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Traté de mantener mi vista al frente mientras ese hombre continuaba hablando, no podía ganarme otro regaño por no atender a mi superior. Dios, ¿cómo no supe que era mi superior? Fácil, porque se supone que los Capitanes Generales deberían tener la edad de mi tatarabuelo, bueno no tan así, pero si la edad de mi abuelo. No es común que sean tan jóvenes.

¿Qué hará? Si me tocó trabajar en la cocina por llegar minutos tardes no quiero saber que me harán hacer por estar en las duchas de los chicos a esa hora de la noche. Vale, se puede malpenesar demasiado. ¿Y si le digo que soy lesbiana y me identifico más como chico? No Eun, ya dijiste que era por tu vagancia. Maldita bocota la mía.

—Soldado—escuché una voz firme a mi lado y me enderecé rápidamente—. ¿No ves que todos tus compañeros ya están en el campo de entrenamiento?—¿debo mirarlo o quedarme firme como tonta?—. ¡Responda!—exige.

—Lo siento, señor. No estaba atendiendo—mierda, no tenías que decir eso. El hombre se coloca frente a mí y juro que prefería que fuera el primer sargento. Levanté un poco mi cabeza para hacer contacto visual, otro error Eun Yeong.

—Oh, pero si mira quién es—se cruza de brazos y aguanto las ganas de hacer lo mismo—. La chica con atributos interesantes—se burla por lo que dije ayer y cierro mis manos en puños aguantando mi enojo y la vergüenza—. No has hecho caso a mi orden, debería castigarte.

—Ya trabajo en la cocina hasta tarde, mi general—tal vez con eso me libre.

—Oh, no pensaba ponerte ningún castigo de esos. Pero me diste una buena idea—otro error de mi parte—. La encargada de limpiar mi habitación y oficina está muy anciana y la verdad me da mucha vergüenza con ella. Creo que tú deberías echarle una mano.

Ay si, como no. Eres el buena persona ahora.

Deja de pensar estupideces Eun Yeong, un día de estos le soltarás algo imprudente a algún superior.

—¿Qué me dices? ¿Ayudas al progimo?

No, solo soy soldado porque me gustan las armas, no es para ayudar a defender a mi país ni nada por el estilo.

¡Ri Eun Yeong deja las respuestas sarcásticas y acaba de hablar o te creerán muda!.

—Si mi general. Yo me haré cargo de su oficina—hablo.

—Y habitación—me corrige como quien no quiere la cosa.

—Y habitación—murmuro soltando un suspiro.

—Ahora vaya con sus compañeros. Repita la pista de obstáculos 2 veces más por su demora.

—¡Si mi General!—comencé a trotar hasta dicha pista.

Mi general, más bien mi...no se me ocurre nada, mierda. Tonta Eun.

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Mierda, estaba agotada. Necesito que alguien me recuerde por qué estoy aquí.

—Me debo ir—informa JungKook mientras caminamos hacia la edificación principal.

—¿A dónde?

—Hoy comienzo a hacer vigilancia. Ya no sólo será entrenamiento—asiento—. ¿Y tú?

—Sigo con la cocina.

—¿No deberías escoger de que quieres formar parte?—nos detenemos frente a la puerta.

—No si un superior elige por ti—trato de reír y él asiente.

—Mejor me voy—con un movimineto de mano nos despedimos y voy hacia la recepcionista principal.

—Hola—saludo con alegría.

—Hola. ¿Cómo te va esta semana?

—Un infierno—hago una mueca.

—¿La academia no los prepara para este entrenamiento?—frunce el entrecejo.

—Sí, pero no es igual. Oye, debo preguntarte algo—me sonríe—. ¿Cuándo es que limpian la oficina del Capitán Kim?

—Oh, todas las mañanas—abro mucho los ojos. Moriré de esta—. ¿Por qué?

—Soy la mueva encargada de hacerlo—finjo alegría.

—Suerte.

—Gracias—me despido y emprendo mi camino hacia las cocinas. Luego lo pensé mejor y decidí cambiar mi destino, tal vez si hablo con el capitán pueda apiadarse de mí, ¿no?.

Esto es una mala idea.

Subí las escaleras que me llevarían hasta su oficina y una vez frente a esta toqué dos veces la puerta. Escuché un adelante y eso hice. Una vez frente a él lo vi sentado tras un escritorio, me puse firme y llevé mi mano a mi cabeza para darle el saludo militar.

—Descanse—solté un suspiro y dejé caer mi brazo—. ¿Qué quieres?

—Señor quería saber si es posible cambiar mi castigo—llevo mis manos a mi espalda para entrelazarlas.

Recen por mi alma.

—No es posible—descansa sus brazos sobre la mesa y aguanto mis ganas de soltar un grito—. Pero, ¿cuáles son las razones por las que quiere que la libere de su tarea?

—Me informaron que su oficina debe ser limpiada cada mañana y sinceramente no puedo con tanto. Debemos despertar a las 500 para comenzar nuestro entrenamiento y luego voy a la cocina a ayudar con los platos sucios hasta que todos están durmiendo. Tomo una ducha muy tarde en las noches y luego duermo como mucho unas 5 horas—doy mi escusa y él me mira atento escuchando cada palabra. Se levanta de su asiento y camina hacia mí. Debí quedarme callada.

—¿Y cómo haría para limpiar mi oficina y habitación?—pregunta cruzándose de brazos muy cerca de mi cuerpo.

—Debería levantarme aún más temprano, como mínimo necesitaría una hora para realizar dichos quehaceres—trato de mantenerme firme.

—No veo ningún inconveniente con eso—frunce el entrecejo—. ¿Segura que quiere pertenecer al ejército?

—Sí mi general—suelta una carcajada sin gracia.

—Me parece más una princesa que se queja de cada tarea que le encomiendan y no un soldado.

—No me llames princesa.

—Recuerde con quien está hablando y cambie su tono de voz—maldigo mentalmente—. Y si no quiere que la llame así demuestre lo contrario. Ahora larguese de mi oficina antes de que me arrepienta de darle tan poco trabajo.

—Permiso para irme—pido aunque me haya echado literalmente.

—Permiso concedido—le doy el saludo que se "merece" y salgo de ahí.

—Soy una estupida—me pego en la frente y camino hacia las escaleras—. Pirmisi piri irmi—digo con voz muy finita—. Mejor tírate por un barranco—escuché una risa a mi lado y me giré para ver a la chica sentada en una silla de piernas cruzadas. Tenía el cabello recogido en una coleta y llevaba el vestuario de un soldado—. ¿Qué te da tanta risa?

—Niña deberías hablarle con más respeto a las personas que no conoces. Puede que sean superiores y te metas en muchos problemas—caminé hacia ella.

—¿Eres un superior?—niega con la cabeza juguetonamemte—. Entonces todo bien—vuelvo a dirigirme a la escalera.

—¿Tuviste problemas con Kim?—pregunta y decido ignorarla—. Yo tengo siempre—me detuve para prestarle atención. Caminé hacia ella, debía averiguar si podía responder a la mayor incógnita de todo esto.

—¿Por qué es tan joven?—frunzo el entrecejo y ríe.

—Porque sus padres no lo tuvieron en el 70—responde con burla y ruedo los ojos.

—¿No se supone que los que tienen ese cargo son viejos decrepitos?

—Oh—entiende mi pregunta—. Kim Nam Joon es el hijo del presidente. ¿No lo sabías?—abrí mucho mis ojos—. Pero no es solo por eso. Créeme que tiene las habilidades requeridas para su puesto—se levanta de su asiento—. Y muy buenas habilidades—sonríe coqueta—. Adiós—hace un ademán con su mano y entra en la oficina de ese hombre sin tocar.

¿Debo pensar mal?

No Eun Yeong, no pienses. No sirves para eso.

Volví a la escalera para ir a la cocina y hacer mi trabajo.

No me llames princesa [KNJ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora