Capítulo 34

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Habían pasado ya dos semanas desde que a Iris la había llevado al campo, por obligación. Laila la echaba de menos, echaba de menos a Dirk y no poder apoyar a su amiga con todo lo que había pasado. Adler la había contado como fueron las cosas, que la obligaron a ver como fusilaban a Dirk y a él ver como la violaban. Aun así, él no dejó de mirarla en ningún momento, hasta que perdió la vida. Muchas veces se imaginaba la escena, aunque no podía imaginarse si quiera como de dolorosa fue. Alguna vez había soñado que les pasaba lo mismo a ella y Adler. Aquella mañana se despertó llorando y no estuvo bien en todo el día. Encima apenas le veía porque se pasaba el día en el campo ayudando a Iris. Eso le daban celos y se sentía culpable por ello, pues ella era su amiga y él su novio y los dos perdieron a la misma persona que ambos querían tanto. No de la misma forma, pero le querían.

Cuando la daban celos procuraba pensar en otras cosas. Limpiaba más a fondo, recogía todo tres veces, hacía cualquier cosa por mantener la mente ocupada y no pensar esas cosas. Pero a veces no podía evitarlo, se imaginaba que los dos, envueltos en su dolor intentaban aliviarlo en los brazos del otro. Adler la tenía a ella, pero Iris ya no tenía a nadie y eso a Laila le daba más desconfianza.

Pasaba demasiadas horas sola y su cabeza pensaba demasiado. Cuando pensaba tan mal de su amiga se iba a la cocina a frotar los suelos con fuerza donde se cocinaba y se quedaba la grasa incrustada. Hacía cualquier cosa con tal de evitar esos pensamientos que no hacían ningún bien. Era su amiga y no podía pensar así de ella. Además, acababa de perder a una persona amada, no iba a estar dispuesta a empezar de nuevo con otra persona tan pronto.

Ahora, en su cuarto, a solas con todo oscuro era cuando peor lo pasaba. Pensaba en Adler y en qué estaría haciendo en ese momento. Se imaginaba que estaría en el campo. Llevaba tres días sin verle, y una semana y media viéndole solo por los pasillos de la casa de refilón. A penas la saludaba y no compartía con ella ni una sola palabra." ¿Habrá dejado de quererme?, ¿se habrá enamorado de Iris?" pensó con preocupación mirando al techo. Sacudió la cabeza, no debía pensar así. Se reprendió por ello.

Todo estaba muy oscuro y muy silencioso. "Joder le echo de menos" gritó en su mente.

Deseaba cada noche que apareciera por la puerta a verla y a pasar un rato con ella, como cuando Dirk estaba vivo. Ahora en cambio, estaba siempre sola. Agradecía estar sola con la casa, pues así se mantenía muy ocupada y no tenía tentaciones de ir a su cuarto a buscarle.

Cada vez que paraba de hacer algo se preguntaba que por qué a ella no venía a verla. Quería saber que era lo que estaba pasando, en el campo, con la guerra, con todo. Había escuchado a los soldados quejarse de lo mal que le estaba yendo a los alemanes. Pero dudaba que esa guerra acabara nunca y dudaba mucho más de que los judíos, comunistas, gitanos, prisioneros de guerra y de más tuvieran salvación y pudieran salir de allí con vida.

Se levantó de la cama para asomarse a la ventana a ver si Adler estaba ya allí, pues era lo único que podía hacer para saber algo de él. Al asomarse vio que la luz estaba encendida, una silueta se movió dentro del cuarto. Por el tamaño y la forma de andar era él. Había llegado pronto y no había sido capaz de venir a verla. La silueta de Adler se paró frente a la ventana. Hacía gestos como si hablara con alguien.

- ¿Quién está con él en su cuarto a estas horas? La mayoría de los soldados esta ya durmiendo... - comentó Laila en voz alta, como si alguien pudiera oírla, se sentía tan sola que ya hablaba sola para distraerse.

Adler seguía parado frente a la ventana. Laila miraba con curiosidad sin apartar la mirada de la ventana. Tenía que saber quién se encontraba con él. Esperaba que no le hubieran pillado ayudando a sus hermanos o a Iris. Su preocupación crecía, no quería que le pasara lo mismo que a Dirk.

Adler se quedó quieto y una segunda silueta apareció. Miró bien, era una mujer que se acercaba a paso lento a él. Dudaba que fuera la mujer del comandante. "¡Es Sarah!" pensó con furia.

Sarah estaba con él en su cuarto, en vez de estar con ella estaba con Sarah. Su corazón se aceleró. Siguió mirando la escena. Al cabo de unos segundos la silueta de ella se fue aproximando cada vez más a Adler. Le pasó las dos manos por detrás del cuello y se lazó a besarle. Adler caminó hacia otro lado con ella aun colgada y desaparecieron de la visibilidad de Laila.

La punzada que sintió en su pecho fue tan dolorosa que creyó que la estaban abriendo el pecho en ese preciso momento. No podía creer lo que acaba de ver. Él la dijo que no era su novia y en cambio ahora se besaban y estaban solos en un cuarto cuando a ella ni si quiera había venido a verla desde hacía una semana y media. Estaba con Sarah y no con ella. Cayó en su cama boca abajo, se estaba mareando un poco. No pudo aguantarlo más y rompió a llorar. Esa noche no dormiría, estaba segura. No paraba de ver la escena en su mente. Ya no solo lloraba, sino que gritaba de dolor. Se sentía traicionada. El dolor era insoportable. No podía dejar de llorar, se tapó con las mantas hasta la cabeza y se hizo un ovillo bajo ellas.

Amor en el infierno  (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora