Les Affaires du Park ƪKookMin

XXXVIII

Luego de sus debidas horas de descanso se vieron obligados a levantarse y arreglarse para encontrarse con la famosa mafiosa que los había convocado.

La mercancía había sido entregada correctamente y ahora solo les faltaba conversar con su nueva aliada, quién les esperaba en una de las cafeterías más reconocidas y lujosas del país y claramente había reservado la terraza solo para ellos. Aquella mujer era una señora seguramente de unos cuarenta años, hermosa y digna de su estatus social, se mantenía sonriente a la espera de que llegaran a su lado y al hacerlo les ofreció un cálido abrazo, demostración que los dejo estupefactos ya que en su cultura no acostumbraban estos actos.

-Un gusto conocerlos, Park y Kim.- Dijo señanlandoles las sillas para tomar asiento frente a ella, el clima era hermoso y ni hablar de la vista. -Como les dije en el mundo de la mafia soy conocida como la Reina Roja, sin embargo mi verdadero nombre es Edith, realmente me siento muy afortunada por conocerlos.-

Los dos hombres le dedicaron una débil sonrisa, aún manteniendo su seriedad.

-Les confesaré que no poseo ninguna fábrica de estupefacientes o algo por el estilo, ya que en realidad a lo que me dedico es a distribuir la de los demás, expandiendo así su negocio.- Habló cuando ya estuvieron cómodos. -He escuchado mucho sobre ustedes y al notar que en Francia no poseen un gran mercado considere que sería un buen negocio el juntarnos.-

Jimin levantó lentamente su cabeza, mordiendo el interior de sus mejillas, totalmente atraído por las palabras que habían salido de la boca de aquella mujer mientras que Taehyung con el ceño fruncido analizando las posibilidades, Edith había soltado las palabras correctas para obtener la atención de los más famosos mafiosos.

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-Espero que puedan disfrutar de su tiempo de estancia en París, es una cuidad preciosa.- Dijo Edith con una sonrisa y dándole su tarjeta a su guardaespaldas.

-Esperamos poder hacerlo.- Hablo Taehyung. -Nos quedaremos el tiempo suficiente para vigilar este primer negocio, Reina Roja.-

-Realmente su propuesta nos ha agradado y espero que no nos decepcione, mi señora.- Se pronunció esta vez el pelirosa con aura peligrosa. -Si todo sale como usted lo espera no dude en que volveremos a contactarla.-

La mujer castaña sonrió ampliamente, en las horas que llevaban charlando notaron que su apariencia de mujer buena y amable no era más que una vil máscara pues en realidad era una persona muy fría y analítica, de lejos se notaba que sabía lo que hacía y por eso mismo había logrado un nivel tan alto en la mafia francesa.

-Claro que saldrá como lo planeado y no dudarán en buscarme, jóvenes Kim y Park.- Dijo aún sonriente. -Me ha agradado compartir el desayuno con ustedes, nos veremos luego. ¡Adiós!-

Volvieron a darse un abrazo se despedida y los hombres salieron primero, seguidos por su guardaespaldas de confianza. Realmente habían planeado quedarse una semana allí con la intención de vigilar lo que se hacía con su mercancía, aunque no pensaban confesarlo a su nueva posible aliada, por lo menos podrían disfrutar de la cuidad y olvidando la mierda de vida que tenían.

Siendo sinceros los dos extrañaban fuertemente su vida antes del atentado, ir a fiestas, la universidad, el estrés se las clases y los trabajos, salir a tomar un café en mitad de la noche, convivir con el pequeño Soobin, que ahora nombrandolo, el joven se mantenía en el extranjero con una vida lo más normal posible, claramente sé extrañaban unos a otros pero agradecían que podían mantenerse en contacto por medio de llamadas, muy diferente a la situación con sus padres, con quiénes no sé habían comunicado desde la última vez y eso les helaba la sangre, nada les aseguraba que estuvieran seguros, aunque también recordaban el dicho de estos mismos "las malas noticias son las primeras en conocerse" y esperaban que ese silencio significará seguridad. Su vida antes de todo ese desastre era lo mejor a pesar de sus miles de quejas, deseaban volver a ella; aunque existían ciertas tres personitas que los hacían arrepentirse de sus deseos, personas que les hacían recordar que su vida seguía siendo suya y debían hacer provecho de ella.