III

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En el bar Oro Jackson, en la mañana, Usopp encendió la televisión luego de que los demás lo ayudaran con la limpieza. Al ver que el evento del día comenzaba, llamó a los demás.

— ¡Luffy, Nami, Sanji! ¡Ya comenzó!

Los tres mencionados se acercaron y se quedaron mirando cómo Zoro era el primero en desmontarse del auto blindado, modelo Tesla, seguido por otro hombre que también parecía ser un guardaespaldas, ambos creando un perímetro para que la monarca entrara al edificio. La nobleza se abría paso para que la reina se dirigiera hasta el podio que habían colocado en el jardín de los gigantes, con Zoro detrás de ella por dos pasos, respetando el protocolo. Se le veía hablar por un comunicador en sus oídos de vez en cuando, los demás se mantenían a los dos lados de Zoro, un par de pasos por detrás, y los aristócratas les dedicaban miradas asombradas.

—Wow, Zoro se ve increíble —habló el bartender, y Luffy asintió.

—Me gusta su ropa, ¡está genial! —dijo, con los ojos estrellados.

—El marimo se ve decente, pero la reina se ve hermosísima. Es una diosa hecha mujer, su belleza es indescriptible por un simple mortal.

—Qué exagerado —se quejó Nami, algo celosa—

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—Qué exagerado —se quejó Nami, algo celosa—. Sí, es bonita, pero mira su actitud. Como es de suponerse, tiene aires de superioridad, sólo hay que ver cómo mira a los demás miembros de la corte. Sólo asiente con la cabeza, y los mira como si fueran insectos. Y considerando lo poco que ha hecho por el reino, yo diría que realmente se siente así. Ese vestido debe costar un año de comida, quien sabe si más. —soltó, mordaz, mientras Usopp le daba una mirada preocupada.

—No es así, Nami, no deberías juzgarla sin conocerla. Cuando ella vino anoche —comenzó a susurrar, y los demás se acercaron— fue muy amable y cordial. Tiene esta presencia que te hace sentir, no inferior, sino más bien con el deseo de respetarla. Jamás se ofendió por las cosas que Zoro le dijo luego de saber quién era ella, y respondió todo lo que pudo sin problemas. Quería que la tratara como a cualquier cliente.

— ¿Y le creíste? Es obvio que fingirá, es una reina y debe mantener una imagen. Además, ustedes la ayudaron, ni modo que los tratara mal.

—Te digo que no, Nami, fue genuinamente amable. Estaba devastada, no creo que tuviera energías para fingir. Ella dijo que ese hombre al que están velando era la única persona en la que podía confiar, y que se había quedado completamente sola. Aunque no dijo demasiado, se emborrachó y dijo un par de cosas que no debía. La mujer ha pasado toda su vida intentando ser asesinada.

—No creo que la quieran matar porque sí.

—Nami-san, realmente entiendo tu escepticismo, pero ella es un ser humano, independientemente de su título. ¿Mira su rostro, crees que ese sufrimiento es falso?

—Obvio que no, todos sufrimos al perder a las personas que amamos. Pero eso no la hace buena persona.

—El que sea reina y no haya podido cumplir sus promesas tampoco la hace mala —la defendió el rubio.

Absoluta VirtuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora