Cuando ya llevaban un buen rato caminando, atravesando todo el campo, llegaron a una casa bastante grande, situada a un lado del campo, casi formaba parte de él.
Las piernas le dolían mucho, notaba que le ardían en llamas. Las articulaciones le dolían como si le clavaran agujas y notaba como los huesos le temblaban como si tuvieran vida propia y quisieran huir de ahí.
En cambio, el sargento y el teniente estaban igual que antes, no se notaba ni un signo de cansancio en ellos. Iban igual de erguidos que cuando les había visto por primera vez.
Laila pensó que era normal que estuvieran así de bien, ellos comían bien, descansaban en condiciones y no les habían pegado, ella en cambio llevaba bastantes días sin comer ni beber apenas, y casi no había pegado ojo. Se mareaba, estaba muy débil. También notaba su olor, llevaba muchos días sudando, sin lavarse el cuerpo, pelo y dientes. No había reparado antes en ello, pero necesitaba un poco de higiene personal. Aunque ahora le preocupaban más otras cosas. No sabía si volvería al campo, donde la gente estaba sucia, desnutrida y algunos con golpes por la cara y el cuerpo, o a lo mejor se quedaba en esa casa, donde sabía no sabía que la deparaba y eso también le preocupaba.
No la habían dejado acercarse a nadie, habían ido todo el camino rodeándola, para que nadie se atreviera a acercarse, "Para que no te peguen ninguna enfermedad o algún piojo" le había dicho el sargento, el que le recordaba a Blaz, que a Laila le parecía más simpático y le daba más confianza que le otro, con esa cara de avinagrado que llevaba.
Con el sargento se sentía un poco más cómoda, al otro procuraba ni mirarle. Le daba miedo, era alto y tenía mucha fuerza, hacía ya un rato que lo comprobó. Ni si quiera podría defenderse ante semejante bestia. Le pareció igual de asqueroso y malo que el resto, el único que parecía algo diferente era el sargento y tampoco ponía la mano en el fuego por él. Tenía unos ojos verdes muy bonitos, una sonría amplia y una mirada agradable, aunque no quisieras te daba confianza, pero prefería ser cauta e ir con cuidado.
Se pararon frente a la casa y el teniente entró, dejando a Laila y a su compañero solos. Había un coche negro aparcado en la entrada, pero dentro no había nadie.
- No te preocupes -dijo el sargento- no te va a pasar nada mientras sepas comportarte. Obedece y se buena. Si haces lo que te digo no te pasará absolutamente nada.
Laila lo miró con recelo.
- ¿No me va a pasar nada? Pues la cosa no ha empezado demasiado bien. - respondió sin mirarlo a los ojos.
- Ya irás viendo que tengo razón. Procura obedecer y saber quedarte en tu sitio. Entiendo que vuestra situación es difícil, pero lo mejor es que os portéis bien.
Laila al fin le miró a los ojos. Le recordó tanto a Blaz que por un momento olvidó donde estaba y se sintió en la granja.
- ¿Pasa algo? -le preguntó al notar sus ojos grises clavados en él.
Laila agachó la mirada avergonzada.
- Lo siento, me recuerdas mucho a un amigo... Tenéis los ojos del mismo color-una lágrima resbaló poco a poco por su mejilla, echaba de menos a Blaz y a Gabriel, les necesitaba a su lado.
-Ese amigo... ¿Está ahí dentro? -Preguntó señalando al campo.
-Si. Esta ahí dentro sin merecerlo.
Lloraba con un nudo en la garganta que no le dejaba respirar, no entendía nada. Pero no podía ponerle freno a las lágrimas o mitigar el dolor. Era insoportable la desesperación que esta situación le generaba. Y lo peor es que iba a más.
- ¿Por qué nos hacéis esto?, ¿qué os hemos hecho? - preguntó entre sollozos.
-La verdad...- empezó a decir el sargento mirando el suelo- no lo sé ni yo...
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Amor en el infierno (En Edición)
RomanceUna familia judía huye de su peor enemigo en esos años, los nazis. 1942, vagan por la Alemania nazi, intentando refugiarse en casa de unas personas que les ayudaran. Por desgracia uno de ellos no llegará a ese destino. Laila, protagonista de esta hi...