XV

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— ¡Esto es culpa tuya, Roronoa! ¿Por qué no hiciste tu maldito trabajo? ¡Debías protegerla!

— ¡Law-san, por favor, no es el momento de pelear! Zoro hizo lo mejor que pudo, pero eran demasiados, además, nadie se esperaba que Owen nos traicionara —lo defendió Makino.

— ¡Por cierto, ¿en serio tenías que cortarle la cabeza?!

—Créeme, si Nico-san no estuviera en peligro, las cabezas de todos esos malditos estarían rodando ahora mismo.

—Zoro actuó por instinto —habló esta vez Yosaku—. Cuando vio que le clavaban el puñal, actuó por reflejo, creo que cualquiera habría hecho lo mismo.

Todos entraron y él la acomodó de lado en una camilla, el médico buscó una muestra de cianuro y la comparó con el polvo del cuchillo en la espalda de la mujer en un microscopio. Nadie se preocupó por cerrar la puerta.

—Definitivamente, es cianuro. Por suerte, cuando Nico-ya me dijo lo de su madre, obtuve el antídoto para el mismo y lo añadí a mi bodega, por si acaso. Como siempre han estado tras ella, he acumulado antídotos para varios venenos mortales. Debo aplicárselo, y hay que ponerle oxígeno para restaurar sus células y evitar más daño.

Hizo lo propio, poniendo una inyección con el líquido, e hizo lo mismo con Zoro y consigo mismo, con inyecciones diferentes. Le puso un soporte para respirar y aplicó un antiinflamatorio para su garganta.

—Brook también me ayudó a sostenerla, le diré que venga.

—Sólo por si acaso, Makino, Johnny y Yosaku también.

Hizo lo indicado, y una vez que los demás salieron, el doctor pretendía salir en busca de algunas herramientas.

—Sal de la habitación, tendré que operar, y sólo serías un estorbo.

—A mí no me das órdenes. No me pienso despegar de ella.

— ¡No seas idiota! Tienes que estar alerta por si alguien viene a terminar el trabajo, a ver si de verdad sirves de algo. Sólo te advierto algo, maldito. Si algo le pasa a Nico-ya por tu culpa, te vas a arrepentir. ¡Debiste estar más atento! Todo esto es por tu maldita calentura, te mantuviste distraído acostándote con ella a la primera oportunidad, ¡y mira cómo resultó! ¡Si hubieses estado alerta esto no hubiese sucedido en primer lugar! Se lo advertí, le dije que confiar en un desconocido como tú era una locura.

— ¡Deja de hablar y atiéndela ya! ¡¿Crees que lo que tengas que decir ahora mismo me importa?! ¡Lo único que me importa ahora es que ella esté bien! Estoy bastante consciente de que soy responsable por esto, pero si no te mueves podemos perderla.

—Espero que estés contento. Nico-ya merece alguien que de verdad la respete —lo miró, desafiante—. Merece un mejor guardaespaldas, alguien que sí pueda protegerla la próxima vez.

— ¿Alguien como tú? —dejó salir, con sarcasmo, y el doctor frunció el ceño.

—Creo que hasta yo podría cuidarla mejor que tú. Ella merece una pareja digna que la quiera de verdad, no una maldita aventura con un tipo que la ve como un desahogo, algo que sea más que sólo sexo. Su relación contigo sólo la pone en peligro y mancha su reputación, no has hecho más que traerle desgracias.

— ¡Cállate, imbécil! ¡No sabes de lo que estás hablando!

— ¡Tú no tienes idea de cuánto la amo, Roronoa! ¡Daría mi vida por ella! ¡Se me desgarra el alma al verla así y saber que pudo evitarse!

— ¡¿Y crees que yo no?! ¡Amo a Nico-san con toda mi alma! —se atrevió a decir, exasperado, y tomando a Law por sorpresa, que no pensaba que los sentimientos del espadachín fueran tan complejos. — ¡No tienes ni la más mínima idea de lo que sentí cuando la vi desplomarse, cuando vi la sangre salir de su boca y ensuciar su hermoso rostro! ¡No sabes cómo me está carcomiendo la culpa por no haberlo visto venir más rápido! Todo lo que hice lo hice para poner una sonrisa en su rostro, no se trataba de sólo sexo. Cuando me sentaba a ver películas con ella o jugábamos billar, cuando la acompañaba a hornear o beberse el té, cuando nos escapábamos juntos o cuando le organicé una tarde de spa, todo lo hice para hacer que su carga se sintiera un poco menos pesada, para que pudiera sentirse libre, para poner una sonrisa en su rostro, porque amo cuando sonríe. Mierda, hasta accedo a ponerme estos vestuarios ridículos para complacerla, accedí a bailar con ella hoy, porque deseo estar a su lado todo el tiempo, aún si no estamos juntos en una cama. Yo le acababa de jurar que la protegería, y fallé miserablemente. Soy muy débil aún —hizo un gesto con los dedos, señalándose a sí mismo, con los ojos humedecidos, no pudo evitar que una lágrima traicionera se escapara—. ¡Pero ahora ella te necesita, necesita que la operes y la salves! No me importa un comino si luego me despide, si me odia, si no quiere verme más. Yo sólo quiero verla bien de nuevo, quiero que abra sus hermosos ojos azules y que sonría. ¡Tienes que salvarla, Trafalgar!

Absoluta VirtuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora