Capítulo 28

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Aquella mañana se levantó con más ánimos que de costumbre. Adler le alegraba los días y por fin tenía ganas de levantarse cada mañana. Echaba de menos a su familia, por lo menos sabía que Gabriel y Blaz estaban, dentro de lo que podían, bien. Más tarde preguntaría a Adler si ya las había localizado a su madre y hermana. Esa noche le dijo que las iba a buscar y esa misma mañana se había ido al campo a eso mismo. Estaba muy nerviosa por lo que fuera a decirle.

Se preguntó por enésima vez, que había ido a hacer Adler la mañana anterior al campo. " A arreglar algunos asuntos" le había dicho él cuando le preguntó. Pero quería saber que eran esos asuntos... ¿Qué ocultaba? No lo sabía, pero se imaginaba, por cómo era cuando le conoció, que no sería muy bueno.

Cuando llegó a la cocina con Iris, se percataron de que el fregadero estaba estropeado. En ese momento llegó el sargento con un chico joven, rubio, parecía alemán. Laila se preguntó que hacía allí, tan físicamente perfecto, tan ario. En la ropa llevaba un triángulo rosa. Recordó que el rato que estuvo en el campo, algunas personas llevaban la estrella de David, que significaba que eran judíos, vio otros con uno rojo, pero no supo que significaba, supuso que eran comunistas o algo así. Pero el triángulo rosa... no sabía que quería decir.

-Este es el fregadero que se ha estropeado- le explicaba Dirk al chico con el triángulo rosa mientras lo miraban por encima. - Mira a ver si puedes arreglarlo, si no.... pues no sé qué haremos...- Dirk como siempre tan amable con todo el mundo. No le importaba nada, él siempre era amable con todos. Para Dirk no había diferencias entre ellos. Y siempre intentaba ayudar a todo el mundo en el campo, con más gente como él, el mundo sería distinto.

-Haré lo que pueda- le prometió el chico a Dirk, con la voz apagada. - ¿Luego podré comer algo? -preguntó avergonzado.

Eso a Laila le cabreó, pues no tenía que sentir vergüenza por tener hambre, al fin y al cabo, él no tenía la culpa de no comer apenas.

-Por supuesto que sí. Yo ahora me tengo que ir, pero pídeselo a estas dos señoritas, te darán algo de comer. -Diciendo esto y después echando una miradita a Iris, se marchó.

Iris enseguida le miró con curiosidad, se acercó a él con rapidez.

-Bueno días- le saludó con esa simpatía tan suya y que tanto la caracterizaba. - ¿Cómo te llamas?

La miró con timidez, no sabía muy bien qué hacer. Aunque decidió responderle, solo por lo simpática que era.

-Buenos días, me llamo William.

-Encantada William, yo soy Iris y ella es Laila- presentó señalando a su amiga.

Esta vez fue Laila la que habló.

- ¿Por qué estás aquí?

La miró sorprendido.

- ¿No ves mi triángulo? Lo deja bien claro.

-Es que... no sé lo que significan.

-Que es homosexual Laila, eso significa- esta vez habló Iris.

No fue capaz de recordar hasta ese momento que también les encerraban a ellos por su condición sexual.

-No entiendo. ¿Que habéis hecho de malo para que os persigan, capturen, encierren y asesinen?

El chico agachó la cabeza.

-Porque parece que la gente tiene que elegir a quien debes amar. Sin importarles nada. Les da igual si te pisotean o si te hacen daño. Tienes que amar y estar con quien ellos quieran y les parezca lo correcto. Para ellos no existe el amor hacia una persona de tu mismo sexo. Para ellos solo existe la relación de hombre y mujer, aunque no haya amor, aunque sea un matrimonio de conveniencia. Solo les importan las apariencias.

Amor en el infierno  (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora