XXVI

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Crocodile se la llevó...

—No... —negó con la cabeza, estaba consternada. —No, no... Makino no... Ella no... Esto no puede estar pasado.

Se dejó caer en un asiento cercano. Las lágrimas no se hicieron esperar, cubrió su cara con sus manos, el espadachín había corrido a su lado y puso una mano en su hombro, agachándose para quedar a su altura. Cuando ella la sintió apartó las suyas para verlo.

—Robin... Lo siento.

—Kenshin-san... —comenzó a sollozar, y lo abrazó. Él la cubrió con sus brazos. — Se la llevaron. ¿Qué voy a hacer, Zoro? Le prometí que la cuidaría... Le harán daño por mi culpa, quién sabe si ya lo hicieron. Makino es el pilar del palacio, sin ella jamás hubiese podido aguantar toda esta mierda.

Se quedó en silencio unos minutos, sintiendo los fuertes brazos de Zoro rodearla.

—Ellos... Ellos dijeron que no la matarían —volvió a hablar Yosaku, un poco mejor, y ella volteó a verlo, separándose del espadachín—. Me dejaron tirado y me dieron por muerto. Me salvé porque llevaba el broche que usted me dio, me protegió de que la bala llegara a mi corazón. Pude escucharlos hablar, dijeron que Crocodile y Doflamingo la usarían para extorsionarla. Y luego de eso, cuando tuvieran lo que quisieran de usted, la torturarían para que dijera dónde está la evidencia.

—Malditos bastardos —dejó salir el peliverde, y luego le habló a la reina—. Escúchame bien, Robin. Voy a salvarla. Mañana, desde que llegue de Kano, comenzaré a planear una estrategia, iré por ella. Por ahora, vamos a tu celda, debes descansar un poco. Sé que no podrás dormir, pero al menos recuéstate, haremos todo lo posible por llegar hasta ella. Te haré un té y te lo llevaré, ¿de acuerdo, preciosa?

— ¿Sabes prepararlo? —le preguntó, con voz baja, y él le dio una mirada tierna.

—Por supuesto. Dadan me enseñó, te lo he preparado algunas veces.

—No lo sabía —sonrió, débilmente, y él le extendió su mano.

— ¿Vamos?

Asintió, un poco temblorosa, y él le dio un beso en la mejilla, para tomar su mano y pedir que lo guiaran hasta el lugar. La pelirroja le llevó un pijama de pantalones largos y camiseta de tirantes, ropa interior y toallas, un par de sábanas para arroparse, una goma para recoger el pelo y un cepillo de dientes. La pelinegra tomó un baño y cuando salió se encontró con el peliverde en su puerta, con una taza de té. Se sentó en el piso, cruzando las piernas, y él hizo lo mismo, bebiendo de una botella de sake que pudo conseguir.

—Es de jazmín.

—Gracias, mi cielo —dijo, y dio un sorbo.

—Detesto que tengan que encerrarte. No me gusta nada.

—Lo sé, no es que sea cómodo, pero lo aguantaré.

—Por cierto, no te cambiaste fuera del baño, ¿cierto? —preguntó, alarmado, y ella negó con la cabeza.

—Nami me dijo que no lo hiciera, me explicó lo de la cámara.

—Menos mal. La cámara no graba nada, pero sí pueden verte en vivo, y casi siempre hay alguien viéndolas.

— Por lo menos la habitación es acogedora. Me recuerda a mi dormitorio en el internado, era muy parecido.

Y era cierto, la celda era muy similar a las de la prisión de Lledoners, era una pequeña habitación con una cama twin, un baño muy limpio en una parte de la habitación que no se veía en la cámara por el ángulo, dividido por una puerta de vidrio corrediza, un escritorio y algunos compartimentos en la pared para ropa, todo tenía apariencia moderna. Había calefacción y aire acondicionado, y una puerta de barrotes de tamaño normal, que estaba bloqueada electrónicamente, seguida por una puerta de metal interior que tenía una pequeña barra deslizante para ver lo que había por fuera.

Absoluta VirtuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora