XXIV

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—Lo sabía, sabía que ese bastardo tenía que ver con todo esto —dijo Zoro, acercándose, cuando el hombre se puso de pie. Su mano estaba en el mango de Shusui.

—Es una lástima. Todo hubiese sido tan fácil para ti si hubieses aceptado la propuesta de Doffy desde el principio. Suerte con tu pequeña revuelta, a ver si puedes lograr algo sin dinero y sin aliados. O si no te mueres primero.

—Entonces siempre estuvo con Doflamingo. Debí suponerlo, debí hacerles caso a los demás. Lo que significa que Zoro siempre tuvo razón, las fotos de Law fueron para hacerme sentir desesperada y sin salida. Pero parece que a Doflamingo se le olvida que no estoy sola.

—No por mucho. Ya te lo dije, si no es por las buenas, será por las malas. Tu querido Zoro, Makino, todos los que aman y han tenido la maldición de conocerte, morirán, uno por uno, y todo será por tu culpa.

—Márchese de mi casa ahora mismo, Dellinger. Y no lo quiero en mi fiesta tampoco. No va a venir a mi oficina a amenazarme y hacer como si nada pasó —se puso de pie, cruzando sus brazos. Era mucho más alta que él, pero el más bajo no pareció sentirse intimidado, sino que sonrió con malicia.

—Con gusto. De todos modos, jamás me casaría con una mujer que se abre de piernas tan fácilmente tan pronto escucha un par de palabras bonitas.

—Maldito bastardo... —gruñó Zoro, dándole un puñetazo en la cara, pero Robin lo agarró del brazo antes de que lanzara otro.

—Detente, mi vida. Esta escoria sigue siendo el príncipe de otra nación. Míralo, no responde el golpe esperando que tú le des otro. Si sale de aquí herido, la gente no escuchará nuestra versión, quienes quedaremos mal seremos nosotros. 

— ¡Lárgate ahora mismo, enano desgraciado, si no quieres que te saque a patadas! No permitiré que le faltes el respeto a la reina, no me temblará el pulso para romperte la cara si te atreves a decir algo más de ella —gritó, airado, y el rubio se echó a reír, abriendo las puertas.

—De acuerdo, no insultar a tu reina de juguete, anotado.

Yosaku y Johnny estaban esperándolos, y Zoro les dio órdenes.

—Chicos, escolten al príncipe Dellinger hasta las puertas del palacio. Ya no es bienvenido.

Ambos se miraron, estupefactos, y obedecieron. 


Cuando estuvo fuera del palacio, el príncipe tomó su teléfono e hizo una llamada. 

—Doffy, tenías razón. El plan no resultó, por ahora me regresaré a Spider Miles. Tendrás que seguir adelante con tu operación. Sabes  que cuentas con mi apoyo. 

Lo supuse, el cabrón de Law se escapó y  parece que el maldito guardaespaldas se le confesó, la tiene loquita. Ya no tenía ninguna razón para pensarlo.  Pero no te preocupes, tengo un buen número de soldados esta vez, y todos están vestidos como guardias. Aparte de eso tengo un grupo de señuelos. Esta vez mataré a esa maldita sí o sí, ya basta de dar tantos rodeos. Gracias por tu colaboración, Dellinger.

—Sabes que haría lo que sea por la familia. Aunque seamos primos lejanos, los dos somos Donquixote, y nosotros merecemos estar en la cima. Estoy seguro de que con lo ingenua que es creerá que todo está bien porque me fui. 

—No te creas, la mosquita muerta es bastante astuta. Pero esta vez la atacaremos por todos lados... No tendrá por donde escapar. 


Aún en su oficina, Robin abrazó al peliverde y se quedó en silencio unos segundos.

—Lo siento, Zoro.

Absoluta VirtuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora