Capítulo 10

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Estaba amaneciendo y la poca luz que entraba por la ventana del vagón despertó a Laila. Miró a su alrededor y vio que ya no estaba en su casa en brazos de su padre. Todo había sido un sueño y la imagen que veía ahora la espantaba.

Cuerpos sin vida en un lado, de niños, los más débiles estaban en ese lado del vagón, al otro lado, gente con un futuro que parecía ser mucho más agradable que la muerte.

Miró a Blaz, estaba dormido y su ancha espalda se recostaba en la pared. Un pequeño rayo de sol le iluminó el rostro. "Está muy guapo así dormido", pensó Laila. Aunque tenía el pelo y la cara sucios, a ella le pareció que estaba guapo. Se le veía relajado, soñando seguramente con su granja y sus padres. No quería estropearle un momento de felicidad despertándole y aunque necesitaba ir a los cubos donde hacían sus necesidades todos se quedó ahí con el brazo de él rodeándole la cintura. Su madre también estaba dormida y su hermanita junto Laura, la amiga que allí había hecho, a pesar de las circunstancias que las rodeaban. La familia de Laura también estaba dormida y la mayoría de las personas que había dentro de aquel vagón, con olor a muerte, sudor, suciedad y la mezcla de todos los desechos de las personas que ahí estaban.

- Demasiada tranquilidad- dijo Gabriel, que parecía llevar despierto unos minutos- tanta tranquilidad me inquieta.

- Y a mí, no creo que dure mucho... siempre se dice que después de la tormenta llega la calma, creo que esta vez será diferente.

Los dos miraban hacia la ventana, intentado ver algo del cielo que parecía estar descubierto.

- Sí, en cuanto lleguemos a nuestro destino... se acabará la calma, o por lo menos esa impresión me da. - terminó por decir Gabriel.

Navit de despertó y frotándose los ojos comenzó a mirar a todos lados. Al ver a sus hermanos despiertos fue a donde ellos estaban, aun mirando por la ventanilla.

- Hola pequeña -la saludó Laila cuando Navit de plantó frente a ella mirándola. Laila le abrió los brazos y ella se recostó sobre ellos.

La pidió comida, tenía hambre.

- Lo sé mi niña, yo también tengo hambre, pero los bollitos ya se acabaron... Lo siento.

La niña se acurrucó en sus brazos, con los ojos llorosos.

Blaz comenzó a despertarse. Se frotó los ojos e hizo lo mismo que hacen todos, mirar a todos los lados con tristeza, comprobando que su pequeño rato de felicidad sólo había sido un sueño y que la realidad era que estaban en aquel lugar con personas muertas y sus cuerpos desprendiendo ya mal olor.

Acarició el pelo de Laila, como un gento cariñoso y se dio cuenta de lo sucio que tenía el pelo. "Yo lo tendré igual" pensó.

De repente comenzaron a escuchar muchas voces y el tren comenzó a reducir la velocidad.

- Creo que ya llegamos- dijo Gabriel.

- Sí, eso parece- coincidió Laila.

El miedo y la inseguridad comenzó a apoderarse de ellos de nuevo. Todo el vagón estaba igual.

El tren paró y las voces sonaban más fuertes. Comenzaron a abrir las puertas de los vagones y las voces se oían aún más fuerte. Al fin abrieron el suyo, la luz de la calle entró en el vagón, cegando a todos los que estaban dentro.

Amor en el infierno  (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora