XXXIX

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Los años fueron pasando y Zoro decidió conocer a su abuelo, primero hablando con él por teléfono y video-llamadas, y luego conociéndolo en persona cuando Ryū tenía unos 7 años. Koushirou le había explicado que era muy estricto y a veces hastiaba a los demás, y que no apreciaba el hecho de que sus hijos estuvieran detrás de mujeres que él consideraba no tenían futuro o no luchaban por él. Sin embargo, a pesar de ser un hombre un poco materialista, tenía un buen corazón y trataba de hacer siempre lo correcto, como cuando Kuina estaba a punto de fallecer. El orgullo de Koushirou no le permitió pedir ayuda a tiempo, y para cuando la pidió, su padre lo ayudó en todo lo que pudo, pero ya era demasiado tarde para su hija, lo que lo carcomió por dentro por mucho tiempo. El espadachín se dio cuenta de que, a pesar de todo, él jamás abandonó a su familia, sino que su familia lo abandonó a él, por lo que se sentía solitario, lo que hacía que fuera un poco cascarrabias y quejón.

Pero Zoro tenía el mismo temperamento, así que sabía cómo manejarlo, por lo que se acostumbró a viajar una vez al año a verlo, aunque no se trataran de manera muy cercana. Aquello le permitía conocer Japón como siempre había soñado y aprender más de la cultura y raíces de su familia. En el caso de Ryū, por el contrario, su bisabuelo lo adoraba y lo consentía, le regaló una espada y siempre que iba lo ayudaba a pulir lo que Zoro ya le había enseñado, a pesar de estar muy desmejorado por la edad. Cada vez que iba, le pedía a Zoro que si no quería encargarse del negocio de la familia al menos tomara su apellido, cosa que Zoro negaba por querer conservar el de su madre, y con el tiempo la pregunta se volvió más una broma, la esperanza viéndose perdida.

Robin se graduó de su segunda carrera como maestra de Historia y decidió ir por un doctorado, comenzando a dar clases en una escuela primaria de Ohara; y entonces Zoro comenzó una especialización y obtuvo un puesto de socio mayoritario en una prestigiosa firma de abogados con sede en el mismo lugar, por lo que ambos se encontraban muy inmiscuidos en sus proyectos personales y la crianza de Ryū, a quien no dejaban de dedicar tiempo, pero aquello había pospuesto la planeación de su segundo embarazo por mucho tiempo y ambos pensaron que tal vez lo mejor era abandonar la idea y conformarse con un solo hijo. Después de todo, los tres eran felices y estaban satisfechos con la vida que llevaban. Viajaban a un sitio diferente cada año, con el motivo de hacer turismo, y Ryū estudiaba en una prestigiosa escuela. Recibían la visita de sus amigos al menos dos veces al mes y nada parecía faltarles.

Cuando cumplieron su décimo año de matrimonio, Robin y Zoro se fueron de crucero, conociendo varios países y pasando tiempo a solas. Sanji había abierto varias sucursales del Baratie por todo el país y se encontraba haciendo planes para llevar su negocio al mercado internacional. Nami era dueña de la guardería más prestigiosa del país, donde cuidaban niños con necesidades especiales y contaban con una fundación para ayudar a dichas familias. Ella se casó con Luffy, quien ahora era campeón olímpico de boxeo, mientras que Zoro había logrado vencer a Mihawk y había logrado el título de mejor espadachín del país. Usopp, Franky y Jinbe abrieron su propia agencia de investigación privada. Chopper ya era un adulto y era un asombroso médico, a sus 29 años trabajaba en un famoso hospital japonés donde se trabajaba con medicina experimental, era uno de los principales científicos y habían logrado muchos avances en diferentes campos. Finalmente, Brook, quien ahora tenía 79 años, pero seguía moviéndose bastante bien para su edad, se había retirado y vivía bien gracias a que Robin le había otorgado su merecida pensión cuando todavía era reina, pero de todas formas enseñaba música en casa a algunos jóvenes de su vecindario.


Todo parecía ser felicidad en la vida de los Mugiwara. Una tarde, en su reunión habitual de ese mes, todos conversaban amenamente.

— ¿Vieron las noticias? La familia Donquixote quebró. Al parecer Monet no supo administrar el dinero que tenía —comentó Jinbe.

—Parece que nunca se preocupó por aprender de administración o buscar a alguien que la ayudara, porque a pesar de que Doflamingo fue sentenciado a la inyección letal y muchos de los fondos fueron recuperados, la familia Donquixote se quedó con una muy buena cantidad de dinero que no se pudo probar si venían de las arcas comunales o no.

Absoluta VirtuteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora