Seguía sin entender nada. Porque no venía si quiera a darle explicaciones. ¿Qué había hecho mal?, ¿por qué la había cambiado tan rápido por Sarah? o acaso, ¿a ella nunca la había dejado?
No entendía nada y seguiría sin entenderlo. Le quería, a pesar de todo le quería. Se le encontró por la casa el resto de la semana, ayer mismo saliendo de su cuarto cuando ella se disponía a entrar. No había podido si quiera mirarle a la cara, si le miraba, caería de nuevo y eso él no se lo merecía. La engañó, no se merecía su perdón.
Cada noche solía despertarse llorando, sentía sé que ahogaba. Algo la oprimía el pecho y no sabía cómo librarse de ello. Las pesadillas iban a peor. Soñaba que se besaban delante suyo y luego se reían de ella, que se acostaban juntos en la cama que quedaba libre en la caseta y la obligaban a verlo. Las pesadillas iban en aumento y cada vez eran más fuertes. No tenía con quien hablarlo y eso la estaba volviendo loca. Necesitaba a su amiga, a Blaz, a Gabriel, a Navit, a su padre y a su madre.
Quería volver a su vida de antes, pero estaba aquí, encerrada, obedeciendo órdenes de los seres más crueles que había visto en su vida.
Empezaba a pensar que estar sin Adler era lo mejor, pues desde lo de Dirk e Iris tenía un miedo constante a que les pillaran.
Le echaba de menos, muchísimo, pero era mejor así, estaba segura. Aunque cuando no podía más, cuando las fuerzas le faltaban, cuando sentía que se moría ahogada, cuando no soportaba más estar sola y estar en ese lugar, deseaba que apareciera y la abrazase para por fin, poder respirar tranquila. Pero eso no pasaba, Adler nunca aparecía y ya no tenía esperanza de que volviera. Tumbada en su cama volvió a leer la carta que le escribió a su padre. La leyó tres veces, a la cuarta no pudo más y se durmió.
***
Se paseaba de un lado a otro de su cuarto. Acababa de volver del campo. Iris le volvió a decir que fuera a ver a Laila ya. Pero no sabía cómo hacerlo, le daba miedo verla, le daba miedo contarle lo que tenía que contarle. Se lo contó a Iris y ella le había dejado bien claro que se lo contara ya, que era lo mejor. "-Tiene todo el derecho a saberlo, cuéntaselo ya-" le había dicho un poco cabreada con él.
Hizo muy mal en no decírselo antes, pero no sabía cómo hacerlo. Habían pasado varias semanas y ahora sería aún más difícil decirle lo que tenía que decirle.
La quería mucho y no soportaría perderla. "Espero que sepa perdonarme..." pensó frustrado. Tenía miedo, llevaba semanas sin dirigirle la palabra, sin ir a verla. Cuando se veían por el pasillo ni le miraba. Estaba cabreada y con razón. Le daba miedo, pero de esta noche no pasaría. Además, no soportaba más estar alejado de ella.
Bajó las escaleras, salió de la casa y se dirigió con paso firme a la caseta. La luz estaba aún encendida, estaría despierta todavía seguro.
Llamó a la puerta y no hubo respuesta. "Esta cabreada" pensó. Pero eso no le quitó las ganas de verla, se las dio más. Abrió la puerta y se encontró en la cama, dormida. Sobre su pecho descansaba una hoja de papel. No sabía si hacía bien, pero la leyó. Leer lo que leyó le impactó mucho. Tenía que explicarle muchas cosas. No podía permitir que pensara así de él. No iba a verla, pero el motivo no era Sarah.
La acarició el rostro, lentamente ella abrió los ojos. Le miró sorprendida y vio que tenía la carta entre sus manos.
-Levanta, tenemos que hablar- la dijo con suavidad- tengo que explicarte muchas cosas.
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Amor en el infierno (En Edición)
RomanceUna familia judía huye de su peor enemigo en esos años, los nazis. 1942, vagan por la Alemania nazi, intentando refugiarse en casa de unas personas que les ayudaran. Por desgracia uno de ellos no llegará a ese destino. Laila, protagonista de esta hi...