Capítulo 47

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En una esquina de su cuarto, sentado en suelo con las manos sobre la cara, lloraba desconsolado como nunca lo había hecho. La guerra estaba acabando y su país estaba perdiendo, estaba claro. No había nada que se pudiera hacer ya.

Hacía años había apoyado la ideología nazi, algo de lo que se arrepintió. Se dejó comer la cabeza por su padre y ahora pagaría las consecuencias de sus actos. No mató a nadie, no le hizo daño a nadie, pero por el comportamiento que estaban teniendo sus superiores al intentar esconder todo lo que habían hecho durante esos últimos años, las represalias no iban a ser buenas. Estaba claro que no habían hecho ningún bien y que los vencedores de aquella maldita guerra no se iban a quedar de brazos cruzados al ver todo lo que hicieron.

Se estaban empeñando en esconder todos los crímenes cometidos en aquellos campos. Ahora que se acercaba el ejército soviético al campo, estaban como locos por destruir pruebas. Llevaban días con las cámaras de gas que no daban abasto. Les iba a dar igual intentar ocultar todo aquello, al final toda la mierda cosechada durante esos años les iba a explotar en la cara.

Pero ellos se lo habían buscado. No podía ser de otra manera, iban a pagar por ello, él incluido. No sabía si iba a poder huir, si sobreviviría a aquello. Laila no le hablaba y no sabía que más hacer. La iba a proteger hasta el final, aunque eso le costase su propia vida. Ella ya sufrió bastante, se merecía algo de felicidad, libertad y paz. Él, se haría cargo de sus actos, de las decisiones que tomó en un pasado no muy lejano. Le daba igual siempre cuando pudiera salvarla a ella, y a Iris y Gabriel. Solo le importaba eso, salvarles.

Estaba asustado, no podía negarlo. Aunque le daba más miedo no volver a ver a Laila y que se fuera enfadada con él, que miedo a morir. No quería que se fuera cabreada con él, necesitaba que le perdonase, no por el hecho de que toda su familia estuviera muerta, ella le culpaba a él, pero sabía de sobra que no tenía la culpa de eso, él quería que le perdonase por que la había vuelto a pegar cuando la prometió que jamás lo haría de nuevo. Necesitaba su perdón.

Se levantó del suelo y se acercó a su cama, con cuidado de no darse un golpe contra un mueble, pues estaba todo a oscuras. La casa cada vez estaba más solitaria. Por suerte Sarah ya se había marchado con su amiga, la mujer del Comandante, y la casa estaba mucho más en calma. Por lo menos para él. No la quería cerca. Hubo un tiempo en que le había gustado mucho, pero ahora, después de haber conocido a Laila, no quería a nadie más.

Toda la casa estaba en silencio, muchos de los hombres que allí habitaron, se estaban llevando a prisioneros a otros campos, tenía que sacarlas de allí, y a Gabriel claro, sino Laila le mataría. Cayó en la cuenta de que toda la casa estaba casi vacía. Podía esconderles ahí. Dentro no, claro, sería demasiado peligroso, pero... ¿y si volvían a la caseta? No sabía cómo lo iba a hacer, pero tenía que sacarles de allí.

Se acostó en su cama y siguió trazando un plan hasta que se quedó dormido.

***

Aquella mañana hacía mucho frio. Había helado y le ambiente era gélido. Durmieron abrazadas toda la noche, intentando así guardar algo de calor, pero en esas condiciones era casi imposible. Aunque la verdad, es que, si apenas dormían, no era por el frio, sino por el ambiente de terror que allí habitaba. Las chimeneas no paraban de soltar humo, y el olor era nauseabundo. El día anterior habían quemado un montón de cadáveres en la calle porque los crematorios no daban abasto. Estaban asustadas, en cualquier momento podrían ser uno de esos cadáveres. Las condiciones de vida eran cada vez peores, no solo morían por enfermedades, hambre o el trabajo excesivo y mala alimentación. Ahora se estaban encargando de hacer desaparecer a todos los prisioneros del campo a un ritmo anómalo.

Era un caos. No iban a trabajar, no hacían nada en todo el día, más que rezar por que no fueran las siguientes.

Estaban tumbadas mirando al techo, cada una pensando en sus cosas. Laila pensaba en si Adler podría sacarlas de allí e Iris pensaba en qué estaría haciendo Dirk en este momento si estuviera vivo.

Amor en el infierno  (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora