras.

—¡Ay, mis dulces nenas! —murmuró con una dulzura falsa, y el aire a nuestro alrededor se heló.

Mi cuerpo estaba paralizado de terror, mi mente gritando, pero mis labios incapaces de moverse. Sabía que el dolor estaba por venir, sabía que lo disfrutaría.

—¡LLEVÁTELOS! —vociferó Lucius, su voz rota por el miedo que también comenzaba a consumirlo.

Pettigrew empujó a Harry y Ronald con brusquedad, los llevó hacia una oscura puerta que se abría hacia las entrañas de la mansión. Los llevó a una mazmorra.

La atmósfera era tan densa que se podía cortar con un cuchillo. Los gritos lejanos de Harry y Ron, atrapados en las mazmorras, se desvanecían, dejando solo el eco sordo de su ausencia. Bellatrix, con una sonrisa que solo reflejaba maldad pura, avanzó hacia nosotras, sus pasos resonando en el suelo de mármol.

𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐑𝐄𝐀𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐎𝐅 𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐄𝐈𝐑◇𝑻𝑶𝑴 𝑹𝑰𝑫𝑫𝑳𝑬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora